jueves, 11 de enero de 2024

Diario de un profesor (86)

 El ciclo universitario que culminó hace casi un mes, me trajo varias anécdotas que contar. Debí escribirlas rápidamente en mi cuaderno o en este blog, sin embargo, el cansancio y la pereza se han confabulado en contra de mi deseo. Recién ahora escribo algunas historias que recuerdo. Las escribiré poco a poco, luchando contra el sol de verano y la molicie.

En una de mis clases, luego de dictar la parte teórica de un tema de redacción, dejo a los estudiantes que redacten un texto grupal. Recorro el aula supervisando el trabajo y absolviendo dudas. De pronto un alumno, amable, de unos 18 años, me pregunta: "Profesor, ¿le gusta enseñar?". Y acto seguido vuelve a preguntar: "¿No le gustaría hacer algo más?". Yo lo observo un segundo, me quedo en silencio y esbozo una leve sonrisa. Trato rápidamente de meditar mi respuesta y le contesto que la enseñanza es un trabajo más que resulta valioso. Le digo que la vida, a veces, nos conduce por caminos insospechados. Finalmente, agrego: "La docencia es un bonito oficio, pese a que hay días buenos y malos". El alumno me mira comprensivo y ya no me insiste.

Luego de la clase, me quedo solo en el aula y pienso: "Es verdad. Cuando estaba en la universidad, jamás pensé que terminaría dedicándome a la docencia. Jamás. Ingresé a esta de casualidad y, porque, en aquel momento, estaba desempleado. Sin embargo, ya dentro, y pese a que hubo días realmente malos, encontré en ese oficio un lugar en el sentía que aportaba a mi país y ayudaba a muchos jóvenes a alcanzar sus sueños". Es por eso que, más de 12 años después, sigo en esta noble labor.




No hay comentarios: