domingo, 28 de julio de 2019

Diario de un profesor (64)

Me acerco donde un grupo de colegas más experimentados, y le pregunto a una profesora conocida, que ahora es docente a tiempo completo en una universidad (hasta hace poco fue profesora a tiempo parcial), si vale la pena enseñar a tiempo completo tomando en cuenta la remuneración económica y la presión laboral (el estrés). Ella me mira y me dice que depende de tu personalidad, de tu carácter. La noto agotada al finalizar el ciclo y por lo que veo le ha costado. Un colega dentro del grupo, con más años en el oficio, interviene y dice: "Conozco profesores que enseñan 30 horas acá y 30 horas en otra institución, y lo llevan normal. Conozco otros profesores que enseñan a tiempo parcial (máximo 23 horas) y no pueden dormir en las noches por el estrés". Finaliza preguntando: "¿Cómo está tu respiración?". Y agrega: "Cuando estaba en la universidad estudiando docencia, un compañero hablaba de la importancia de la respiración y yo no le hacía mucho caso. Sin embargo, luego me di cuenta de que era fundamental". Me demoro unos segundo en entender del todo su posición. Luego me despido agradecido de los profesores, y me voy meditando acerca de lo que acaban de decir. Y sí, es verdad: el estrés es alto, la labor docente desgasta física y emocionalmente, y si no poseemos una buena respiración -ese termómetro que indica si estás bien o mal de salud, si estás tranquilo o intranquilo- no vas a poder lidiar con las dificultades de la docencia. Por tanto, hay que trabajar en la respiración y enseñar lo más tranquilo posible. ¡Gran consejo del profesor!

viernes, 12 de julio de 2019

Una canción de Bob Dylan en la agenda de mi madre

Una canción de Bob Dylan en la agenda de mi madre (2016) es una novela del escritor peruano Sergio Galarza en la cual retrata, de manera sincera y desgarradora, la muerte de su madre y su relación con ella.

Dividida en cuatro capítulos, la historia parte cuando el narrador y protagonista -en una suerte de novela autobiográfica o crónica literaria- se entera, en España, que a su madre le queda poco tiempo de vida, producto de un cáncer a las mamas; y finaliza cuando fallece ella un par de años más tarde en Lima. En los dos últimos capítulos hay saltos a la infancia del protagonista (también llamado Sergio) que recrea y reflexiona sobre la relación de amistad y rebeldía que tenía con su abnegada y ordenada madre, que se desvivía por sacar adelante su matrimonio y a sus tres hijos (siendo Sergio el menor). Además, se salpica el relato de escenas familiares que describen las relaciones y conflictos familiares que padeció el protagonista durante su infancia y su rebelde adolescencia. La novela tiene un arranque potente y sus primeras cuatro o cinco páginas están muy bien escritas y presagian una gran obra. Sin embargo, avanzando en el primer y segundo capítulo la tensión narrativa merma, se vuelve monótona, la calidad de la prosa decae y las las reflexiones e imágenes metafóricas que se emplean no son nada originales.

Sin embargo, a partir del tercer capítulo -en el cual se cuenta el viaje de visita a España que hace la madre, ya enferma, para reencontrarse con su hijo- la novela coge un segundo aire y empieza a recobrar el interés y, sobre todo, comienza a conmover al lector. Galarza, o el narrador-protagonista, se vale de una agenda que encontró tras la muerte de su madre (quien apuntó con pormenor su viaje a España) para reconstruir con detalle aquel viaje en el cual madre e hijo vivieron varios momentos inolvidables, cuando ella, pese a su enfermedad, aún se mantenía lúcida y con fuerzas.

El cuarto y último capítulo, titulado "Adiós, mamá", ocurre aproximadamente dos años más tarde. Aquí Sergio llega a Lima de España para ver a su madre, a la cual le quedan pocos días de vida. Observa, con pesar, cómo el tumor en una de las mamas hace metástasis y cómo aquella mujer fuerte y noble fallece. Ese el punto más fuerte y conmovedor de la novela. Es imposible no emocionarse y entristecerse. Galarza consigue esto, sin caer en el melodrama y la cursilería. La novela finaliza con el entierro de su  madre, la herencia que les deja a él y a sus hermanos, y unos cuadernos y agendas que les dejó su madre, que también era una escritora en ciernes. Las últimas líneas de reflexión del narrador-protagonista sobre el recuerdo de ella tras su muerte y el por qué de esta novela no te dejan indiferente.

En suma, Una canción de Bob Dylan en la agenda de mi madre (2016), de Sergio Galarza, pese a sus defectos e irregularidades, es una novela que al final termina conmoviéndote y que te hace reflexionar y valorar ese lazo con la mujer más importante de nuestras vidas: nuestra madre. Es también un homenaje a la madre de Galarza.

miércoles, 10 de julio de 2019

Hay una chica en mi sopa

Hay una chica en mi sopa (2011) es la segunda novela de la escritora peruana Silvia Núñez del Arco (1988). En la actualidad ya cuenta con 4 novelas en su haber, siendo la última Nunca seremos normales (2018). En Hay una chica en mi sopa se cuenta la historia de amor de una colegiala (Lucía) con su profesora de alemán Alicia. Está contada en 58 pequeños capítulos y abarca desde que Lucía es cambiada de colegio y conoce a Alicia, su profesora de alemán en sexto de primaria, hasta finalizar la escuela a los diecisiete años. Nunca llega a pasar nada explícito entre ambas, pero salvo el claro amor que le profesa la chiquilla a la joven profesora, existe un implícito interés de esta por su alumna que va más allá de la amistad.

Hay que destacar en Núñez del Arco (esposa del escritor Jaime Bayly) su disciplina para escribir, pues no cualquiera publica dos novelas antes de los 23 años. Otro mérito es que la novela posee un estilo ágil en la narración y, salvo momentos, no resulta cansina. Sin embargo, la historia -en mi opinión- es fallida. Primero, el lenguaje que emplea es, salvo ciertos momentos, bastante sencillo y no se aprecia un trabajo con las palabras. No es que escriba mal Silvia Núñez, pues ya dijimos que posee un estilo ágil y de frases cortas, pero hace uso de un lenguaje simple y llano, más ligado al periodismo. En otras palabras, no existe riqueza de vocabulario en su estilo. 

Por otro lado, y principalmente, la historia de amor lésbica entre alumna y profesora no está bien construida. Hay inconsistencias que le quitan verosimilitud al relato. Por ejemplo, ¿los padres ignoraban la relación de "amistad" entre su hija y la profesora? ¿Cómo se explica que Lucía fuera a la casa de Alicia en varias oportunidades y sus padres no estén enteradas del asunto? Es perfectible que los padres de Lucía se presenten como ausentes, pero pareciera que en la novela no existieran, salvo poquísimas alusiones a ellos...Asimismo, los tópicos de las drogas (la bolsa de cocaína, el paco de marihuana que ambas fuman, etc.) se perciben impostados y no naturales.

En suma, pese al intento de la joven Silvia Núñez del Arco de querer contarnos una historia original, esta termina quedando en un audaz y encomiable esfuerzo, pero lamentablemente la historia no llega a cuajar (quizá por la premura de la autora en publicar).   

martes, 9 de julio de 2019

Pantaleón y las visitadoras

Pantaleón y las visitadoras (1973) es la cuarta novela del premio nobel peruano Mario Vargas Llosa. Tiene en su haber varias reediciones. En 1999, el cineasta peruano Francisco Lombardi filmó una película basada en la novela y fue un éxito de taquilla. Actualmente, en Lima, se presenta un musical del mismo nombre dirigida por un importante director de teatro y goza de gran audiencia. Soy personalmente gran admirador de la obra del escritor arequipeño; sin embargo, considero que Pantaleón y las visitadoras es una de sus obras menos logradas e incluso, quizás, la más fallida.

La novela es una sátira al Ejército peruano y a las instituciones castrenses del país a través de la figura del capitán Pantaleón Pantoja, un dedicado y eficiente oficial que recibe la orden de sus superiores de montar un secreto servicio de prostitutas para aplacar la ola de violaciones en Iquitos de los soldados peruanos a las lugareñas del lugar y, por ende, las denuncias de la población. Pantaleón Pantoja se traslada a la ciudad con su mujer Pochita y su madre Leonor, y recibe la orden de realizar su misión en la  más estricta confidencialidad y actuando como un civil. Pantoja cumple de manera milimétrica su misión y crea un eficiente mecanismo de "visitadoras" que visita a las guarniciones más alejadas de la zona, en embarcaciones e incluso en un hidroavión, para satisfacer los apetitos carnales de los soldaditos peruanos. La ola de violaciones se aplaca, pero Pantoja crea un monstruoso mecanismo que se expande de 10 a 50 visitadoras; y esto crea las quejas de la población y autoridades que incluso solicitan que el servicio de visitadoras también se prolongue a los civiles y a los oficiales y suboficiales. La historia no acaba bien para Pantaleón Pantoja, ya que no solo sucumbe a los encantos de la Brasileña, sino también su matrimonio y su carrera militar parecen desmoronarse.

Aunque Pantaleón y las visitadoras es una sátira, la novela no llega a cautivar o despegar, ya que el humor no está  bien desarrollado. Es decir, lamentablemente, Vargas Llosa, salvo escasos momentos, no llega a contar dicha historia con humor (sino que se siente un humor en gran parte seco y forzado). Pensé en un instante, incluso, que esta novela hubiera sido perfecta para Jaime Bayly, pues hubiera calzado perfectamente con la personalidad de este escritor. Es cierto que existen diversos tipos de sátira y que existen sátiras burlescas más jocosas que otras. Pero creo que en esta novela, la sátira burlesca que intentó Vargas Llosa no logró su cometido o, en todo caso, desde mi punto de vista, lo burlesco o jocoso casi no se nota o, en general, se siente forzado. Asimismo, buena parte de la novela está escrita en base a informes, reportes, oficios militares y notas periodísticas; y pese a que Vargas Llosa quiere demostrar versatilidad en el uso de diversos recursos estilísticos, la historia se torna aburrida y parece no avanzar. Además, dicha correspondencia militar no causa ese efecto jocoso que el autor busca y, por ende, la historia se torna sosa.

Finalmente, sentí, por primera vez en una novela de Vargas Llosa, cómo la técnica podía interferir con la historia. Esos saltos de una historia a otra, a través de la técnica de los diálogos hiperbólicos, los sentí algo forzados y parecían romper con la línea narrativa.

Pese a eso, luego de sus primeras obras maestras (La ciudad y los perros, La Casa verde, Conversación en La Catedral, Los cachorros), hay que destacar que Vargas Llosa asumió riesgos, buscó nuevas fórmulas de contar una historia y  reinventarse con esta novela Pantaleón y las visitadoras. Lamentablemente, desde mi opinión, falló en el intento.