martes, 15 de junio de 2010

Cuentos de amor, de locura y de muerte


Recuerdo a Horacio Quiroga (1878-1937), el escritor uruguayo, por dos cuentos suyos que leí en el colegio y que hasta el día de hoy tengo impresos en mi mente: “Estefanía” y “El potro salvaje”. Estos dos cuentos son excelentes. Acabó, además, de leer su libro de relatos Cuentos de amor, de locura y de muerte (1917) y no me queda duda en afirmar que Horacio Quiroga es uno de los más grandes cuentistas que he leído (por no decir el mejor). El libro no tiene pierde y todos sus cuentos son muy interesantes: unos son brillantes e inolvidables (“Una estación de amor”, “El almohadón de pluma”, “Yaguaí”, “La gallina degollada”, y sobre todo “La meningitis y su sombra”) y el resto son buenos.

Quiroga es un maestro contando historias, su prosa es segura y elegante, su sensibilidad es única, sus tramas y sus atmósferas nos envuelven y cautivan. Algunos de estos cuentos se desarrollan en el campo, otras en pequeñas ciudades del sur de América. Los temas, como el título del libro lo indica, giran en torno a aquellos que envuelven a todos los seres humanos: el amor, la locura, la muerte. También hay dos o tres cuentos donde los personajes principales son animales (perros,un toro), y estos también resultan conmovedores. El registro de Quiroga, asimismo, va de los realista a lo fantástico, pasando por estados intermedios donde ambos registros se combinan.

Finalmente, debo decir que cuando uno lee a Quiroga percibe el genio, la sensibilidad y uno se pregunta cómo este genial uruguayo, a pesar de la miserable y trágica vida que vivió, se dio espacio para escribir cuentos tan brillantes. ¿Acaso la creación, el arte está relacionado directamente con la locura, la infelicidad? ¿acaso para ser escritor o artista es necesario sufrir como un condenado?

sábado, 5 de junio de 2010

El libro de las sospechas


El libro de las sospechas (2005), del periodista José María Salcedo, contiene un capítulo imperdible titulado “Historia de una mentira oficial”, que aborda el famoso caso de Leonor La Rosa, ex agente de inteligencia, que fue torturada durante el gobierno de Fujimori por oficiales del ejército en 1997. El caso de Leonor La Rosa se convirtió en aquella época en el caso emblemático de la lucha de la defensa de los derechos humanos. En 2002, el gobierno de Alejandro Toledo, en una ceremonia en Palacio de Gobierno, pidió disculpas a La Rosa a nombre del Estado peruano y la indemnizó con 120 000 dólares.

A pesar de todo esto, José María Salcedo demuestra, en el capítulo de aquel libro, y ante la sorpresa del lector, que el caso de Leonor La Rosa y su tortura fue una farsa, un montaje llevado a cabo por el propio Montesinos y la oposición del gobierno de Fujimori . Suena inverosímil, claro, pero el “Chema” demuestra que aquella historia montada terminó beneficiando a ambos. A la oposición, el caso de Leonor La Rosa fue fundamental para recuperar la democracia y ya no importó si durante el proceso se dieran con la verdad que todo era mentira; y por parte de Montesinos, el caso de la agente le permitió demostrar que el Gobierno sí sancionaba a quienes violaban derechos humanos (4 oficiales del Ejército fueron injustamente encarcelados por varios años), le permitió “enterrar” el caso del la agente Mariella Barreto que fue encontrada muerta, y le permitió desprestigiar al Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE) en favor del SIN, que dirigía el mismo Montesinos.

Causa indignación también comprobar cómo la prensa se comportó. De 1997 al 2002, nunca contrastó las fuentes, se hizo de la vista gorda en las grandes contradicciones de Leonor La Rosa, no entrevistó a los implicados en la presunta tortura. Y el pueblo, me incluyo, se creyó todita esa historia de Leonor La Rosa y su tortura. La prueba más clara de que todo esto fue mentira es que hoy en día nadie habla de ese caso, es como si nunca hubiese sucedido. Y a pesar de que Fujimori fue sancionado por los casos de violaciones de derechos humanos, el caso de Leonor La Rosa, que en su época fue el más conocido y emblemático, ni siquiera formó parte de la acusación que se le hizo. En suma, un caso que demuestra la podredumbre de nuestro sistema y de lo perversos que podemos ser los seres humanos. Un caso también que demuestra que la defensa de los derechos humanos es muchas veces interesada y responde a los intereses de sus protagonistas.

* En el primer reportaje de televisión sobre el caso de Leonor La Rosa, apareció ella caminando y moviendo sus extremidades. Sin embargo, a partir de los siguientes reportajes que se le hicieron, aparecería echada en una cama, sin poder caminar, y con convulsiones y lesiones en el cuerpo.