martes, 31 de mayo de 2016

Diario de un profesor (28)

Observar cómo enseñan otros docentes es una buena manera de observar cómo enseñas tú. Claro, sin caer en el estéril ejercicio de compararse y ver quién es mejor. Por ejemplo, ahora que asisto profesores -que a veces resulta complicado- me percató que cada docente tiene virtudes particulares y, por supuesto, cosas en las que podría mejorar. Por ejemplo, uno sobresale por el respeto y la disciplina que impone en clase, sin necesidad de subir o elevar la voz; otro sobresale por su frescura y su empatía con los estudiantes; otro, por su dominio del tema y porque explica en sencillo aquello que resulta ambiguo y tedioso; otro, destaca por su serenidad. Sin embargo, también hay aspectos por mejorar. A veces, por ejemplo, el que inspira respeto es demasiado serio y puede producir temor o falta de confianza en los alumnos; aquel que es sereno podría caer en falta de dinamismo, etc. Y uno viendo todo esto, toma consciencia sobre nuestras propias virtudes y defectos (y los aspectos en los que debemos mejorar). Y entiende que no existe el profesor perfecto. Finalmente, y sobre todo, entiende que hay que seguir trabajando con humildad y constancia tratando de llegar -aunque parezca una utopía- al corazón de nuestros alumnos. 

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