sábado, 19 de marzo de 2016

Diario de un profesor (26)

Al final de cada ciclo, el profesor recibe el resultado de las encuestas, en las cuales los alumnos te califican de acuerdo a tu desempeño. Mi relación con las encuestas siempre ha sido conflictiva. Todavía estoy en proceso de aceptar las críticas, más si las considero injustas o mezquinas. Por eso, trato de revisar las encuestas solo cuando el ciclo ha culminado y he colocado notas, ya que busco mantener la imparcialidad y no indisponerme frente a un grupo. Ahora, por ejemplo, he tenido resultados diversos (pero menores en comparación a otros ciclos) y veo algunas constantes: primero, he obtenido buenos resultados en los grupos más complicados que tuve en el ciclo, aunque valga decir que han votado menos de la mitad. En todo caso, ese buen resultado se puede deber a que de repente me esforcé en mayor medida por sacar adelante dichos grupos. Por el contrario, en otros grupos, con los cuales me llevaba bien y pensaba obtener buenos resultados, he tenido bajos resultados, por no decir malos. Esto se puede deber a que han sido grupos grandes y que el cambio sílabo no me favoreció.

Por otro lado, entre las sugerencias que colocan los alumnos destacan algunas interesantes: "que tenga más sentido del humor", "sus clases deben ser más dinámicas, es muy serio". Aquí sí les doy la razón, me falta trabajar más con el humor. Y para eso debo volver a la raíz: el teatro, el clown, etc. Otros señalan que no me altere y explique con facilidad, "que haga más despacio su clase porque mucho se desespera", que "sea más didáctico". Y también les doy la razón, ya que los nervios a veces me juegan una mala pasada y corro con las palabras, es decir me acelero. En conclusión, y a pesar que algunos resultados no me gustan -por ejemplo, en un salón algunos alumnos indicaron que conmigo no aprendieron "casi nada" o que no soy respetuoso- soy consciente que debo buscar mejorar mi metodología, trabajar con el humor y controlar mejor mis nervios.

Así como la carrera de un deportista, la carrera de un docente está llena de altas y bajas, pero ahí es cuando debemos reinventarnos, mantener viva la llama de la pasión y seguir dando batalla. 


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