lunes, 30 de septiembre de 2013



El secreto de las siete semillas (2003) es un libro del peruano David Fischman, convertido en bestseller, que gira sobre el equilibrio entre la empresa y la vida. Aquí Ignacio Rodríguez (álter ego del autor), exitoso empresario, cuenta cómo cambia su existencia luego de sufrir un preinfarto debido a la extenuante carga laboral que lleva. Esto lo lleva a recurrir a un maestro hindú que lo irá guiando en el conocimiento de la filosofía oriental y del descubrimiento de 7 semillas que le descubrirán el camino de la paz y la felicidad. Así, ira descubriendo la importancia de conocerse a sí mismo (la primera semilla); lo fundamental de la meditación y la respiración (segunda semilla); el control del ego (tercera semilla); la capacidad de servir a los demás (cuarta); la ética en nuestras decisiones, que conllevan a la paz (quinta); el manejo de nuestro tiempo orientado a lo que consideramos fundamental (sexta); y la flexibilidad y el desapego a lo material (sétima). Todas estas enseñanzas que el protagonista va aprendiendo gracias al maestro, están conectadas con el ámbito empresarial, que es mundo en el cual se desenvuelve Ignacio Rodríguez. Específicamente, los problemas y dilemas que tiene que enfrentar y superar este en su empresa.


El secreto de las siete semillas es el tercer libro que leo de Fischman y, tal como señalan los críticos, es también su mejor libro. Y eso se debe básicamente porque parte de una experiencia personal; es en buena parte autobiográfico, aunque con algunos toques de ficción (como la muerte de su maestro, que no ocurrió en la vida real); y porque retrata, más allá del ámbito empresarial, el conflicto de muchas personas que no sabemos conciliar el trabajo con la vida, y que en el fondo lo único que buscamos es sentirnos en paz con nosotros mismos y felices. Y este libro de Fischman, clasificado como libro de superación personal o autoayuda, cumple con el propósito fijado: sentirnos, al término de la lectura, más tranquilos, serenos y con más herramientas a la mano para enfrentar el caos de la vida diaria. Finalmente, el libro está bien escrito; sin llegar a ser literatura, Fischman escribe de manera clara, ágil, amena, directa y llega al corazón del lector. Y de allí el valor de este libro que merece la pena ser leído.



domingo, 29 de septiembre de 2013

Los cuatrocientos golpes


Conocida también como “Los incomprendidos”, “Los 400 golpes” (1959) fue el primer largo del director francés Francois Truffaut (1932) y cuenta la historia de Antoine Doinel, un púber que tiene problemas de adaptación en el colegio y con su familia, lo que lo lleva a ser un incomprendido y un rebelde inadaptado en la sociedad que le toca vivir. Dicho personaje de Antoine Doinel (álter ego del mismo Truffaut) aparecerá luego en posteriores películas como "Besos robados", "Domicilio conyugal", la magnífica "El amor en fuga", siempre interpretado por el actor Jean Pierre Leaud.

Luego de ver la película, uno queda conmovido por el talento que demuestra Truffaut en su primera película (antes había dirigido dos cortos). La cinta es bella visualmente y en la trama que relata. Este periplo del niño protagonista que no se adapta a la escuela, que se rebela a esta y demuestra conductas delictivas, y sin embargo, muestra también la otra cara de la moneda: el drama que sufre Antoine por parte de sus padres y la escuela y que explican el porqué de su comportamiento y su actitud: encuentra a su madre besando a otro hombre; ella no parece muy interesado en Antoine y solo lo regaña; un día escucha que su madre, cuando estaba embarazada de él, quiso abortar, pero su abuela lo impidió; su padrastro hace lo que puede pero al final lo abandona internándolo en un centro de reclusión juvenil; su maestro lo regaña y castiga a veces injustificadamente y el castigo que hace que él abandone la escuela –lo acusa de plagiar una redacción- es injusto, etc. Y todo eso lo conduce a Antoine a la rebeldía, a querer huir, escapar, a cometer fechorías junto con un amigo de la escuela que tiene similares problemas.

Pero claro, la película no solo es la trama, sino también la belleza visual de los planos e imágenes, la sincronía del montaje con la música, y es ahí que Truffaut se luce  y hace poesía visual. La escena final de Antoine escapando del centro correccional y corriendo sin rumbo desconocido, hasta llegar al mar, es simplemente hermoso. Ese plano de él llegando al mar, sintiendo el agua correr entre sus pies y luego voltea y la cámara hace un primer plano de su rostro, un rostro de niño-adolescente desconcertado sobre lo que le depara el futuro, es francamente increíble. Sin duda, es una película de visión obligatoria y más tratándose del mismo personaje (y actor) que aparecerá en otras películas del director francés, como la también maravillosa “El amor en fuga” (1979).

Posdata: Película completa, en muy buena calidad.
http://www.youtube.com/watch?v=F8c9gzNBNyw


martes, 24 de septiembre de 2013

Conversación en La Catedral


Luego de 12 años, he vuelto a releer Conversación en La Catedral (1969), de Mario Vargas Llosa, y no me queda duda que es una obra maestra y en mi humilde criterio la mejor novela peruana escrita hasta el día de hoy, no solo por su calidad literaria sino también por su ambición. ¿Cómo pudo Vargas Llosa con poco más de 30 años  escribir semejante novela? ¿Cómo pudo Vargas Llosa escribir un libro tan logrado y con un dominio de la técnica que impresiona? Porque luego de leer Conversación en La Catedral quedas abrumado y emocionado por el talento y ambición que demuestra Mario. Haciendo el símil, es la misma sensación que experimentas cuando terminas de ver El Padrino (filmada por Coppola también a los 31 años) y te preguntas, abrumado, cómo lo hizo… Pues lo mismo ocurre con esta novela.  

Conocida por la frase: “¿En qué momento se había jodido el Perú?”, que se hace Zavalita, el personaje principal de la novela, Conversación en La Catedral es una crítica furibunda de Vargas Llosa a nuestro país. Con ese fin, sitúa la trama de la novela en la época del gobierno dictatorial de Odría (1948-1956), y cómo ese gobierno autoritario corrompió todo lo que lo rodeaba, incluyendo a las autoridades y ciudadanos.  Así, Vargas Llosa desarrollas varias historias a la vez que se entrecruzan y tienen como telón de fondo el gobierno de Odría. Por ejemplo, tenemos la historia de Cayo Bermúdez (Cayo Mierda) quien es el encargado del trabajo sucio en el gobierno de Odría; la de Santiago Zavala, joven de clase alta y que tiene a su padre, señor Fermín, como colaborador del gobierno; Amalia y Ambrosio, empleados de don Fermín; La Musa, amante de Cayo Bermúdez. Pero, claro, Vargas Llosa no cuenta esta historia de manera lineal, sino que, utilizando la técnica de manera magistral, va narrando escenas que van reconstruyendo lo que sucedió, con constantes saltos en el tiempo y el espacio, que en vez de entorpecer el relato lo enriquecen. Y todo esto a partir de la conversación que sostienen Santiago Zavala (ya de 30 años) con Ambrosio, quien fue el chofer de su padre y su familia, cuando él era un adolescente. A partir de ese reencuentro y conversación en el bar La Catedral, ambos van reconstruyendo lo sucedido en el pasado y los recuerdos y traumas (personales y sociales) afloran.

Por otro lado, llama poderosamente la atención cómo Vargas Llosa cuenta de manera verosímil y crea adecuadas atmósferas para lo que nos va narrando: por ejemplo, resulta magistral como narra el contexto en el cual se desenvuelve Cayo Bermúdez y su relación con las esferas del poder (generales, ministros, medios de comunicación); la vida llena de lujos y  el posterior ocaso de Hortensia (La Musa), quien es la amante de Cayo Bermúdez; los pesares de Amalia y Ambrosio, empleados de don Fermín; la vida del empresario Fermín Zavala y su familia, etc. Pareciera que Vargas Llosa, antes de escribir su novela, hubiese hecho un detallado estudio de campo para recabar información y así construir de manera verosímil su novela. Solo así se puede explicar haber conseguido retratar magistralmente a cada uno de estos personajes tan disímiles y que representan un fresco de la sociedad peruana de entonces y de no hace mucho (me refiero a la época del gobierno de Alberto Fujimori)

Sin lugar a dudas, hay que leer y sobre todo deleitarse con esta maravillosa novela que habla muy bien del talento y genio de nuestro Premio Nóbel.

domingo, 8 de septiembre de 2013

Mar de Copas


Foto: Diario El Comercio
El viernes pasado acudí al bar La Noche a ver a Mar de Copas, considerado por muchos el mejor grupo de rock peruano. Recuerdo que en la Universidad decía que no me gustaba, a pesar de que solo había escuchado dos o tres canciones. Decía, ese joven adolescente que fui, que Mar de Copas hacía una música para niños. Me sonrojo ahora de solo recordar esta penosa frase.

Hace como seis meses, me compré un disco con los éxitos de Mar de Copas. Lo coloqué en mi auto y los he estado escuchando una y otra vez en este tiempo. Y me pasó algo inexplicable: me fue gustando cada una de sus canciones, luego me fue encantando y pasé casi a estar enamorado. Es cierto, las canciones de Mar de Copas tienen algo de música tierna como para niños (como canciones de cuna), pero me di cuenta que dentro había una sensibilidad especial, un sonido único o particular, letras metafóricas que conformaban un universo propio del grupo. Sus canciones son parecidas pero diferentes a la vez. Y sobre todo transmiten, emocionan, cautivan. Y eso me ocurrió a mí. Y pensaba: este grupo peruano no tiene nada que envidiar al mejor grupo extranjero. ¿Por qué, entonces, a pesar de que cuenta con un buen y fiel número de seguidores, no cuenta con el reconocimiento que se merece?

Con esa idea fui al concierto y tras escucharlos creo que tengo algunas respuestas. Me parece, que no les ha interesado ser mediáticos, de complacer a los medios y a veces ni a su público. En lo que sí han sido fieles, y de ahí sus buenas canciones y discos, es que han sido fieles consigo mismos, parece que no se han traicionado.  Y esto lo digo porque en el concierto, que coincidía con el lanzamiento de su disco Seis, se dieron el lujo (¿o el capricho?) de tocar canciones que la mayoría de su público no conocía, salvo sus fanáticos que eran la minoría. Es cierto que debe ser aburrido tocar las mismas canciones una y otra vez, pero si Paul McCartney o Charly García (monstruos de la música) lo hacen, por qué no ellos también. Creo que está bien que a veces ignoren lo que pide su público, y toquen lo que les sale de los forros, pero también deben llegar al balance, al justo medio y saber equilibrar lo que quieren hacer con lo que el público desea. Y además, ellos no tienen solo 2 o 3 canciones, sino que tienen por los menos unas 15 canciones que ya son clásicos. Por tanto, podían satisfacer a ellos y su público y todos contentos. Sin embargo, durante dos horas nos soplamos canciones que desconocíamos (me imagino que muchas de su nuevo disco), aunque algunas estaban bien, y solo los últimos 15 minutos del concierto, como si nos estuviesen haciendo un favor, tocaron 3 clásicos y eso fue todo. Claro, lo anterior no busca desmerecer la calidad del grupo (que es excelente), pero caramba hay que también buscar que el público salga contento.

A pesar de todo eso, Mar de Copas es un grupo que como peruano me enorgullece y que hay que escuchar más.

http://www.youtube.com/watch?v=6MLLxHaBfAw

http://www.youtube.com/watch?v=BBHnYUZsUXU