¡Venus
y Marte!
Pequeña comedia en un acto
Escena I
-Él.-
¡Sofía,
me gustas!
-ELLA.-
¡¿Qué?!
(Sorprendida)
-ÉL.-
¡Que
me gustas! ¡Y mucho!
-ELLA.-
(Algo molesta)
Pero si nos conocemos recién. ¿Cómo me puedes decir eso?
-ÉL.-
Porque
me pareces bonita y eres una buena chica.
-ELLA.-
(Pausa) Miguel,
te voy a decir la verdad…Yo acabó de salir de una relación, pero aún sigo
enamorada… Disculpa mi sinceridad, pero no quiero darte falsas esperanzas.
-ÉL.-
Entonces, ¿por qué has aceptado mis invitaciones?
-ELLA.-
Porque tengo la mala costumbre de decir siempre que sí. No sé negarme.
-ÉL.-
No entiendo, Sofía. Yo recuerdo que la primera vez que te invité a salir,
aceptaste de inmediato. Incluso, te noté contenta.
-ELLA.-
Bueno, no sé, ya no me acuerdo. Pero, ahora, te digo, Miguel, que no quiero
nada contigo. (Tajante) Solo podemos
ser amigos.
-ÉL.-
(Tras una pausa) ¿Y ese chico te
quiere?
(Ella
permanece en silencio).
-ÉL.-
¿Al
menos te llama? …Porque si no te llama, es porque ya no le interesas. Así de
simple.
(Ella
lo mira y baja la mirada).
-ELLA.- Solo sé que no
me lo puedo sacar de la cabeza. Y que no quiero nada con otra persona. Menos
algo ocasional.
-ÉL.- Pero, Sofía, yo quiero algo serio
contigo. No estoy buscando una aventura.
-ELLA.-
Ya te dije que no quiero nada por ahora, Miguel. ¡No insistas!
-ÉL.-
¡Está bien!...Si eso es lo que quieres.
(Los
dos se quedan en silencio durante largos segundos. Están sentados en la banca
de un parque. Hay mucha gente paseando. El sol brilla. Es sábado, tres de la
tarde).
-ÉL.-
Bueno, ¿y ahora qué hacemos?
-ELLA.- (Mira su reloj) Yo me tengo que ir en
quince minutos. He quedado en encontrarme con unas amigas en mi casa.
-ÉL.- ¿Van a salir a
algún lado?
-ELLA.- Sí.
-ÉL.- ¿A bailar?
-ELLA.- No, vamos a ir
a algún local a conversar y tomar algo.
-ÉL.- (Luego de una pausa) Estuvo bien la
pizza, ¿no es cierto?
-ELLA.- Sí, estuvo
rica. Gracias, nuevamente.
-ÉL.- De nada…Hasta
la cebollita estaba buena.
-ELLA.-
Porque era como un aderezo.
(Ella
mira nuevamente su reloj. Su rostro refleja apuro y cierta preocupación)
-ELLA.- Miguel, ¿me
acompañas al paradero?
-ÉL.- ¿Pero no
dijiste que te ibas en quince minutos? Todavía no han pasado ni cinco.
-ELLA.- ¡Sí, pero mi
casa está lejos y el bus que tomo demora en pasar!
-ÉL.- Espérate unos
minutos más y nos vamos, ¿te parece?
-ELLA.- (Como si estuviese ordenando) ¡No,
Miguel, ya me quiero ir! ¡Quiero llegar puntual!
-ÉL.- (Lanza un suspiro de resignación) Está
bien, señorita. ¡Vamos! (se para de la
banca)
(Sofía
también se levanta. Ambos empiezan a caminar rumbo al paradero. En el trayecto
no conversan. Se nota incomodidad, molestia. Luego, llegan al paradero y
esperan el bus parados).
-ÉL.- (En tono de compromiso) ¿Qué línea
tomas, Sofía?
-ELLA.- La “S”. Pasa
por el Jockey Plaza y me deja en la avenida La Molina.
(Luego
de una larga pausa, ella se anima a hablar)
-ELLA.- ¿Y a dónde vas
tú?
-ÉL.- A la casa de
unos amigos. Saldremos a bailar y a tomar unas cervezas.
(Sofía
lo mira y se queda en silencio).
-ELLA.-…Miguel, me
avisas para ir a la obra que están dando en el Club.
-ÉL.- Pero ya para
qué. ¿No me acabas de decir que no quieres nada conmigo?
-ELLA.-…Sí, pero
podemos seguir siendo amigos, ¿no?
-ÉL.- La verdad, no
creo en eso de ser amigos. Es puro floro.
-ELLA.- Yo pensé que la
amistad la podíamos mantener.
-ÉL.-…Sofía, prefiero
que nos dejemos de ver. Si tú has puesto las cosas tan claras, mejor es
mantener nuestra distancia.
-ELLA.- Bueno, no sé.
Yo decía.
(Él
la mira, pero ella le esquiva la mirada. Se le ve pensativa y seria)
-ÉL.-
…¿Me parece o ahora estás amarga por lo que acabo de decirte?
-ELLA.- No, no estoy
amarga. ¿Por qué voy a estarlo?
-ÉL.- Entonces, me
pareció por tu rostro.
-ELLA.- No, nada que
ver.
(Él
la mira por unos breves segundos. Luego dirige su vista hacia los carros que
vienen. Ve acercarse el bus de ella).
-ÉL.- Ese es tu micro,
¿no?
-ELLA.- Sí, me parece
que sí. Bueno, entonces chau, Miguel. Nos vemos.
Sofía
hace señas al bus para que se detenga. El vehículo así lo hace. Ella está a
punto de subir
-ÉL.- (Dudando)…¡No, no, espera, Sofía! ¡Este carro también me deja cerca
de donde voy!
-ELLA.- (Alegre) ¡Perfecto! ¡Entonces, vamos!
(Ambos
suben y el bus retoma la marcha)
Escena II
(Miguel
y Sofía están sentados en unos de los asientos del bus. Este está casi vacío. En
la radio, se escuchan baladas románticas en español).
Los
dos están callados. Ninguno atina a hablar. Miguel parece arrepentido de haber
subido. Sofía está ensimismada. Hasta que suena una canción de Ricardo Arjona,
“Dime que no”, y el rostro de ella parece serenarse e incluso alegrarse.
-ELLA.- Bonita canción,
¿no?
-Él.-
¿Bonita? Insufrible, será… No sé cómo a la gente le puede gustar Arjona si es
recontra huachafo.
-ELLA.-
¿Por qué huachafo?
(Miguel
mira a Sofía con cierta lástima y responde)
-ÉL.-
¿No te has fijado en sus letras cursis? Esa canción, por ejemplo, “Señora
de las cuatro décadas” es un adefesio. (En
tono sentencioso) Arjona es música es para secretarias huachafas o gente
sin cultura.
-ELLA.- (Completamente
amarga)…¿Qué tienes, imbécil? ¿me estás diciendo huachafa?
-ÉL.-
(Totalmente sorprendido) ¿Qué te pasa, Sofía? ¡Cálmate! Solo te estoy dando
mi opinión.
-ELLA.- No me estás
dando tu opinión, Miguel. Me estás diciendo que las que escuchamos a Arjona
somos secretarias huachafas. ¿Estás loco o qué?
-Él.- No es una
alusión personal. Me estoy refiriendo a la gente en general.
-ELLA.- …Ese es el problema
de gente como tú. Porque han leído unos cuantos libros, se creen superiores a
los demás. ¿Y tú que escuchas, genio? ¿Bethoven, Mozart…Beatles, seguro?
-Él.- Sofía, yo no me
creo superior a los demás. Te equivocas. Solo te estaba dando mi opinión. Y
disculpa si te sentiste aludida. No fue mi intención.
-ELLA.-Pues ten más
cuidado con lo que dices.
-ÉL.- De acuerdo,
pero tú también mide tus palabras: me has dicho “imbécil”
-ELLA.- ¿Te lo dije?
-ÉL.-Sí, claro. ¿Ya
no te acuerdas?
-ELLA.- Discúlpame,
entonces.
(Larga
pausa)
-ÉL.- ¿Te das cuenta, Sofía, que no nos
llevamos? No somos nada y ya nos estamos peleando.
(Ella lo mira y se queda callada)
-ÉL.-Creo que fue
mejor que me dijeras que solo seamos amigos. Como ves, no tenemos nada en común
-ELLA.-
(Seria) Estoy de acuerdo, Miguel. No tenemos nada en común.
-ÉL.-…¡Al menos
coincidimos en eso!
(En
la radio ahora se escucha “El problema” de Arjona. Ella se pone a cantar en voz
baja).
-Él.-
(Luego de una pausa) ¿Me estás
sacando “cachita”?
-ELLA.-
¿Vas
a empezar de nuevo?
-Él.- Solo te estoy
haciendo una pregunta.
-ELLA.-
No,
pues. No te estoy sacando “cachita”, Miguel. Canto porque me gusta la canción. Además,
no tengo que pedirte permiso.
-ÉL.- Pero si sabes que “me fascina” Arjona, ¿por
qué lo haces?
-ELLA.- Bueno, lo
siento, aprende a ser tolerante. Además, esta canción es muy buena.
-ÉL.-
Si tú lo dices.
-ELLA.- Escucha la
letra, escucha la música. No te cierres solo porque es Arjona…Acepto que tiene
canciones medio huachafas…
-ÉL.- ¿Medio?
-ELLA.-Déjame
acabar…reconozco que tiene canciones algo huachafas, pero también tiene buenas. Un ejemplo, es
esta.
-ÉL.- Está bien,
Sofía. No quiero seguir discutiendo.
-ELLA.-
…Ahí esta tú problema, pues. ¡Eres machista! Quieres una mujer que te diga sí a
todo. Te equivocas si crees que yo soy así.
-ÉL.-
Yo no soy machista. Pero tampoco me gusta discutir por las puras.
-ELLA.-
(Murmurando para sí misma) ¡De la que me salve. Estuve a punto de
decirle que sí!
-ÉL.- ¿Qué dijiste?
-ELLA.- Nada.
-ÉL.-
(Pausa) (Murmurando para sí mismo) ¡Menos mal que no somos enamorados. Con
ese carácter…!
-ELLA.- ¿Qué cosa?
-ÉL.- Nada, nada.
(Sofía
lo mira por un momento extrañada. Luego, vuelve la mirada y sigue cantando la
canción de Arjona. Miguel pone cara de
“cuándo acabará esto” y queda en silencio. El bus sigue avanzando).
(El
volumen de la canción aumenta y la luz de la escena se apaga lentamente).
Escena III
(Miguel
y Sofía caminan en silencio por la calle. Hasta que ella, movida por un
impulso, decide hablarle).
-ELLA.-
(Irónica) Miguel,
¿por qué estás tan hablador?
-ÉL.- (Irónico) Porque me encanta discutir
contigo, Sofía.
-ELLA.- (Se ríe) ¡Qué gracioso!
-ÉL.- (Serio) No sé donde está lo gracioso.
-ELLA.- …¡Hombres,
quién los entiende!
-ÉL.- ¿No será al
revés? ¡Mujeres, quién las entiende!
-ELLA.- … ¿Y si no me
entiendes porque me acompañas a mi casa?
(Miguel
se detiene. Hace una pausa).
-ÉL.- (En tono tranquilo) Tienes razón.
Soy un “monse” por tratarte como una dama. Me olvidaba que ya pasó de moda ser
caballero. Ahora las mujeres prefieren a los patanes.
-ELLA.- Eso es
mentira. ¿De dónde sacas eso?
-ÉL.- De mi experiencia.
Las mujeres, de la boca para afuera, dicen que buscan un chico caballero,
noble, que las respete. Pero a la hora de la hora, prefieren a los idiotas que
las tratan mal… A los caballeros, ustedes los ven como imbéciles.
-ELLA.- Yo no tengo la
culpa que hayas tenido malas experiencias, Miguel. Además, yo no soy así.
-ÉL.- (Sereno) Eso es lo que dices, Sofía.
Pero eres igual…Sigues enamorada de ese tipo que, seguro, te hizo sufrir, ¿si o
no? …y que ni siquiera te llama (Ella se
queda callada) En cambio, yo, que te
trato como una dama, ni caso. ¿Y por qué? Simple: porque a las mujeres, en el
fondo, les gusta los hombres que las tratan mal.
(Sofía
se detiene)
-ELLA.-
(Amarga)
Miguel, si eso es lo que piensas, aléjate de mi vista.
-ÉL.- La típica.
Ahora te haces la víctima.
-ELLA.- ¡Cállate, deja de hablar estupideces!
-ÉL.-
(Burlón)
Sofía, me dices que por qué no hablo, y ahora me mandas a callar con insultos.
¡Quién entiende a las mujeres! ¡Que alguien en el mundo me explique por qué las
mujeres son tan extrañas, porque yo me rindo! ¡Mientras más las conozco, menos
las entiendo!
-ELLA.- ¡Y yo tampoco te entiendo! Me dijiste, en el
paradero, que no me querías ver más porque no crees en la amistad, y sin
embargo, me acompañas hasta mi casa. ¡Quién
entiende a los hombres! ¡Yo también me rindo!
-ÉL.- …Está bien,
tienes razón. Reconozco que me contradije. Pero sabes por qué
-ELLA.- ¿Por qué,
Miguel?
(Él
suspira y se queda mudo)
-ELLA.- Vamos, ¿por qué?
-ÉL.- …Ya de qué
sirve, Sofía…Total, ¿no me has dicho que me ves solo como un amigo?
-ELLA.- (Retándolo) Pero dímelo.
-ÉL.-…Ya te lo dije
en el parque. ¿Ya te olvidaste?
-ELLA.- ¿Qué me
dijiste?
-ÉL.-…¿Qué gano
repitiéndote lo que ya te dije? ¿Alimentar tu ego?
-ELLA.- Pero, vamos,
dímelo de nuevo.
(Miguel
se acerca a Sofía. La mira a los ojos profundamente. Ella también lo mira)
-ÉL.-
¡Que
no te entiendo! ¡que no sé qué quieres! ¡que soy un bobo por seguirte hasta acá!
¡pero que, a pesar de todo eso, me gustas, (él
se va acercando a ella y está a punto de cogerle la cintura) me encantas,
me fascinas!
-ELLA.- ¿Solo eso?
-ÉL.- ¡No! (la
coge de la cintura). ¡Que me muero también por abrazarte, por besarte, por…!
(Él tiene sus labios casi pegados a los
suyos).
-ELLA.- ¿Y me vas a aguantar?
(Él
afirma con la cabeza)
-ÉL.-
¿Y tú a mí?
(Sofía
afirma con la cabeza. Miguel la besa apasionadamente. Ella también. De pronto, él
aparta el rostro)
-ELLA.-
¿Y ahora qué pasa, Miguel?
-ÉL.-
Me he acordado de algo.
-ELLA.-
¿De qué?
-ÉL.-
De que tienes razón, Sofía… Arjona, a
pesar de que tiene canciones huachafas, tiene algunas buenas… “Historia de un
taxi” siempre me gustó.
-ELLA.- (Se ríe) ¡Vaya, hasta que reconociste! (Se abrazan y retoman la marcha).
-ÉL.-
Me daba vergüenza aceptar, sabes…De adolescente, me gustaba Arjona. Había una
que se llamaba “Concierto de Aranjuez” creo, que también me gusta.
-ELLA.- Ah, te refieres a “Mi primera vez”. Sí,
es bonita y tierna (Ella se pone a
cantar la letra) “Despacio comienzo en tu boca// Despacio y sin quitarte la
ropa// Mi cama no merece tu cuerpo//Virgen como el Amazonas//Mucho para un lobo
cazador//Ideal para el amor. //Despacio voy por tu corazón//Despacio y me
detiene un botón…”.
-ÉL.- (Se ríe) Pero eso sí, la canción “Mujeres” es horrible.
-ELLA.- (Se detiene) ¿Horrible? Horrible serás tú
-ÉL.- Sofía, ¿ya comenzamos de nuevo?
(Los
dos se miran y se ríen estrepitosamente. Luego caminan abrazados y desaparecen
detrás del escenario. Las luces se apagan).
-Fin de la obra-