domingo, 20 de agosto de 2023

Diario de un profesor (85)

Entre las comentarios que colocan mis estudiantes al final del ciclo, en la encuesta anónima que completan, veo que uno de ellos es que califico muy bajo y mis criterios de calificación a veces no son muy claros. Por un lado, estoy de acuerdo en que mis criterios de evaluación, a través de la rúbrica, pueden mejorar y así reducir lo máximo posible el aspecto subjetivo (que siempre está presente). Sin embargo, no comparto aquello que califico bajo. Sé de colegas que, en sus evaluaciones, jalan a medio salón o más y el promedio del aula es 11 o menos. Yo, en general, a lo más termino desaprobando en mis cursos a 3 o 4 estudiantes, y básicamente porque flojearon demasiado y no se esforzaron lo suficiente. Además, califico con notas altas que van de 16 a 18. Pese a eso, recordé, en este ciclo, a una alumna que siempre me decía que calificaba bajo, pese a que obtenía 16 de nota y todavía tenía aspectos por mejorar. ¿De dónde viene esa idea de sacar notones? En mi época 16 era una buena nota. Lo mismo ocurrió con otro alumno, que al entregarle sus notas de examen final y exposición, me mostró una cara de molestia por los dos 16 que había obtenido. El chico se despidió fastidiado, pero al ver sus evaluaciones consideré adecuado los puntajes obtenidos. Y me vuelvo a preguntar: ¿De dónde viene esa idea de sacar notones? Más si se toma en cuenta, que los estudiantes estás en proceso de formación y están aún lejos de la excelencia o la perfección, que por cierto no existe.

 

 

Diario de un profesor (84)

Acaba un nuevo ciclo en la institución educativa donde laboro. A la semana, recibo el resultado de las encuestas referenciales docentes. Ingreso con temor a ver mis resultados (de ser posible me persignaría antes de verlos). Para mi sorpresa y alivio, veo que los alumnos me han calificado bien y mi promedio es bueno y se mantiene respecto a los ciclos anteriores. Sin embargo, observo resultados que me dejan pensando. Por ejemplo, el aula que me costó más trabajo y me hizo perder a veces la paciencia, fue la que me calificó más alto. Igual sucedió con otra aula que sentía que la conexión o vínculo no era como me hubiese gustado. Por el contrario, otra sección -tranquila y que incluso sentí que me llevaba bien con la mayoría de ellos- fue la que me evaluó más bajo. Es decir, a partir de anteriores experiencias, puedo indicar que las aulas más tranquilas o sosegadas no son síntoma necesariamente de un buen clima educativo, sino de alumnos que de repente no se sienten en confianza para preguntar o que no están motivados con tu curso o que simplemente les caes antipático.

 

Libros leídos

  

En estos meses, de abril a julio, por motivos de trabajo, no pude escribir en este blog. Y en agosto, que estuve de vacaciones, la pereza me ganó. Sin embargo, en estos meses, robándole tiempo al tiempo, aproveché para leer algunos libros interesantes. 

Dos de ellos fueron novelas del escritor francés David Foenkinos. La primera fue Lennon, un libro biográfico de ficción, donde Foenkinos escribe en primera persona una autobiografía del famoso Beatle. Sin duda, un libro que te adentra en la vida del famoso y genial músico, muy bien escrito y verosímil al internarse en la psiquis del artista. El segundo libro del mismo autor fue La biblioteca de los libros rechazados. Esta es una novela totalmente diferente a la primera, que mezcla humor e intriga, y te lleva de las narices a un final inesperado. No es un gran libro, pero es muy entretenida, ligera y está bien escrita.

Otro autor que leí fue el norteamericano Philip Roth y su novela La mancha humana. Al igual que en Pastoral americana, Roth hace una brillante radiografía de la sociedad norteamericana de fines del siglo XX y, a partir de un protagonista exitoso que cae de pronto en desgracia (Coleman Silk, decano de una universidad), muestra las complejidades del alma humana y una sociedad en crisis.

Finalmente, estas dos semanas leí el libro Mi lucha, de Adolf Hitler. Más allá de sus ideas descabelladas, que propugnan una raza pura (la aria), hay que destacar que este libro explica muy bien cómo nace el odio de Hitler a los judíos, la crisis que sufría Alemania tras la Primera Guerra Mundial, el caldo de cultivo que originó el surgimiento del Nazismo y cómo un líder controvertido generó un partido de fanáticos e intolerantes nacionalistas que -a través de la propaganda política, la oratoria y la fuerza- condujo a un pueblo a la guerra y la autodestrucción. 

viernes, 17 de marzo de 2023

El hablador

El hablador (1987) es una novela del laureado escritor peruano Mario Vargas Llosa que resulta fallida. Compuesta de 8 capítulos, el libro posee interés inicial -sobre todo los capítulos impares- con el fin de saber el destino de Mascarita (Saúl Zuratas), aquel compañero de universidad en San Marcos que queda fascinado con las culturas amazónicas. Sin embargo, los capítulos pares son un recuento de la mitología machiguenga, pero que no me generan interés y se hacen tediosos para el lector. Posiblemente, hubiese sido bueno un glosario con los términos y personajes selváticos que el novelista emplea en la novela. Eso hubiera facilitado la lectura al lector, sobre todo al inicio. Además, Vargas Llosa falla al contar esos capítulos pares, ya que no existe ninguna tensión narrativa ni giro dramático, salvo el enterarnos que el personaje del hablador resultará siendo el famoso Mascarita.


Lejos del nivel de sus principales novelas, incluso respecto a la calidad de la prosa, que aquí es más pobre, El hablador muestra eso sí a un autor que no se repite y busca nuevos modos de contar historias, pero aquí fracasa. Este libro posee un valor más social o cultural, ya que refleja las fricciones entre la visión occidental y la visión nativa de las culturas amazónicas del Perú, en especial la de los machiguengas. 

 

lunes, 27 de febrero de 2023

La civilización del espectáculo

 

La civilización del espectáculo (2013) es un libro ensayístico del premio Nobel del Literatura Mario Vargas Llosa. Aquí plantea su hipótesis de que actualmente vivimos en una sociedad donde prima el entretenimiento, la frivolización. Con prosa ágil y sencilla, Vargas Llosa -de manera inteligente y aguda- nos cuenta cómo esta civilización del espectáculo se ve reflejada en la política, en las artes (la literatura, la pintura, la musica, etc.), en la religión, en el concepto de cultura (que ahora puede referirse a todo o nada), en el erotismo, etc. El escritor peruano se apoya en una serie de autores para validar sus puntos de vista y da numerosos ejemplos para graficarlas. Además, hace una furibunda crítica a los académicos posmodernos quienes, apoyándose en una prosa hermética, lo que han hecho es contribuir a esa sensación de caos respecto a conceptos como cultura, realidad y ficción, ética y valores. Hay que indicar que cada capítulo va acompañado de artículos, de su columna "Piedra de toque", que son antecedentes de sus ideas propuestas.


Por otro lado, uno de los capítulos más interesantes es el dedicado a la religión, ya que muestra los matices en torno a este fundamental tema, es decir, Vargas Llosa alude a lo positivo y negativo de la religión, de su relevancia para la base de la democracia. Pero a su vez, si los estados renuncian a ser laicos, la religión representa un peligro ya que su raíz es autoritaria. Por tanto, indica Vargas Llosa, un Estado democrático debe ser laico porque eso garantiza el respeto de culto a todas las religiones (no solo a una) y están constreñidas al plano privado y no público.

En suma, La civilización del espectaculo es un libro de lectura obligada y, pese a algunos puntos controvertidos (como indicar que Woody Allen, al ser considerado uno de los grandes cineastas actuales, es un síntoma de la frivolización del cine), este ensayo muestra que Vargas Llosa no es solo un buen novelista, sino un agudo intelectual comprometido con su tiempo. 



 


viernes, 24 de febrero de 2023

Diario de un profesor (83)

Caso de alumno con dificultades emocionales: el ciclo pasado me tocó el caso de un alumno que presentó una conducta oposicionista desafiante. Fue cuando le entregué uno de sus exámenes y noté que me miraba con odio. Pese a que luego di al salón una charla acerca de que deben perseverar y no desanimarse si han obtenido bajas notas o que no se tomen de manera personal las calificaciones (ya que el profesor solo corrige), al final de la clase, el alumno se acercó furibundo a increparme. Me exigió razones de por qué lo había desaprobado y, pese a que se las di, seguía entercado en que yo no debí jalarlo y se comportaba algo insolente. Decidí no seguirle la cuerda y le dije que su nota me parecía justa y que si tenía alguna queja vaya a Estudios Generales. Finalmente, salió del aula tirando la puerta con fuerza. A los 10 minutos el estudiante volvió y me pidió disculpas por su conducta, "estaba caliente", se excusó. Le dije que me parecía de valientes disculparse por un error, que yo también me equivoqué cuando era joven y le di la mano como señal de que lo que pasó era parte del pasado. En las siguientes clases, el alumno mejoró notablemente su comportamiento.

Señales-indicadores: El tono colérico del alumno, la mirada flamígera (que bota llamas), impulsividad al actuar, culpar al docente de su baja nota, obstinación.

Propuesta de abordaje: Creo que hice bien al cortar la conversación cuando noté que alumno se tornaba algo insolente al plantear la queja sobre su nota. Sin embargo, lo que puedo reforzar es contar con una rúbrica más precisa que no dé espacio para que el alumno trate de justificar lo injustificable. Asimismo, una semana antes de cada evaluación, puedo enfatizar cuáles son los criterios de calificación de la rúbrica y así evitar futuros conflictos.

Diario de un profesor (82)

Caso de alumno con dificultades de aprendizaje: al inicio del ciclo 2022-2, noté que un alumno, que había estado conmigo el ciclo anterior, se había matriculado nuevamente conmigo. Recordé que el estudiante tenía graves problemas de redacción y que había pasado con 11 gracias a los trabajos grupales (ya que en los exámenes individuales jalaba de manera clamorosa). En este ciclo 2022-2, nuevamente el alumno se vio favorecido con los trabajos grupales, ya que le había tocado un buen equipo. Sin embargo, en el primer examen individual desaprobó con 07. Fue entonces que decidí conversar con él y decirle que, a partir de ahora, él iba a hacer sus trabajos de manera individual, porque era la única forma de que aprenda a escribir bien y yo poder retroalimentarle. Aunque al inicio le costó, quedé sorprendido porque poco a poco fue mejorando su escritura (lo felicité por sus progresos) y pasó el curso con una nota decente.

Señales-indicadores: Notas desaprobatorias en los exámenes individuales en contraste con sus notas en grupo; poca participación en clase; graves problemas de redacción al construir sus textos; poca o nula participación cuando se juntaba con su grupo a trabajar.
Propuesta de abordaje: A partir de lo visto, y aunque no me animo a dar un diagnóstico de si lo suyo era solo falta de motivación o algún tipo de dificultad de aprendizaje, considero que sí estuvo bien mi estrategia de que trabaje solo para que así pueda mejorar su redacción. Lo que sí pude haber mejorado, y no hice, fue haber tenido una charla privada con él para escuchar el punto de vista del estudiante. Es decir, a través de estrategias de indagación y escucha activa, saber qué era lo que él estaba sintiendo y cómo yo podía ayudarlo.  Sí recuerdo haberlo invitado a las asesorías para hablar de su caso o reforzar aspectos de redacción, sin embargo, no llegó a acudir. En todo caso, al final de la clase, pude haber conversado con él a fin de identificar, reconocer y validar sus emociones, intereses y aspiraciones.

martes, 31 de enero de 2023

Los de abajo

 

Los de abajo es una novela de Mariano Azuela sobre la revolución mexicana. Publicada, por primera vez, durante 1915, a manera de folletines, en el periódico El Paso del Norte, Azuela, quien fue doctor y testigo directo de la revolución de su país, plasmó en esta novela su visión de lo que significó este hecho histórico. 


La historia, contada a la manera de un western y con el uso del español mexicano de la época, relata las aventuras de Demetrio Macías, quien encabeza un grupo de revolucionarios simpatizantes de Pancho Villa y que se enfrentan a los federales del general Huerta, quien había traicionado y asesinado a Francisco Madero. Lo interesante de esta novela, además de la prosa bien trabajada  y la excelente caracterización de los revolucionarios que acompañan a Demetrio Macías en sus andanzas, es que muestra varias caras de lo que significó la revolución. Es decir, cómo esa visión idealista con la que partieron muchos revolucionarios fue mutando a una visión más interesada y de provecho propio; muestra cómo muchos de ellos no saben realmente por qué causa están peleando; muestra la división en facciones entre los revolucionarios, al caer Huerta, y la lucha encarnizada por el poder entre Pancho Villa, Emiliana Zapata y Venustiano Carranza. Además, muestra los excesos tanto de los federales (oficiales del Gobierno) como de los revolucionarios contra el pueblo al que dicen defender, a través de saqueos, matanzas, incendios. Por tanto, al final es pueblo es el sacrificado  y la revolución lo único que hizo fue empobrecer más a la gente. 


Los de abajo es una novela realmente valiosa no solo históricamente, sino también literariamente. Y su final, en el cual Demetrio Macías se ve acorralado por un grupo contrario, y al ver morir a sus compañeros, él se defiende disparando, es digno de las mejores películas western.


martes, 10 de enero de 2023

Poeta en Nueva York y Romancero gitano

 

                                                         
No soy asiduo a leer poesía, ya que en su mayoría considero que es hermética. Por eso, prefiero leer cuentos, novelas y crónicas. Sin embargo, aprovechando mi verano y luego de leer un libro de ensayos, me forcé a leer algo de poesía para cubrir o parchar mis baches o vacíos intelectuales. Con ese fin, desempolvé de mi biblioteca un viejo libro del español Federico García Lorca (1898-1936) que contenía sus poemarios Romancero gitano y Poeta en Nueva York. Pese a que la reseña me decía que era su poemario más difícil en cuanto a estructura y contenido, comencé leyendo Poeta en Nueva York. Sinceramente, hubo varios poemas que no entendí y cuyas únicas referencias y pistas que obtuve o procesé fueron gracias a los títulos o alguno que otro verso. Me gustó "Vuelta del paseo" que muestra el desasosiego del poeta en la gran urbe norteamericana al señalar, en uno de sus versos, que se siente "Asesinado por el cielo". Hay títulos de poemas que son bien gráficos respeto a la visión negativa de García Lorca respecto a la ciudad norteamericana, por ejemplo, "Paisaje de la multitud que vomita", "Paisaje de la multitud que orina" o "Panorama ciego de Nueva York" y otros bien descriptivos como "Ciudad sin sueño". Asimismo, uno de los mejores poemas a mi gusto es "Oda a Walt Whitman", aunque no entiendo o no estoy seguro del sentido que le quiere dar a la palabra "maricas".


Con respecto a su poemario Romancero gitano que, según la reseña, es su poemario más celebrado y que muestra al mundo gitano como representativo de la ciudad de Andalucía, es un libro más sencillo de entender -aunque no fácil-. Aquí, para mi gusto, el poema más sencillo y hermoso -y que se asemeja a esa poesía que destilan sus hermosas obras de teatro- es "La casada infiel". Sin embargo, hay otros poemas más complejos de leer, en los cuales uno siente que no cuenta con los conocimientos culturales y poéticos suficientes para aprehender ese rico y complejo mundo gitano, que es representativo de Andalucía y España. No es casual que García Lorca dijera respecto a su Romancero gitano: "El libro en conjunto, aunque se llama gitano, es el poema de Andalucía; y lo llamo gitano porque el gitano es lo más elevado, lo más profundo, lo más representativo de su modo y el que guarda el ascua, la sangre y el alfabeto de la verdad andaluza y universal".

 Fuente foto: Goodreads





jueves, 5 de enero de 2023

Diario de un profesor (81)

En medio de una clase que empezó a las 2 de la tarde, mientras explico un tema de redacción y el aula es un completo silencio, escucho -desde el fondo- algo parecido a un pedo. Por un par de segundos me quedo en silencio, no sé cómo reaccionar; por un lado, no estoy seguro si efectivamente es un pedo y, por otro lado, en medio de la multitud (son casi 40 alumnos), no tengo la menor idea de quién pudo haber sido. Un segundo después, vuelvo a escuchar otra flatulencia y veo que un muchacho hace un gesto de asco. Los demás se quedan en completo silencio y como si nada hubiese ocurrido. Decido, finalmente, poner un rostro de circunstancias  y continúo mi clase como si nada hubiese ocurrido. 

Cuando finaliza la clase, ya solo, pienso en la situación y reflexiono sobre si actué bien. No noté que hubiese malicia de parte de alguien; fue, seguramente, un hecho accidental, pienso. Recordé también, cuando tenía 19 años, y en una clase en la universidad, después del almuerzo, se me escapó un fuerte pedo y nadie supo cómo reaccionar y terminamos ignorando lo sucedido. Yo, totalmente avergonzado, sudé frío y agradecí que ni el profesor ni mis compañeros me hubiesen señalado con el dedo acusador. Por último, y de manera más jocosa, rememoré que en el colegio, en cuarto de media, un compañero se tiró un silencioso pedo que dejo la estela de un olor desagradable que se esparció por todo el aula. Algunos compañeros esbozaron muecas de asco y desagrado, otros se levantaron de sus carpetas como echándose aire. La profesora de inglés suspendió la clase y conmino a que se levantara aquél que se tiro el silencioso gas con olor asesino (nadie sabía quién había sido). Por supuesto, nadie se levantó y ese día la profesora no hizo clase para beneplácito de los alumnos. Lo mismo ocurrió en la siguiente clase. 




domingo, 1 de enero de 2023

La llamada de la tribu

 

La llamada de la tribu es un libro de ensayos del 2018 del escritor peruano Mario Vargas Llosa. En este libro, el premio Nobel de Literatura hace un repaso por los intelectuales que lo han influido y lo llevaron a profesar la doctrina liberal. Tal como indica en la introducción, esta obra es una autobiografía intelectual de Vargas Llosa quien en su juventud fue socialista, pero luego -desengañado de la utopía socialista- fue adoptando una postura liberal. 

Aquí el escritor peruano examina -con buena prosa y lenguaje sencillo- la vida y las ideas de siete pensadores liberales que lo han marcado: Adam Smith, José Ortega y Gasset, Friedrich von Hayek, Karl Popper, Raymond Aron, Isaiah Berlin y Jean-Francois Revel. Leyendo las ideas de estos intelectuales, y tal como indica Vargas Llosa, uno descubre que el liberalismo tiene varios puntos en común, pero también muestra diferencias en los pensamientos de estos autores. Asimismo, el liberalismo presenta diferentes caras: el económico, el social, el político, etc. Por ejemplo, el español Ortega y Gasset era liberal en los planos social y político, pero no en el plano económico. Por otro lado, y leyendo a estos diversos autores, uno ve que Vargas Llosa comparte, como Karl Popper, la idea de que el Estado debe entrometerse lo mínimo posible en el mercado (los privados) y darle libertad a las iniciativas individuales (ya que estas son generadoras de riqueza); sin embargo, coincide con Popper en que no basta con el liberalismo económico, sino que este debe ir  acompañado de un liberalismo social y moral que combata los abusos del mercado  y la corrupción. Y para eso, el Estado sí debe crear una base de igualdad de oportunidades a partir de una educación pública gratuita y de calidad, de iniciativas de orden social como "la jubilación, seguros de desempleo y accidentes de trabajo", además de una vida cultural rica y asequible para todos. Asimismo, ambos -y todos los pensadores liberales- defienden la libertad, ya que "los controles económicos, sociales, culturales, van recortando las iniciativas y libertades hasta abolir la soberanía individual y hacer del ciudadano un mero títere". 

En suma, este libro es muy recomendable y muestra que Vargas Llosa es un intelectual de las ideas y que el liberalismo es una doctrina que defiende al individuo, la libertad, la capacidad de crítica, la democracia, al mercado, pero también posee un lado humano, ya que esta defensa al libre mercado debe ir acompañado de un fuerte componente social y moral por parte del Estado y la sociedad.