El secreto de las siete semillas es el tercer libro que leo de Fischman y, tal como señalan los críticos, es también su mejor libro. Y eso se debe básicamente porque parte de una experiencia personal; es en buena parte autobiográfico, aunque con algunos toques de ficción (como la muerte de su maestro, que no ocurrió en la vida real); y porque retrata, más allá del ámbito empresarial, el conflicto de muchas personas que no sabemos conciliar el trabajo con la vida, y que en el fondo lo único que buscamos es sentirnos en paz con nosotros mismos y felices. Y este libro de Fischman, clasificado como libro de superación personal o autoayuda, cumple con el propósito fijado: sentirnos, al término de la lectura, más tranquilos, serenos y con más herramientas a la mano para enfrentar el caos de la vida diaria. Finalmente, el libro está bien escrito; sin llegar a ser literatura, Fischman escribe de manera clara, ágil, amena, directa y llega al corazón del lector. Y de allí el valor de este libro que merece la pena ser leído.
lunes, 30 de septiembre de 2013
El secreto de las siete semillas es el tercer libro que leo de Fischman y, tal como señalan los críticos, es también su mejor libro. Y eso se debe básicamente porque parte de una experiencia personal; es en buena parte autobiográfico, aunque con algunos toques de ficción (como la muerte de su maestro, que no ocurrió en la vida real); y porque retrata, más allá del ámbito empresarial, el conflicto de muchas personas que no sabemos conciliar el trabajo con la vida, y que en el fondo lo único que buscamos es sentirnos en paz con nosotros mismos y felices. Y este libro de Fischman, clasificado como libro de superación personal o autoayuda, cumple con el propósito fijado: sentirnos, al término de la lectura, más tranquilos, serenos y con más herramientas a la mano para enfrentar el caos de la vida diaria. Finalmente, el libro está bien escrito; sin llegar a ser literatura, Fischman escribe de manera clara, ágil, amena, directa y llega al corazón del lector. Y de allí el valor de este libro que merece la pena ser leído.
domingo, 29 de septiembre de 2013
Los cuatrocientos golpes
Conocida también como “Los incomprendidos”, “Los 400 golpes”
(1959) fue el primer largo del director francés Francois Truffaut (1932) y
cuenta la historia de Antoine Doinel, un púber que tiene problemas de
adaptación en el colegio y con su familia, lo que lo lleva a ser un
incomprendido y un rebelde inadaptado en la sociedad que le toca vivir. Dicho
personaje de Antoine Doinel (álter ego del mismo Truffaut) aparecerá luego en
posteriores películas como "Besos robados", "Domicilio conyugal", la magnífica "El amor
en fuga", siempre interpretado por el actor Jean Pierre Leaud.
Luego de ver la película, uno queda conmovido por el talento
que demuestra Truffaut en su primera película (antes había dirigido dos
cortos). La cinta es bella visualmente y en la trama que relata. Este periplo
del niño protagonista que no se adapta a la escuela, que se rebela a esta y
demuestra conductas delictivas, y sin embargo, muestra también la otra cara de
la moneda: el drama que sufre Antoine por parte de sus padres y la escuela y
que explican el porqué de su comportamiento y su actitud: encuentra a su madre
besando a otro hombre; ella no parece muy interesado en Antoine y solo lo regaña; un
día escucha que su madre, cuando estaba embarazada de él, quiso abortar, pero
su abuela lo impidió; su padrastro hace lo que puede pero al final lo abandona
internándolo en un centro de reclusión juvenil; su maestro lo regaña y castiga
a veces injustificadamente y el castigo que hace que él abandone la escuela –lo
acusa de plagiar una redacción- es injusto, etc. Y todo eso lo conduce a
Antoine a la rebeldía, a querer huir, escapar, a cometer fechorías junto con un
amigo de la escuela que tiene similares problemas.
Pero claro, la película no solo es la trama, sino también la belleza visual de los planos e imágenes, la sincronía del montaje con la música, y es ahí que Truffaut se luce y hace poesía visual. La escena final de Antoine escapando del centro correccional y corriendo sin rumbo desconocido, hasta llegar al mar, es simplemente hermoso. Ese plano de él llegando al mar, sintiendo el agua correr entre sus pies y luego voltea y la cámara hace un primer plano de su rostro, un rostro de niño-adolescente desconcertado sobre lo que le depara el futuro, es francamente increíble. Sin duda, es una película de visión obligatoria y más tratándose del mismo personaje (y actor) que aparecerá en otras películas del director francés, como la también maravillosa “El amor en fuga” (1979).
Posdata: Película completa, en muy buena calidad.
http://www.youtube.com/watch?v=F8c9gzNBNyw
martes, 24 de septiembre de 2013
Conversación en La Catedral
Luego de 12 años, he vuelto a releer Conversación en La
Catedral (1969), de Mario Vargas Llosa, y no me queda duda que es una obra
maestra y en mi humilde criterio la mejor novela peruana escrita hasta el día
de hoy, no solo por su calidad literaria sino también por su ambición. ¿Cómo
pudo Vargas Llosa con poco más de 30 años escribir semejante novela? ¿Cómo pudo Vargas
Llosa escribir un libro tan logrado y con un dominio de la técnica que
impresiona? Porque luego de leer Conversación en La Catedral quedas abrumado y
emocionado por el talento y ambición que demuestra Mario. Haciendo el símil, es
la misma sensación que experimentas cuando terminas de ver El Padrino (filmada
por Coppola también a los 31 años) y te preguntas, abrumado, cómo lo hizo… Pues
lo mismo ocurre con esta novela.
Conocida por la frase: “¿En qué momento se había jodido el
Perú?”, que se hace Zavalita, el personaje principal de la novela, Conversación
en La Catedral es una crítica furibunda de Vargas Llosa a nuestro país. Con ese
fin, sitúa la trama de la novela en la época del gobierno dictatorial de Odría
(1948-1956), y cómo ese gobierno autoritario corrompió todo lo que lo rodeaba,
incluyendo a las autoridades y ciudadanos.
Así, Vargas Llosa desarrollas varias historias a la vez que se
entrecruzan y tienen como telón de fondo el gobierno de Odría. Por ejemplo, tenemos
la historia de Cayo Bermúdez (Cayo Mierda) quien es el encargado del trabajo
sucio en el gobierno de Odría; la de Santiago Zavala, joven de clase alta y que
tiene a su padre, señor Fermín, como colaborador del gobierno; Amalia y
Ambrosio, empleados de don Fermín; La Musa, amante de Cayo Bermúdez. Pero,
claro, Vargas Llosa no cuenta esta historia de manera lineal, sino que,
utilizando la técnica de manera magistral, va narrando escenas que van
reconstruyendo lo que sucedió, con constantes saltos en el tiempo y el espacio,
que en vez de entorpecer el relato lo enriquecen. Y todo esto a partir de la
conversación que sostienen Santiago Zavala (ya de 30 años) con Ambrosio, quien
fue el chofer de su padre y su familia, cuando él era un adolescente. A partir
de ese reencuentro y conversación en el bar La Catedral, ambos van
reconstruyendo lo sucedido en el pasado y los recuerdos y traumas (personales y
sociales) afloran.
Por otro lado, llama poderosamente la atención cómo Vargas
Llosa cuenta de manera verosímil y crea adecuadas atmósferas para lo que nos va
narrando: por ejemplo, resulta magistral como narra el contexto en el cual se
desenvuelve Cayo Bermúdez y su relación con las esferas del poder (generales,
ministros, medios de comunicación); la vida llena de lujos y el posterior ocaso de Hortensia (La Musa), quien
es la amante de Cayo Bermúdez; los pesares de Amalia y Ambrosio, empleados de
don Fermín; la vida del empresario Fermín Zavala y su familia, etc. Pareciera
que Vargas Llosa, antes de escribir su novela, hubiese hecho un detallado
estudio de campo para recabar información y así construir de manera verosímil
su novela. Solo así se puede explicar haber conseguido retratar magistralmente
a cada uno de estos personajes tan disímiles y que representan un fresco de la
sociedad peruana de entonces y de no hace mucho (me refiero a la época del
gobierno de Alberto Fujimori)
Sin lugar a dudas, hay que leer y sobre todo deleitarse con esta maravillosa novela que habla muy bien del talento y genio de nuestro Premio Nóbel.
Sin lugar a dudas, hay que leer y sobre todo deleitarse con esta maravillosa novela que habla muy bien del talento y genio de nuestro Premio Nóbel.
domingo, 8 de septiembre de 2013
Mar de Copas
Foto: Diario El Comercio
El viernes pasado acudí al bar La Noche a ver a Mar de Copas,
considerado por muchos el mejor grupo de rock peruano. Recuerdo que en la
Universidad decía que no me gustaba, a pesar de que solo había escuchado dos o
tres canciones. Decía, ese joven adolescente que fui, que Mar de Copas hacía
una música para niños. Me sonrojo ahora de solo recordar esta penosa frase.
Hace como seis meses, me compré un disco con los éxitos
de Mar de Copas. Lo coloqué en mi auto y los he estado escuchando una y otra
vez en este tiempo. Y me pasó algo inexplicable: me fue gustando cada una de
sus canciones, luego me fue encantando y pasé casi a estar enamorado. Es cierto,
las canciones de Mar de Copas tienen algo de música tierna como para niños
(como canciones de cuna), pero me di cuenta que dentro había una sensibilidad
especial, un sonido único o particular, letras metafóricas que conformaban un
universo propio del grupo. Sus canciones son parecidas pero diferentes a la
vez. Y sobre todo transmiten, emocionan, cautivan. Y eso me ocurrió a mí. Y
pensaba: este grupo peruano no tiene nada que envidiar al mejor grupo
extranjero. ¿Por qué, entonces, a pesar de que cuenta con un buen y fiel número
de seguidores, no cuenta con el reconocimiento que se merece?
Con esa idea fui al concierto y tras escucharlos creo que
tengo algunas respuestas. Me parece, que no les ha interesado ser mediáticos,
de complacer a los medios y a veces ni a su público. En lo que sí han sido
fieles, y de ahí sus buenas canciones y discos, es que han sido fieles consigo
mismos, parece que no se han traicionado. Y esto lo digo porque en el concierto, que coincidía
con el lanzamiento de su disco Seis, se dieron el lujo (¿o el capricho?) de
tocar canciones que la mayoría de su público no conocía, salvo sus fanáticos
que eran la minoría. Es cierto que debe ser aburrido tocar las mismas canciones
una y otra vez, pero si Paul McCartney o Charly García (monstruos de la música) lo hacen, por qué no ellos también. Creo que está bien que a veces
ignoren lo que pide su público, y toquen lo que les sale de los forros, pero
también deben llegar al balance, al justo medio y saber equilibrar lo que
quieren hacer con lo que el público desea. Y además, ellos no tienen solo 2 o 3
canciones, sino que tienen por los menos unas 15 canciones que ya son clásicos.
Por tanto, podían satisfacer a ellos y su público y todos contentos. Sin
embargo, durante dos horas nos soplamos canciones que desconocíamos (me imagino
que muchas de su nuevo disco), aunque algunas estaban bien, y solo los últimos
15 minutos del concierto, como si nos estuviesen haciendo un favor, tocaron 3
clásicos y eso fue todo. Claro, lo anterior no busca desmerecer la calidad del
grupo (que es excelente), pero caramba hay que también buscar que el público
salga contento.
A pesar de todo eso, Mar de Copas es un grupo que como peruano me enorgullece y que hay que escuchar más.
http://www.youtube.com/watch?v=6MLLxHaBfAw
http://www.youtube.com/watch?v=BBHnYUZsUXU
Etiquetas:
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La noche,
Mar de copas,
Seis
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