domingo, 29 de noviembre de 2009

Herman Hesse


El alemán Herman Hesse (1877-1962) debe ser uno de los escritores más entrañables para miles de personas que recuerdan, de vez en cuando, su adolescencia. Muchos de sus libros nos acompañaron en esos momentos en que empezábamos a descubrir el mundo de los adultos y nos sentíamos extraviados, perdidos, solos, vacíos, intranquilos y sin brújula. Los libros de Herman Hesse significaron un bálsamo, representaron a ese buen amigo que nos da su aliento y su compañía: “hey, yo también pasé lo mismo que tú; hey, tú no eres el único imbécil que se siente así de extraviado en este mundo tan confuso y complejo; hey, la vida es dura, pero también es hermosa y hay que aprovecharla; hey, yo también tengo miles de miedos y no estás solo en el mundo”. Así, leyendo yo, a mis 19 años, el Demian, El lobo estepario y Sidartha -gracias al consejo de un profesor de la universidad- pude sobrevivir, pude seguir adelante y pude enriquecer mi mundo a una edad difícil y complicada. Por todo eso, me gusta Hesse y ,por ende, la literatura: esta nos llena, nos complementa, nos acompaña, nos evade de la realidad y nos fortalece.

sábado, 14 de noviembre de 2009

Counting Crows


Los Counting Crows me recuerdan mi adolescencia, mis 15 años, mi cuarto año de secundaria; los tiempos en que con mi primo, su guitarra y una luz de lámpara iluminando tenuemente su cuarto, jugábamos a ser los músicos de Counting Crows cantando su famoso hit “Mr. Jones”. Esta canción diría que simboliza o representa aquella etapa en que dejábamos la niñez e íbamos conociendo el mundo adulto.

Fue tal mi afición al grupo de rock norteamericano que su disco “August and everything alter” (1993) fue uno de los primeros casetes que me compré con mis propinas. Recuerdo claramente haber ido a comprarlo a Polvos Rosados y luego de escuchar la primera canción del disco, “Round here”, caí rendido y lo adquirí de inmediato. Ese año de 1994 y parte de 1995 lo escuché una y otra vez todos los días. Quince años después, y hace un mes específicamente, me compré un CD de aquel disco y debo decir que, tras escucharlo y transportarme a aquella mágica y difícil etapa, me sigue pareciendo un hermoso álbum. Es un disco melancólico lleno de vida y optimismo, es uno de disco potente y calmo aunque parezca contradictorio, es un disco que sin ser genial es muy bueno, es un disco que transmite, que comunica,que expresa, que quiere decirnos algo; es un disco, en suma, que vale la pena ser escuchado y sentido.

http://www.youtube.com/watch?v=ZP95btX8NJE

sábado, 7 de noviembre de 2009

Monólogo desde las tinieblas


“Monólogo desde las tinieblas” (1975) de Antonio Gálvez Ronceros es una joyita de la literatura nacional (que cada día me sorprende más por su calidad, riqueza y diversidad). Compuesto de 23 breves relatos que reflejan el universo del campesino negro de la costa peruana, “Monólogo desde las tinieblas” deslumbra por la riqueza del lenguaje, por el humor y la sabiduría popular que encierra cada una de sus páginas.

Recuerdo en la universidad haber leído un par de relatos de este libro: los populares “El mar, el machete y el hombre” y “Hacha”. Y cuando me enteré que editorial Peisa había sacado este año una reedición, pensé en comprármela. Luego de ver en la librería La Familia la hermosa edición, pagué con gusto (y por si las moscas, me leí el primer relato, “¡Miera”, y me pareció muy bueno y divertidísimo). Lo que nunca imaginé, tras concluir de leer todo el libro, es que este es una joyita que no tiene pierde: todos los cuentos son buenos y dignos de interés, cada uno de los cuentos está trabajado con precisión de artesano, cada uno de los relatos resalta por el trabajo con el lenguaje (el autor rescata el lenguaje oral de los campesinos negros) y el humor maravilla. Es tan bueno el libro que si tuviera que recomendar un cuento, no sabría cuál: diría que todos son buenos (aunque los que más recuerdo son, además de los 3 arriba mencionados, “Así dile”, “Etoy ronca”, “Jutito”, “”Ya ta dicho”, “El carnet”, “La creación del mundo”, “Octubre”, “El encuentro”, “¡Ni que yo juera inorante” y “Monólogo para Jutito”.

Finalmente, debo agregar que la edición de Peisa es hermosa y este libro debería ser de lectura obligada en colegios (es recomendable leerlo en voz alta pues se aprecia mejor el lenguaje oral que ha querido reflejar Gálvez Ronceros) pues no tiene pierde. Ah, también sería bueno que este libro tenga mayor difusión, pues es realmente muy bueno. Mis respetos a su autor y a la maravillosa literatura peruana de la que me siento orgulloso.