Me pesan los párpados, me evado y me aburro frente a la pantalla de la computadora. La vida me parece una buena mierda y la gente una sarta de buenos para nada. Y escribo porque de pronto quiero recuperar la paz, la buena vibra y optimismo que me caracterizan. Pero son patrañas, hoy me llega al pincho todo el mundo incluido tú y lo que escribo solo refleja esto.
He acumulado tantas derrotas en lo últimos años que me siento exhausto. Hace uno o dos años entendí que la vida era andar de fracaso en fracaso, y a pesar de esto no perder la voluntad y el optimismo. Y así lo he hecho en estos años: la vida me ha sacado la mierda, pero no he perdido, aún, mis sueños, mis metas. (Cada vez que recuerdo que un día me voy a morir, me entran unas alucinantes ganas de vivir y hacer cosas). Sin embargo, hoy me siento cansado y me siento en una piedra, protegido por la sombra de un árbol, para descansar y tomar aire. Me duelen el culo y el corazón. Todo lo que me rodea me parece tan chato, feo y sin sentido, que prefiero escupir palabras que ordenen mi caos.
Recuerdo hace algunos años que criticaba a esos adultos, que en los micros, tenían o llevaban los rostros de derrota, como si estuviesen muertos en vida o con el fracaso tatuado en la faz. Pero ahora, a veces, yo me siento también así, como atontado y tratando de darme palmadas imaginarias en el rostro para ver si reacciono y vuelvo a ser el que fui hace algunos años. ¡Carajo, qué buena mierda había sido la vida! Y entonces, me rebelo, porque me llega al pincho perder sin luchar, y escribo, escribo y escribo y digo que la vida es también belleza, luz, color, el rostro y el cuerpo de una mujer hermosa y, por supuesto, el arte, ese arte que nos sirve de refugio para poder vivir.
1 comentario:
Carajo, me gusta cuando escribes con el estomago Jorge. Bien, vas definitivamente bien.
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