lunes, 19 de enero de 2015

Diario de un profesor (11)

Ingreso a una clase en la mañana. Toca la evaluación parcial. Todo sale bien y me siento de buen humor. Los alumnos me tratan con respeto e incluso cariño. Luego me toca clase en un grupo más pequeño de alumnos. Antes de entregar los exámenes, les doy su retroalimentación de una tarea previa. Sin embargo, mientras voy desarrollando la explicación no percibo el mínimo interés. Les hago notar mi fastidio, pero solo palpo indiferencia, aburrimiento. Algunos alumnos me miran con desagrado, incluso con molestia. Esa mañana, luego de la prueba, salgo de aquel aula con una profunda desazón, me siento alicaído, cabizbajo. Ya en el micro rumbo a mi casa, me percato de los contrastes: la buena recepción del primer grupo y la indiferencia del segundo. Y compruebo que la carrera del profesor, como la carrera de un deportista u otra profesión, encierra satisfacciones, alegrías, reconocimientos, pero también disgustos, penas, incomprensión.


A pesar de esto, y como en el caso de los deportistas, hay que analizar las derrotas, pero luego hay olvidarlas y salir a ganar el siguiente "partido". Porque cada día o cada clase es un "nuevo partido" en el que debes dar tu vida.

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