Uno creció escuchando el nombre de Charles Chaplin: una leyenda del cine mudo, el mejor o uno de los mejores comediantes de todos los tiempos. Una leyenda a la altura de Pelé, Muhammad Alí, pero que nunca pudimos ver salvo en alguno que otro fragmento borroso que veíamos en la TV. Ahora gracias a la tecnología, podemos acceder a sus películas y apreciar su genio.
Pues bien, he tenido la oportunidad, en las últimas semanas, de ver dos películas de Chaplin: “La quimera del oro” (1925) y “El circo” (1928). Lo primero que llama la atención es que Chaplin, (nacido en Inglaterra en 1889) era el guionista, director, productor, compositor de la música, además de actor de las películas que dirigía.
Lo segundo, estas dos cintas, pertenecientes al cine mudo,
son una delicia. La primera cuenta la historia de Charlot, un hombre humilde,
que llega a Alaska atraído por la fiebre del oro y así poder salir de la pobreza. La
segunda, la historia de un vagabundo que ingresa de casualidad a trabajar a un
circo y se enamora de la hija del dueño. En ambas uno se ríe de las hermosas y
simples escenas que trama Chaplin, nos devuelve a la infancia y nos hace reírnos como
niños: es evidente, además, que personajes como Cantinflas o Chespirito han
tenido como gran referencia al artista inglés, que hizo gran parte de sus
películas en Estados Unidos. Pero Chaplin va más allá. Él se las ingenia no
solo para divertir, sino también para causarnos ternura, pena, nostalgia…Las
películas de Chaplin son un coctel de emociones y sensaciones. Las dos
películas son pequeños dramas pero contados en tono de comedia o, a su vez, dos
comedias que encierran el drama de sus personajes. Sin embargo, “La quimera de
oro” tiene un final feliz; mientras que “El circo” tiene un final agridulce:
por un lado, el personaje del vagabundo (Chaplin) logra que la hija del dueño del
circo retorne con su padre; pero la deja ir y pierde su amor, pues comprende
que con él no tiene futuro.
Otra cosa a destacar en estas dos cintas, que pertenecen a
la época del cine mudo, es que transmiten más que una película llena o
atiborrada de diálogos. Chaplin, con sus
gestos y escenas tan cómicas, tiernas, cotidianas y humanas, muestra la esencia
del ser humano y de ahí su universalidad. Muy recomendable.
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