sábado, 24 de noviembre de 2012

Diario de un profesor (4)

15/11/2012
Cuando ya llevas enseñando un curso varios ciclos, comienzas a repetir cosas que ya dijiste. Y es ahí, cuando te das cuenta, te percatas que enseñar se parece a una obra de teatro en la que representas la misma obra una y otra vez para diversos espectadores. Y al igual que el teatro, cada función es diferente, a pesar de que el texto es el mismo.

Por lo anterior, ahora me veo pronunciando frases que ya dije antes, y el truco, como en el arte, no es tanto lo que dices, sino cómo lo dices. Y al igual que el actor, me doy cuenta que llega el momento, en cierto instante de la clase o "función", de soltar esa frasecilla que hará sonreír o provocar una emoción en los alumnos o "espectadores". Además, y así como el actor va ganando aplomo o experiencia con el tiempo, el profesor también va ganando recursos, cierta sensación de dominio sobre el escenario; va conociendo ese espacio sobre el cual se desplaza, va haciendo suyo aquel lugar. Y por supuesto, hay funciones buenas, otras regulares y también malas. Y por supuesto, a veces te sientes indispuesto en salir al "escenario", pero como todo aquel que respeta a su "público" (que ha pagado su entrada), te persignas, escondes la tristeza, dibujas una sonrisa y sales al "escenario" a dar tu vida y tu corazón".


***
Lo que más recuerdo de mi mejor profesor es que parecía dar su vida mientras dictaba su clase. Y así como él se emocionaba, yo también me contagié de esa emoción.



La balada del café triste



La balada del café triste es un libro de relatos de la norteamericana Carson McCullers (1917-1967) compuesto de 7 cuentos: “La balada del café triste”, “Wunderkind”, “El jockey”, “Madame Zilensky y el rey de Finlandia”, “El transeúnte”, “Dilema doméstico” y “Un árbol. Una roca. Una nube”. Si tuviera que dar mi opinión en un par de líneas diría que es el segundo mejor libro que he leído este año, luego de la estupenda novela La tregua, de Mario Benedetti. Los relatos de McCullers están estupendamente escritos, con una delicada prosa poética que no cae en barroquismos innecesarios, y con argumentos o historias que atrapan el interés del lector, además de reflexiones sobre el mundo interior de los personajes sobre las situaciones que viven.

Cada uno de estos cuentos narran pequeños sucesos, en apariencia cotidianos, pero la sensibilidad de McCullers los hace extraordinarios, captando las sutilezas y matices del alma humana y de la vida. Por ejemplo, "Wunderkind" (un cuento que podríamos denominar autobiográfico) cuenta la “tragedia” de una niña de doce años que fue catalogada, por su profesor, como una “niña genio” en el piano, pero que ya no puede repetir sus hazañas de antes. “Madame Zilensky…” cuenta la historia de una muy talentosa pianista que cuenta coloridas historias que no ha vivido como una forma de compensar su aburrida vida. “El transeúnte” trata de un hombre de 38 años, que se encuentra en Nueva York para el entierro de su padre, y que se vuelve a encontrar con su antigua mujer y los recuerdos del pasado y el paso del tiempo vienen a su mente como un lastre ominoso. “Dilema doméstico” es la historia de un hombre que un día descubre que su mujer es una alcohólica y que esto puede destruir su matrimonio, su vida y la de sus hijos. “Un árbol…” cuenta la conversación, en un café, de un niño con un hombre adulto, en la cual éste le cuenta a aquél el  gran dolor que sintió cuando su mujer lo abandonó hace 12 años y su búsqueda de paz y amor. Finalmente, el cuento “La balada del café triste”, que le da nombre al libro, es un cuento ambientado en un pueblo del sur de Estados Unidos, al estilo de Faulkner, que relata la relación de Miss Amelia con un jorobado y el regreso de un presidiario, que fue su esposo por algunos días, y que buscará vengarse de aquella mujer que lo trató mal en el pasado.

Todos esos cuentos están magistralmente escritos, en cuanto a su prosa, y tienen historias sencillas en apariencia pero potentes en sus conflictos, tanto así que no dejo, desde ayer que acabé de leer el libro, de pensar en cada uno de esos cuentos y que a mí me gustaría escribir un libro así…Por tanto, hay que leer a Carson McCullers, un gran descubrimiento para mí.

viernes, 9 de noviembre de 2012

El enano (Historia de una enemistad)


El enano (2001), libro del escritor peruano Fernando Ampuero (1949), relata la relación de odio entre Ampuero y el periodista César Hildebrandt, que en el libro es llamado Hache. A lo largo de poco menos de 200 páginas, el escritor nos relata de manera autobiográfica –aunque con algunos aderezos de ficción- la enemistad que se fue forjando entre ellos a partir de los años 70, cuando se conocieron en la revista Caretas. 

 Este libro, mientras lo leía, me hizo acordar también a la carta de Bayly, en su novela Los amigos que perdí, dirigida a Manuel (en la vida real, el periodista Jaime Bedoya), en la que cuenta la relación de amistad, envidia y rencor que hubo entre ellos. Al igual que la relación Ampuero-Hildelbrandt, Bayly y Bedoya eran dos jóvenes muy talentosos, con unos egos inmensos. Sin embargo, y a diferencia de estos, Ampuero y Hildebrandt desde el inicio no se “tragaban”. Y era lógico, los dos tenían egos desmesurados y formas opuestas de ver la vida: el chato Hildebrandt era gritón, prepotente y disforzado; y Ampuero, un dizque socialista que se daba la gran vida en los clubs de Miraflores, junto a chicas hermosas.

Debe ser cierto, como cuenta Ampuero, que Hache (como llama a Hildebrandt) era un tipo envidioso, envanecido de sí mismo y prepotente; pero también es cierto, y esto se refleja en la lectura, que Ampuero envidiaba a Hildebrant, pues no le cabía en la cabeza, inconscientemente, que un enano que no llegaba al metro 60 tuviera más poder y “carácter” que muchos. En El enano, aunque Ampuero muestra a Hache como un miserable que envidia a aquel y a cualquiera que quiera opacarlo, también se palpa la envidia de Ampuero, humana al fin y al cabo.

Finalmente, este libro, como señala su autor, es “un divertimento” que se lee de corrido y está escrito de manera correcta, pero no llega a  ser más que eso. Y su mérito está en mostrar, de manera sincera, una relación de odio a lo largo de los años. Y ojo, que hablo de Ampuero, que tiene dos cuentos excelentes como “Paren el mundo que acá me bajo” y “La zurda”. En todo caso, y comparado con estos dos relatos, El enano es una obra menor, pero, al fin y al cabo, sincera.    

viernes, 2 de noviembre de 2012

No se lo digas a nadie

No se lo digas a nadie (1994) fue la primera novela que publicó el escritor peruano Jaime Bayly. Recuerdo que la leí porque mi primo compró el libro, ya que Bayly era entonces famoso por sus excentricidades y por conducir un conocido programa de entrevistas en la TV. Recuerdo también, que yo aún adolescente, me devoré la novela en uno o dos días (igual me pasaría años después con La noche es virgen), pero cosa curiosa, así como la leí de rápido, así también me la olvidé. Sí recordaba, por supuesto, que  la historia giraba en torno a Joaquín Camino, un joven de clase alta, que es homosexual pero no se acepta en una sociedad limeña homofóbica.

Pues bien, he releído la novela 18 años después (¡cómo se pasa el tiempo!) y creo que es una novela más interesante de lo que pensé y, sin embargo, también una obra fallida. No cabe duda que se lee de corrido: el libro consta de poco más de 400 páginas y me lo he leído, solo en mis ratos libres, en 5 días. La novela es ambiciosa, al menos en extensión. La novela comienza intensa, con capítulos que van narrando cómo el personaje va descubriendo su homosexualidad y conforme va creciendo va despojándose de sus escrúpulos y empieza a ser él mismo. Así, vemos el recorrido de Joaquín por el colegio, por la universidad (de donde es expulsado), su periplo por  Nueva York, República Dominicana, Madrid y Miami.  Y esto va sazonado de las aventuras nocturnas que tiene el personaje y sus noches de sexo con hombres –y a veces con mujeres-  y el consumo de drogas: marihuana y coca.

Por otra parte, Bayly tiene facilidad para los diálogos y la narración de escenas; asimismo, el humor está siempre presente, quitándole drama a escenas que parecerían fuertes. Hay momentos en que el escritor se burla de sus personajes y los vuelve caricaturas: ejemplos son los de la madre beata y el padre machista, grosero y mujeriego. Sin embargo, en el tramo final de la novela, a partir del capítulo “La conquista de Madrid”, Bayly se aleja del eje de su historia: el conflicto interno de Joaquín Camino debido a su homosexualidad y el no poder aceptarse. Y ahí es donde falla la novela. Los dos últimos capítulos se van por la tangente y se alejan del conflicto central para terminar narrando las divertidas anécdotas que le pasan en Madrid, junto con su amigo Juan Ignacio, y en Miami, junto con sus padres. Solo en las dos últimas hojas, Bayly retoma, de nuevo,  el conflicto de Joaquín, quien llora en un puente pues sus padres no aceptan su condición homosexual. Sin embargo, resultan tan cómicas las escenas anteriores, que ese final dramático pierde peso.

En resumen, No se lo digas a nadie es un libro con cosas interesantes, que muestra a un autor con talento, pero que no se salva de ser una obra fallida.