martes, 5 de octubre de 2021

Recuerdos del colegio (1)

Cuando era niño, 9 o 10 años, me encerraba en el baño y me ponía a leer un librito con los récords de las olimpiadas de mi colegio. Me sabía de memoria los nombres de aquellos alumnos que poseían los mejores tiempos en atletismo y natación. Por ejemplo, los récords de 50 y 100 metros planos, de 5to y 6to grado, eran de un tal Aldo Olcese Vasallo establecidos en 1985 y 1986, respectivamente. Y el récord de natación de 5to de media, en 50 metros libre, era 27 segundos clavados de un chico apellidado Bohabot. Yo soñaba con que mi nombre figurara un día en esa lista. Sin embargo, la realidad era totalmente esquiva para mí. Mi máximo logro era haber llegado, en 4to de primaria, a la final de los 300 metros planos atletismo y haber quedado último (octavo), con un tiempo de 57 segundos, pese a que clasifiqué con 56. En 5to de primaria mis resultados fueron peores, pero mis sueños se mantuvieron intactos. ¿Cuándo podría ganar una medalla por mí mismo?, me preguntaba ya con desconfianza. Fue recién en 6to grado, cuando empezaron a cumplirse mis pequeñas pero grandes ambiciones. Una tarde de octubre, bajo un sol intenso, en la cancha principal de atletismo, para sorpresa mía y de mis padres, el enano que era yo dio un salto que dejó sorprendidos a todos los presentes y obtuve la medalla de plata en salto largo con una marca de 3.80 metros (lejos de Xavier Laucirica que ganó con 4.03 cm). Pero no quedaron las sorpresas ahí. Una semana después, quedé también en segundo lugar en los 25m de natación, estilo pecho, con 22 seg, detrás del mejor nadador de mi año: Daniel Abregú, que hizo 20 seg. (Al año siguiente, por esa marca, representaría a mi colegio en Adecore y nadaría 100 m pecho en la piscina olímpica del Campo de Marte). Finalmente, a mediados de noviembre, por primera vez en mi vida, en la carrera más emocionante que recuerdo y que espero un día contar, quedé tercero en la final de los 400 metros planos atletismo, con 1 min 11 seg, detrás de Christian Monsalve (1 min 8 seg) y mi amigo Álvaro Roggero (1 min 9 seg). Es cierto, no había ganado el oro y mi nombre no figuraría en la lista de los récords de mi colegio, pero no importaba. Para mí era como si hubiese ganado. Y seguí soñando con los años que venían.