domingo, 29 de enero de 2012

Abierto de Australia


Novan Djokovic le ha vuelto a ganar al español Rafael Nadal en un partido a 5 sets y casi 6 horas de duración, y así obtuvo el Abierto de Australia. Un señor partido, aunque no tan vistoso como los duelos Federer-Nadal. Conmueve ver semejantes duelos, donde los dos contrincantes hacen gala de valor, fuerza física y mental, caballerosidad y otros atributos dignos de imitación

Simpatizo con Nadal, porque además de ser un gran jugador, y tener solo 25 años, es bien humilde y sabe perder. Me dolió que pierda por sétima vez consecutiva con Djokovic, el serbio, de 24 años. Pero así es la vida del deportista. Todo lo que llega a la cima, luego baja. Algunos antes, otros después. Nadal obtuvo su primer slam a los 19 años (el Roland Garros) y hasta el año pasado ya contaba en su haber con 10 slams además de obtenerlos en los 4 principales: Australia Open, Roland Garros, Wimbledon, Abierto de Estados Unidos. Nadal llega a su pico como atleta a los 22 o 23 años cuando destronó a Federer –el gran Federer- del primer lugar. Por tanto, lo lógico es que debería aparecer un sucesor que lo destronase. Y así fue. Sin embargo, lo que uno no esperaba es que este sucesor apareciera tan pronto y aún cuando en teoría Nadal es joven. Pero ocurrió y su nombre es Djokovic.

Finalmente, luego de ver este gran partido que estuvo para cualquiera y donde la fuerza mental resulta incluso más decisiva que la fuerza física y la técnica, no me cabe duda que el deporte es una bella metáfora de la vida: aquí los fracasos están a la orden del día, pero, como buenos deportistas, hay que reponernos a esas derrotas y seguir luchando para ganar el partido decisivo de la vida. Y en caso de derrota final, no importa, lo fundamental es luchar hasta el final. Nadal y Djokovic son un magnífico ejemplo.

Foto extraída de: deportes.noticias24.com/

domingo, 15 de enero de 2012

Con ánimo de amar


“Con ánimo de amar” (2000) del director hongkonés Wonk Kar Wai es una película sumamente estilizada, resultando esta característica su principal virtud y, a la vez, su principal defecto. A primera vista llama poderosamente la atención el tratamiento visual del director, su particular sensibilidad, la fotografía, el trabajo con los actores (por cierto, muy buenas las interpretaciones de los actores Maggie Cheung y Tony Leung), el vestuario (los vestidos que emplea la protagonista son hermosos), el juego con la elipsis; sin embargo, la cinta, que es lenta (lo cual no resulta un defecto, pues hay películas lentas que son hermosísimas), llega en un momento a saturar, a cansar, a empalagar, está tan llena de detalles, de sutilezas (lo cual podría resultar una virtud) que llega a hastiar (valga, la contradicción o la paradoja).

“Con ánimo de amar” es, no cabe duda, una buena y sincera película sobre el amor entre un hombre y una mujer que descubren que sus respectivas parejas les son infieles, pero peca de estilizada. No hay que ser mago para adivinar que esta película no es apta para un público masivo sino para críticos o amantes del cine cansados de las fórmulas clásicas. Por supuesto, lo anterior no importa si Wonk Kar Wai lo único que quiso es hacer una cinta sincera y original (cosa que logró). Sin embargo, para ser sincero conmigo mismo, y a diferencia de un buen amigo que lo admira, a mí me resulto una película buena, mas no una obra maestra (aunque claro, todo es subjetivo y más en el caso del arte).

...
Leí dos relatos breves, interesantes pero menores, de Robert Louis Stevenson: “La isla de las voces” y “El sótano de la peste”. Y ayer sábado fui al teatro, después de mucho tiempo, a ver “Los Pelópidas” del español Jorge Llopis. Francamente divertida. La magia del teatro, del escenario, de los actores en vivo, resulta única.

domingo, 8 de enero de 2012

Séptimo piso

En el piso de abajo la vida se lleva normal
las risas forman parte del menú diario
el amor se despliega libre y amarillo

Aquí los ojos pesan
el cansancio abunda
los párpados se cierran
los libros caen uno a uno

Abajo una pareja habla entretenida de Pascual Duarte y su familia

¡Celebremos este espectáculo maravilloso que es la vida¡

Lavemos todos los cabellos con caspa que inundan la tierra

Inventemos un nuevo color para sus ojos

Abajo la pareja se ríe
hablan del tiempo
se besan

Por aquí ha pasado un tornado y ha dejado el lugar hecho un estropicio

El último tango en París


"El último tango en París" (1972), película del italiano Bernardo Bertolucci, es una cinta diferente, extraña, curiosa, particular y, a la vez, intensa, fuerte, provocativa, sensual, sexual y transgresora.

La primera escena de la pela llama poderosamente la atención. Es un Marlon Brando, casi cincuentón, que camina por París con el rostro de la tragedia, y una bella jovencita (María Schneider) que observa a este y capta su drama. El destino los une, pues coinciden en el intento por alquilar un departamento, y es tal la atracción sexual entre ambos, que hacen el amor a los minutos de conocerse. Claro, es medio inverosímil esto, pero conforme transcurre la película, y la relación de amantes se va afianzando, se llega a los mejores momentos de la película: la escena, por ejemplo, donde él le pide que no digan sus nombres ni hablen de su pasado; las relaciones de posesión entre ambos, la escena en la pista de tango, etc. Así, poco a poco, la relación va derivando en una de tipo tortuosa, conflictiva, enfermiza, pero amorosa al fin. Y la cámara la muestra en su cotidianeidad, apropiándose de las luces y sombras, de las formas del cuerpo de la joven y hermosa joven. Sin embargo, la chica, al final, comienza a sentirse mal, a darse cuenta que la relación le está haciendo mal, pero, a su vez, comprobar de que se ha enamorado de ese hombre mayor y extraño pero apuesto. Las dos escenas finales, las de la pista de tango y la última en el departamento, son realmente intensas y notables. Y en esto aportan la gran actuación de Brando y también de Schneider. La música y la fotografía también contribuyen con todo esto y, por supuesto, el arte del director que, entonces con solo 31 años, hizo una película original y por momentos brillante o genial.