viernes, 30 de septiembre de 2016

Fin

Luego de varios meses de corrección, y tras varios años de haber iniciado el proyecto de escribir sobre chicas (todo empezó en setiembre del 2012), hoy culminé mi segundo libro. Es decir, he demorado, robándole tiempo a los estudios y al trabajo, 4 años en culminar el bendito libro. Sé que si lo vuelvo a leer voy a tener ganas de seguir corrigiéndolo, pero ya no puedo dedicar más tiempo a este. Es hora de dejar partir al libro y abocarme a nuevos proyectos (por ejemplo, mi tesis de maestría) . Solo sé que di mi mayor esfuerzo a pesar de mis limitaciones y espero, de todo corazón, que al menos un par de relatos estén decentes.

Han transcurrido casi 6 años desde que acabé mi primer libro de cuentos (agosto del 2010). Este lo publiqué en julio del 2011 y lo presenté en setiembre del mismo año en el Icpna de Miraflores. Luego estuve un año sin escribir una sola línea hasta setiembre del 2012, en que comencé a escribir los borradores de los cuentos que componen esta nueva obra. Inicialmente, se componía de 10 relatos (cada uno lleva el nombre de una mujer), pero al final prescindi de dos, pues sentí el libro muy redundante y predecible. Finalmente, debo decir, más allá del resultado,  que he tratado de escribir un libro sencillo, entretenido, sincero, bien escrito, con algunos juegos de técnica. Haciendo el paralelo con la música o el cine, he intentado hacer una balada pop o una comedia romántica. ¡Espero haberlo logrado!

jueves, 22 de septiembre de 2016

Diario de un profesor (32)

Recuerdo que en tercero de media, tenía una profesora de Lenguaje, pequeñita, gordita y de cabello corto, que con solo mirarnos hacía que los 44 alumnos varones de mi colegio guardáramos silencio. Mi aula era el terror del resto de profesores, sin embargo, esta mujer  -que valgan verdades tenía aspecto de bruja mala-  hacía que los más malcriados de  mi clase se conviertan en mansas palomitas. Yo, personalmente, le tenía miedo, pavor. Más aun, cuando explicaba el tema de las oraciones arbóreas en la pizarra, y con su potente y amarga voz, llamaba a alguno de nosotros al frente y nos pedía resolver algún ejercicio. Yo, desde mi carpeta, muerto de miedo, rezaba a diosito para que no me llamara, porque además que sabía que no iba a poder resolver el bendito ejercicio, iba a ser blanco de sus reproches y burlas. Ese año, recuerdo que debido al miedo no aprendí nada y terminé odiando las oraciones arbóreas. Ahora que han pasado los años, y me dedico a la docencia, sé que la disciplina en un aula es vital para el desarrollo normal de una clase (precisamente el mayor temor de un profesor, y causante del estrés, es el no poder lidiar con la disciplina dentro de un aula). Y esta profesora tenía un don en mantener la disciplina en su aula. No obstante, como alguna vez señaló el educador Constantino Carvallo, un poco de temor por parte de los alumnos es bueno (ya que eso genera respeto); sin embargo, el exceso de temor o miedo termina resultando contraproducente, ya que bloquea el aprendizaje. Precisamente, eso es lo que me pasó a mí, pues el miedo que me producía aquella profesora, hizo que no pueda concentrarme ni entender y menos disfrutar del aprendizaje. Por eso, lo ideal es que los profesores manejen la disciplina en su clase (cómo lograrlo es otro gran tema), pero a través del respeto y no del miedo.


miércoles, 7 de septiembre de 2016

El paso del tiempo

En 1976, nació Alex, mi mejor amigo. En 1976, nació mi primo Diego. En 1976, nació mi amigo escritor Javier S y mi amigo abogado y poeta Ricardo. En 1976, nació también el escritor peruano Renato Cisneros y el actor, escritor y conductor Aldo Miyashiro. A los dos primeros, los conozco de toda la vida. Es decir, desde que eramos niños y jugábamos Bata, chapadas, Mundo, Nintendo, etc. Recuerdo, con Alex, mi mejor amigo, haber coleccionado figuritas para llenar el álbum del mundial de fútbol de Italia 90. Recuerdo, en 1993, yo con 14 y él con 17, haber asistido a mi primer tono en el Club Petroperú. Recuerdo, cuando en el verano de 1994 (ayer nomás), jugábamos básquet todos los días, y en febrero él cumplió 18 años. Recuerdo, nítidamente, cuando un mes más tarde, me mostró orgulloso su Libreta Electoral (hoy DNI), con su foto de adolescente, de cabello largo, y su metro setenta y ocho de estatura. Pues bien, en febrero último, mi gran amigo Alex cumplió 40 años. ¡40 años! En qué momento transcurrió tan rápido el tiempo. Pareciera como si fuera ayer cuando jugábamos en nuestro barrio y hacíamos carreras para ver quién era el más rápido. ¿No fue ayer, en enero del 2002 (yo tenía 22 y el 25), que viajamos en bus a Chile y conocimos Arica e Iquique? ¿No fue ayer, en el 2004 (yo 25 y el 28), que me acompañó a mi graduación en la universidad? Sí, mi amigo Alex tiene hoy 40 años, al igual que la mayoría de los antes mencionados (mi primo Diego los cumple en noviembre),  y hoy reside en Estados Unidos y es padre de un niño de 7 años. ¡Es el paso del tiempo, nadie lo detiene! Yo también en poco menos de 2 años y medio, cumpliré esa bendita edad. Y solo queda aprovechar el tiempo. ¡No queda otra! ¡Carpe diem!