domingo, 27 de abril de 2014

12 años de esclavitud


Las buenas películas, como toda obra de arte, no solo entretienen sino que conmueven, cambian tu visión del mundo, te hacen tomar conciencia de algo que antes pensabas intrascendente, pero que no lo era. Es el caso de “12 años de esclavitud” (2013), película ganadora del último Oscar, que refleja de manera excelente los abusos que hubo durante la etapa de la esclavitud en los Estados Unidos, a mitad del siglo 19. La película, basada en la realidad, cuenta la historia del negro Solomon Northup, que vive libre en Nueva York, pero un día es drogado y vendido como esclavo en Nueva Orleans (el sur). A partir de ahí, se narra los 12 penosos y difíciles años que tiene que sufrir Solomon antes de ser liberado y regresar con su familia.

El director Steve McQueen logra plasmar o crear un retrato duro pero verídico de lo que ocurrió en Estados Unidos, y otros países, a mitad del siglo XIX. Es decir, ese proceso de animalización que produce la esclavitud. Ese estado de sojuzgamiento total, en el cual la persona pierde su amor propio, su autonomía, sus derechos y se vuelve en un ser sumiso que solo busca sobrevivir. Por otro lado, también se observa la contraparte. Aquellos hacendados blancos que pensaban que porque “compraban” a un negro, podían hacer lo que se les daba la gana con sus esclavos. Mc Queen filma con sobriedad pero sin maquillar la verdad de aquella lamentable época. Y como obra de arte, es un alegato a favor de la libertad de las personas, a nunca más repetir un sistema tan injusto, y a comprobar, al menos de cierta manera, que en estos casi 160 años transcurridos hemos evolucionado y nos hemos hecho un poco más humanos. Un claro ejemplo, es que el presidente de los Estados Unidos es un hombre de raza negra. ¿Quién se lo hubiera imaginado en aquel entonces o hace tan solo 50 años?

Finalmente, esta película debe ser pasada en todos los colegios, para que los niños y adolescentes sepan lo que fue el esclavismo y por qué cualquier tipo de discriminación o racismo es malo.

domingo, 13 de abril de 2014

Los siete locos


El escritor argentino Roberto Arlt (1900-1946) escribió su novela “Los siete locos” en 1929 –su segunda novela de las cuatro que escribió–. De mi viaje por Buenos Aires, inducido por la recomendación del maestro Reynaldo D´Amore que hablaba muy bien de Arlt, compré esta novela que un librero de El Ateneo me recomendó. Sin duda, luego de leer la novela, puedo señalar que Arlt tiene un estilo particular y la trama de su novela simula una mezcla de novela psicológica (a lo Dostoievski) y policial. El argumento gira en torno al sombrío y angustiado Remo Erdosain, un mediocre cobrador que ha estafado a la empresa en la cual trabaja. Y que al ser delatado, y descubrir que su mujer lo abandonó, decide matar al delator. Asimismo, junto con un personaje enigmático conocido como el Astrólogo deciden formar una organización secreta que piensa transformar el mundo.

La novela escrita con muy buena prosa, llama la atención hasta la mitad por ese mundo conflictuado en el que vive Endorsain. Es decir, seguimos la trama cautivados por la psicología del personaje y por saber si Erdosain, que ha sido atrapado en su delito y le han dado un plazo para reponer el dinero, va a ir a parar a la cárcel o no. Por si fuera poco, la prosa de Arlt es envolvente y la galería de personajes que muestra causan asombro, extrañeza. Sin embargo, luego de que Erdosain obtiene un préstamo involuntario del Rufián Melancólico, un proxeneta, y se libra de la cárcel, la trama comienza a decaer en interés. El argumento se encausa a la formación, junto con el Astrólogo, de una extraña sociedad secreta que busca conquistar el mundo y que tiene como primer objetivo matar a Barsut, quien delató a Erdosain. Es entonces que la historia se torna excesiva, algo incoherente, absurda, la trama se paraliza, no avanza  y se detiene en describir los sueños, angustias y planes de Erdosain y el Astrólogo, antes de matar a Barsut. Solo al final, sabemos del desenlace ya previsible de Barsut y la buena prosa de Arlt no basta, a mi modesto entender, para sostener la novela hasta el final. A pesar de todo, hay cosas destacables en la novela: la originalidad de Arlt –su estilo y sensibilidad peculiar –, su capacidad para crear atmósferas internas y externas y, como ya dije, su buena prosa. Todo eso explica, como señala el escritor Ricardo Piglia, que se le considere a Arlt como aquel que inauguró la novela moderna argentina.