jueves, 2 de abril de 2015

Diario de un profesor (13)

El lunes arranca un nuevo ciclo. Siento ese cosquilleo en el estómago que muestra los nervios o las ansias por lo que viene. Tengo más salones que el semestre anterior. Las responsabilidades son mayores. Estas vacaciones han servido para reponer energías y es hora de retomar el trabajo silencioso y con pasión. Pienso en los nuevos alumnos que conoceré, en las satisfacciones que tendré si hago bien mi trabajo, pero también en los momentos dífíciles o complicados que tendré que pasar (en todo ciclo, esto resulta inevitable). Y me encomiendo a Dios para tener la serenidad y la sabiduría para tomar las mejores decisiones. Le pido también que me de la fortaleza de mente y de espíritu para levantarme cuando tenga que caer.

Por otro lado, cada ciclo que empieza, me pregunto que si algún día mi pasión disminuirá o desaparecerá. ¿Qué pasará cuando ya no tenga pasión por lo que haga? ¿Qué pasará cuando los rostros de los alumnos ya no me despierten ninguna motivación y solo los vea como chiquillos molestosos? Como en la carrera del deportista, la carrera del profesor es parecida: lo importante no es tanto llegar, sino saber mantenerse. Yo recién llevo 6 años y medio enseñando y me falta recorrer bastante. Ruego a Dios, por tanto, que mi pasión se mantenga y cuando esta se haya apagado o disminuido sepa cuándo retirarme.


  

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