martes, 31 de mayo de 2016

Diario de un profesor (27)

Ahora que me he tomado una pausa en la docencia, con el fin de realizar un proyecto personal, y solo me dedico a asistir a profesores y dar clases a grupos reducidos de alumnos (de 1 a 3), siento que me encuentro fuera de ritmo. Es decir, si ahora tuviera que pararme frente a un grupo de 30 alumnos o más, durante dos horas, seguramente -me temo- me cansaría más rápido, me sentiría con falta de reflejos para enfrentar cualquier situación problemática en clase, e incluso me sentiría más inseguro y nervioso de poder liderar a un grupo de estudiantes. Y es que el oficio del docente es muy parecido al deportista. Si no entrenas diariamente, si no sudas y pones a prueba tus condiciones, si no pules tus virtudes y defectos, el "dia del partido", seguramente, no realizarás una buena performance. Por tanto, me da miedo que al retomar las clases, en un par de meses, haya perdido mis cualidades. Sin embargo, viendo el lado positivo, esta pausa me está permitiendo reponer energías, observar en qué debo mejorar, renovar la pasión por la enseñanza y recordar -porque a veces se nos olvida- que la docencia es "un acto de amor" y de servicio al prójimo. Ahí radica el éxito de un docente y eso no lo debemos olvidar.

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