martes, 30 de julio de 2024

Diario de un profesor (91)

Hay que escuchar los comentarios positivos y negativos de los alumnos para tratar de mejorar como docente. Pese a que este fue el ciclo en el que obtuve mi promedio más bajo en la encuesta de satisfacción de los alumnos, reviso esta para ver los aspectos en que debo de mejorar. Sé que la carrera del docente no es solo llegar a una buena institución en la que te paguen decente por tu labor, sino también realizar bien tu trabajo (con pasión) y mantenerse hasta que el cuerpo y la mente te digan que es momento de retirarse.

Reviso los comentarios de mis alumnos y extraigo estas recomendaciones:

-"Profesor, usted califica muy bajo".

-"Explica bien los temas, sin embargo, debería tener un poco más de paciencia en cuanto nos equivocamos"

-"Sugiero que explique los temas a fondo en clase..."

-"Es buena persona solo que a veces le pregunta siempre o menciona a una sola persona"

- "Podría mejorar en sus métodos de participación con los estudiantes".

-"Buen profesor en todo los aspectos mencionados, el único punto que debería mejorar es en ser más flexible"

-"Es buen profesor. Sin embargo, califica muy bajo y siempre encuentra errores mínimos en cualquier texto".

No utilizaré este espacio para defenderme o justificarme, ya que en varios puntos los estudiantes tienen razón. Al contrario, agradezco sus comentarios porque me sirven para mejorar día a día. 

 

 

Diario de un profesor (90)

Este ciclo universitario pensé que estaba cuajando como docente, es decir que, con los años, estaba madurando y volviéndome un profesor más solvente y seguro. Más aún, ilusamente, creí que, en general, era un profesor carismático, que caía bien a los alumnos y no generaba grandes odios a diferencia de otros colegas. Sin embargo, me equivoqué de cabo a rabo. Hace un par de días, revisando la encuesta de satisfacción que se hace a los alumnos, vi, anonadado, que mi promedio estaba por debajo de la media. Por primera vez en 3 años y medio, mi promedio era bajo y los estudiantes me habían calificado duramente. Lo que me sorprendió, sobre todo, fue lo pobre que me calificó una de las aulas. Y recién en ese instante até cabos. Era una de esas aulas tranquilas, silenciosas, sosegadas, que no te generan problemas. No obstante, como me ocurrió en trabajos anteriores, recordé que precisamente esas aulas sosegadas eran las que te calificaban más bajo. Recordé que detrás de esos rostros tímidos, hay algunos alumnos que te odian en silencio o simplemente les caes chinche, y esperan la encuesta para expulsar su rencor o antipatía. Por otro lado, y como casi siempre me ha ocurrido, el aula más bulliciosa, esa sección donde están los palomillas que te hacen esforzar el doble o el triple, fue la que me calificó más alto. Moraleja: el docente no debe creérsela nunca, debe seguir trabajando humildemente dando lo mejor de sí. Y segunda y última moraleja, como dice el dicho: "Del agua mansa líbreme dios, que de la brava me libraré yo". Por tanto, a seguir aprendiendo.