jueves, 18 de octubre de 2018

La invención de la soledad


La invención de la soledad (1982), del escritor norteamericano Paul Auster (1947), fue el libro que le abrió las puertas al éxito y reconocimiento mundial. Hasta antes, estuvo sobreviviendo con trabajos de traducción y muchos editores se rehusaron a publicar alguna de sus primeras novelas policiales. En 1979, fallece su padre, un hombre de personalidad hermética y carácter difícil, y esto afecta de sobremanera a Paul Auster, quien decide escribir acerca de su relación de amor y odio con este. Esta es la base de La invención de la soledad, que fue escrita entre 1980 y 1981.

Dividida en dos capítulos, la primera, titulada “Retrato de un hombre invisible”, es un excelente, brillante retrato sobre su padre y su compleja relación con este. Para el narrador, como el título lo indica, su padre era como un hombre ausente, que aunque estaba físicamente presente, parecía que no lo estuviera. Auster aquí describe los últimos años de relación de su padre con su madre, antes de que se divorciaran; las  marcadas y opuestas personalidades de ambos. Aquí el autor se pregunta por qué su padre era tan frío con él, tan inexpresivo en sus sentimientos, tan mezquino en sus elogios. La respuesta se nos da, cuando Auster nos revela, de manera sorpresiva (tan igual que para él), que su abuela (es decir, la madre de su padre) había matado de un balazo a su abuelo por celos y por maltrato físico. Este hecho, que sucedió cuando su padre tenía siete años (y que causó conmoción en el pueblo donde vivían), fue ocultado por la madre de este y su familia, quienes se mudaron por diversos pueblos de los Estados Unidos huyendo del escándalo. Además, se nos relata que la madre de su padre, una mujer de cabello rojizo, pequeña, era de carácter autoritario con sus once hijos. Finalmente, en el juicio que se hace a la abuela de Auster, a pesar de que sí se reconoce su culpa en el asesinato de su esposo, ella termina siendo absuelta.

Con respecto al segundo capítulo, titulado “El libro de la memoria”, es una suerte de ensayo, de reflexión sobre la memoria, sobre la relación del padre e hijo (el vínculo de Auster ahora con su pequeño hijo de tres años) y la soledad del escritor. Valiéndose de múltiples citas a filósofos, escritores, poetas, pensadores, novelas, pasajes bíblicos, Auster escudriña en esos temas, aunque ya no en forma de un relato, sino de manera más abstracta y general. Por eso, posiblemente, y pese a que hay reflexiones muy interesantes, es el capítulo más débil o el menos logrado, desde mi punto de vista.

Debo agregar, también, que la prosa de Auster -tal como nos la ofrece la traducción al español de Eugenia Ciocchini- no es tan buena. Es un lenguaje simple, sencillo, directo, aunque siempre inteligente, agudo, punzante y de ritmo ágil. Es decir, resalta más el fondo que la forma.

En suma, haciendo las sumas y las restas, La invención de la soledad, de Paul Auster, es un libro recomendable sobre todo y, básicamente, por su brillante primer capítulo.

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