martes, 9 de julio de 2019

Pantaleón y las visitadoras

Pantaleón y las visitadoras (1973) es la cuarta novela del premio nobel peruano Mario Vargas Llosa. Tiene en su haber varias reediciones. En 1999, el cineasta peruano Francisco Lombardi filmó una película basada en la novela y fue un éxito de taquilla. Actualmente, en Lima, se presenta un musical del mismo nombre dirigida por un importante director de teatro y goza de gran audiencia. Soy personalmente gran admirador de la obra del escritor arequipeño; sin embargo, considero que Pantaleón y las visitadoras es una de sus obras menos logradas e incluso, quizás, la más fallida.

La novela es una sátira al Ejército peruano y a las instituciones castrenses del país a través de la figura del capitán Pantaleón Pantoja, un dedicado y eficiente oficial que recibe la orden de sus superiores de montar un secreto servicio de prostitutas para aplacar la ola de violaciones en Iquitos de los soldados peruanos a las lugareñas del lugar y, por ende, las denuncias de la población. Pantaleón Pantoja se traslada a la ciudad con su mujer Pochita y su madre Leonor, y recibe la orden de realizar su misión en la  más estricta confidencialidad y actuando como un civil. Pantoja cumple de manera milimétrica su misión y crea un eficiente mecanismo de "visitadoras" que visita a las guarniciones más alejadas de la zona, en embarcaciones e incluso en un hidroavión, para satisfacer los apetitos carnales de los soldaditos peruanos. La ola de violaciones se aplaca, pero Pantoja crea un monstruoso mecanismo que se expande de 10 a 50 visitadoras; y esto crea las quejas de la población y autoridades que incluso solicitan que el servicio de visitadoras también se prolongue a los civiles y a los oficiales y suboficiales. La historia no acaba bien para Pantaleón Pantoja, ya que no solo sucumbe a los encantos de la Brasileña, sino también su matrimonio y su carrera militar parecen desmoronarse.

Aunque Pantaleón y las visitadoras es una sátira, la novela no llega a cautivar o despegar, ya que el humor no está  bien desarrollado. Es decir, lamentablemente, Vargas Llosa, salvo escasos momentos, no llega a contar dicha historia con humor (sino que se siente un humor en gran parte seco y forzado). Pensé en un instante, incluso, que esta novela hubiera sido perfecta para Jaime Bayly, pues hubiera calzado perfectamente con la personalidad de este escritor. Es cierto que existen diversos tipos de sátira y que existen sátiras burlescas más jocosas que otras. Pero creo que en esta novela, la sátira burlesca que intentó Vargas Llosa no logró su cometido o, en todo caso, desde mi punto de vista, lo burlesco o jocoso casi no se nota o, en general, se siente forzado. Asimismo, buena parte de la novela está escrita en base a informes, reportes, oficios militares y notas periodísticas; y pese a que Vargas Llosa quiere demostrar versatilidad en el uso de diversos recursos estilísticos, la historia se torna aburrida y parece no avanzar. Además, dicha correspondencia militar no causa ese efecto jocoso que el autor busca y, por ende, la historia se torna sosa.

Finalmente, sentí, por primera vez en una novela de Vargas Llosa, cómo la técnica podía interferir con la historia. Esos saltos de una historia a otra, a través de la técnica de los diálogos hiperbólicos, los sentí algo forzados y parecían romper con la línea narrativa.

Pese a eso, luego de sus primeras obras maestras (La ciudad y los perros, La Casa verde, Conversación en La Catedral, Los cachorros), hay que destacar que Vargas Llosa asumió riesgos, buscó nuevas fórmulas de contar una historia y  reinventarse con esta novela Pantaleón y las visitadoras. Lamentablemente, desde mi opinión, falló en el intento.         

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