lunes, 29 de septiembre de 2014

La fiesta del Chivo


Novela publicada en el 2000, “La fiesta del Chivo” es considerada como la mejor novela peruana de los últimos 20 años, según una reciente encuesta entre entendidos.  Luego de leerla, no puedo más que alabar a su autor, Mario Vargas Llosa, por su ambición y por plasmar una novela que seguramente pasará la barrera del tiempo, retratando de manera artística lo que significan las dictaduras y las consecuencias negativas que trae, siempre, para un país y  para la gente en materia de derechos humanos y libertad. No es casual, también, que Vargas Llosa escribiera y publicara este libro en la época que en el Perú se vivía el gobierno autocrático de Alberto Fujimori, quien por entonces se lanzaba a una segunda reelección y que controlaba las instituciones.

“La fiesta del Chivo” retrata la dictadura sangrienta y prepotente de Rafael Leonidas Trujillo, quien gobernó República Dominicana entre 1930 y 1961. Trujillo era una suerte de Dios humano que todo lo que él decía se cumplía sin murmuraciones. Tal fue su poder que la capital (hoy Santo Domingo) llevaba el nombre de Ciudad Trujillo. Además, durante su gobierno (que terminó con su asesinato por un grupo de rebeldes), se cometieron innumerables asesinatos y desapariciones; e incluso se acostaba con las mujeres de sus subalternos, sin que estos hicieran nada al respecto.

La novela está magistralmente estructurada y narrada. Comienza con 3 narradores que se van intercalando capítulo a capítulo: Urania Cabral, hija del Presidente del Senado, quien fue violada por Trujillo y que regresa a República Dominicana 35 años después; el grupo de rebeldes que está a punto de emboscar y asesinar a Trujillo; y el mismo Trujillo en sus últimos días de vida. En la parte final, luego del asesinato de Trujillo, la historia desarrolla lo que ocurre después de su muerte (una persecución contra los asesinos e implicados en el golpe y la vuelta a la democracia y la amnistía para los sobrevivientes) y concluye con la historia de Urania Cabral narrando la pesadilla que le tocó vivir de niña a manos de Trujillo.

En conclusión, este libro es un claro ejemplo de que Vargas Llosa, contra lo que muchos piensan, no solo escribió sus mejores novelas al inicio de su carrera, sino que en el 2000 publicó otra excelente obra que está a la altura de aquellas y estoy seguro formará parte de sus novelas imprescindibles.  

 

 

jueves, 11 de septiembre de 2014

Jennifer Capriati

Crecí escuchando los nombres de mujeres tenistas como Steffi Graf, Martina Navralatinova, Gabriela Sabatini, Arantxa Sánchez, etc. En 1990, irrumpió una adolescente estadounidense de 13 años, Jennifer Capriati (1976), que fue catalogada como una niña prodigio y que se avizoraba como la futura número 1 en reemplazo de la invencible alemana Steffi Graff. Tanto así que en sus primer año como profesional ya había alcanzado una semifinal en el Roland Garros y estaba en el top 10. En 1991 y 1992, obtuvo también buenos resultados: semifinales en Wimbledon y US Open, en 1991; y medalla de oro en las Olimpiadas de Barcelona 1992. Se esperaba, en los próximos años, su consolidación.

Sin embargo, en 1993 tuvo un bajón en su juego y durante 1994 y 1995 se retiró del circuito para estudiar en la Universidad. En ese lapso de tiempo se vio implicado en problemas de drogas y robo. En 1996, con 20 años, retorna al circuito, pero está muy lejos de su nivel y cae en primera ronda en todos los Grand Slams en los que participa. Igual ocurre en 1997 y 1998. Ya para entonces, nadie daba un peso por la otrora niña prodigio del tenis. Ni siquiera sus seguidores. Se pensaba que Jennifer Capriati era un claro ejemplo de esas deportistas que surgieron como grandes promesas, pero que quedaron solo en eso: en una promesa.

En 1999 y 2000 mejoró su juego, aunque todavía estaba lejos de sus inicios. Consiguió cuartas rondas en algunos Slams y una semifinal en el Abierto de Australia en el 2000. Hasta que vino el milagro. Hasta que ocurrió lo que nadie se esperaba. Jennifer Capriati, en el 2001, hizo una temporada fenomenal que la llevó al número 1 del ránking. En ese inolvidable año ganó los abiertos de Australia y el Roland Garros, además de semifinales en Wimbledon y Abierto de Estados Unidos. En el 20012, también comenzó de manera brillante, obteniendo por segunda vez el abierto de Australia y llegando a la semifinal en el Roland Garros y luego a cuartos de final en los dos torneos restantes. Jennifer jugó dos años más obteniendo buenos resultados: tres semifinales y cuatro cuartos de final y se retiró en el 2004.

En el 2012, según Wikipedia, ingresó al Salón de la Fama del Tenis por su brillante carrera deportiva.
Concluyendo, Capriati resulta un ejemplo para todos, porque demostró, cuando nadie daba un cobre por ella, que el poder mental y el trabajo disciplinado pueden dar frutos. Y que depende de uno salir adelante. Capriati, en esos años perdidos, me imagino que dudó de su talento, de su capacidad, estaba llena de problemas que no la dejaban estar tranquila para poder jugar, hasta que  un día hastiada de aquello, comenzó a trabajar, a trabajar, a buscar su esencia que había perdido (esa niña que jugaba al tenis con amor y en el cual el tenis era su vida). Y finalmente, lo consiguió.