lunes, 25 de enero de 2010

Nada que decir (Fragmento)


Escribo porque me da la gana, escribo para pasar las horas, escribo por terapia, escribo para decidir qué hacer con mi vida, escribo para resolver un problema de matemática que aún no aclaro en mi mente y que arrastro desde que ingresé a la adolescencia, escribo, en fin, para matar a alguien que no sé quién es. Lo cierto es que no tengo nada que decir salvo palabras inútiles, palabras que aborrecen el tiempo, que juegan con el viento, que se cobijan en los labios de una bella mujer.

Tengo veintiocho años y mi nombre es Ramón. En marzo próximo cumpliré veintinueve. Me miró en el espejo todos los días y me asombro de las canas que me van apareciendo, de mis ojeras que cada día se tornan más violáceas, de mi cuerpo que empieza a engordar, del cabello que empieza a caer; en fin, es el tiempo y supongo que habré de acostumbrarme a parecer cada vez más a mi padre.


***
La ciudad en que vivo es de un sol intenso, de gente que avanza rápido y derecho, sin pensar, sin dudar, hablando, pactando, mintiendo, celebrando, bebiendo, viviendo. Yo, en cambio, vivo encerrado, solo salgo de noche y rara vez de día. ¿Qué quieren, pues? tengo miedo. No me siento a gusto en el día y menos solo. Camino desorientado mirando vitrinas, contemplando parejas agarradas de la mano, dispensándose besos y abrazos. Y yo, tratando de sonreír, de parecer normal, de no desentonar con tanta alegría, termino tarde o temprano corriendo hacia mi cuarto, encerrado en mis libros y mi música, creando sueños, recordando el pasado, imaginando el futuro, elaborando estrategias que pronto me hagan libre, aunque en el fondo sé que no es cierto, que todo es una patraña, una eyaculación de mi mente, una cita que no se concreta, un beso tibio con una mujer que no se ama.

Sin embargo, hay momentos, los menos, en que sonrío en medio de la noche, en que me escudo rodeado de amigos pasajeros pero leales. Somos juntos aves de paso, aves solitarias que se hacen compañía, que esperan la estación adecuada para poder migrar a un lugar mejor. Y mientras tanto, nada mejor que morir en licor, que fumar las miles de hierbas que encontramos a nuestro paso por la naturaleza, el exceso aquí es válido y permitido, las reglas están escondidas u olvidadas en los viejos libros de colegio, en esa vieja maestra a la que nunca quisimos escuchar. Y hablamos y hablamos de nada y de todo, hablamos de la lluvia, del sol y de un geranio marchito, hablamos de lo que seremos y de lo que fuimos, de nuestros sueños que se desvanecen y que en el fondo queremos fortalecer. Y nadie aún se resigna a que la vida es un arco iris que nunca sale.

Como ven, no tengo nada que decir, solo palabras y viento que me dicta mi mente confundida, mi corazón alborotado, pero de pronto, desde el fondo de mis vísceras, una sonrisa aparece y lo inunda todo, mis carnes toman un color cálido, el mundo empieza a verse diferente, y comienzo a recordar que la vida es también un bello naufragio.

1 comentario:

kuinzito dijo...

Oye Jorge que bueno esta ese inicio. Es acaso el despertar de algun nouvella?