sábado, 28 de abril de 2012

Crónica de San Gabriel

Crónica de San Gabriel (1960) es la primera novela que publicó el escritor peruano Julio Ramón Ribeyro. Según la crítica, este libro es su mejor novela de las tres que escribió. Leí, pues, Crónica de San Gabriel y lo que me gustó fue su prosa: Ribeyro es un magnífico prosista que retrata de manera brillante la historia de un adolescente limeño que viaja a San Gabriel, un pueblo en la sierra del Perú, y la serie de anécdotas que le suceden allí. La visión de este adolescente limeño sobre la sierra me hizo recordar mi propia experiencia cuando visité esta. La diferencia es que el narrador es un fino y sutil observador que recrea a través de hermosas y líricas descripciones los bellos paisajes: sus ríos, su vegetación, su cielo, sus animales, sus caminos, el horizonte, la luz del sol, la lluvia, los frutos de la tierra, etc.

Asimismo, Ribeyro es un acucioso observador de la psicología de las personas, de ahí la fuerte carga psicológica, a través de descripciones, de personajes como Jacinto, Felipe y, sobre todo, Leticia. Es, precisamente, la relación misteriosa entre el adolescente y su prima lo que sirve de hilo conductor de la historia y la que mantiene la tensión.

Sin embargo, la novela en su tramo final decae. No basta la fina prosa y la agudeza psicológica del narrador para sostener la novela, pues la trama decae y pierde su tensión narrativa. El final resulta carente de sorpresa. A pesar de todo, hay que leer Crónica de San Gabriel. Es un buen libro de un verdadero escritor, excelente prosista y mejor cuentista.

sábado, 7 de abril de 2012

Eduardo Rada


Eduardo Rada fue mi profesor de Literatura, en el 2002, en la Universidad de Lima. Recuerdo que no aprendí mucho de Literatura, pero sí de la vida , de la libertad de pensar y reflexionar, y que la educación no está separada de la diversión. Eduardo era un excelente profesor y me gustaba su capacidad de divertir y enseñarnos a la vez, además de su capacidad para jugar con las palabras. Una vez, en su clase, nos invitó a su taller de Poesía en el Parque, que se realizaba en el Parque de Miraflores, los viernes, a las 7 p.m. y a su taller de Literatura en el C.C. Ricardo Palma, los sábados. Yo fui un par de veces en el ciclo y me gustó, aunque me di cuenta de algo: para él la poesía o la literatura no era un placer destinado para unos cuantos, sino para todos, para todos aquellos que quisieran expresarse. Para Eduardo la poesía era algo masivo y no una actividad elitista. Y por eso, él era un paria, alguien que no era bien visto por los literatos.

Han pasado los años, acabé la universidad hace casi 8 años, y he seguido frecuentando intermitentemente a Eduardo. Cada cierto tiempo, he ido, los sábados, a visitarlo a sus charlas en el Centro Cultural Ricardo Palma, en Miraflores, a las 11 a.m. En todo este tiempo ha dictado talleres sobre Literatura Oriental, Walt Whitman, El cerebro, etc., y a pesar de la diferencia de los temas, siempre hay algo en común en sus palabras, en su pensamiento: para Eduardo, la literatura, la educación no es una cuestión de ego, de parámetros, sino de libertad. Cuando uno sale de una de sus charlas, el ego y las quejas quedan de lado, y uno aprende a valorar el sentido de la vida, a disfrutar de esas pequeñas cosas que nos rodean y no les damos la real importancia, a no dejarnos arrastrar por el sistema que nos quita la espontaneidad y nos cosifica. Eduardo es uno de esos héroes anónimos que viven en nuestro país y yo lo aprecio por todo lo aprendido. Hace más de 15 años, además de sus clases en la universidad, dicta talleres gratuitos a la gente y lo hace con un entusiasmo y pasión que son dignos de encomio.¡Al maestro con cariño!