martes, 21 de agosto de 2018

Mis amigos de 40 años

Hace un par de días, escuché que la cantante Madonna cumplió 60 años. Sí, sesenta años. Hace poco me di cuenta de que el cantante español Miguel Bose ya tenía 62 añitos y ,en un último video, noté cómo el paso del tiempo ya se reflejaba en su rostro. ¿No era ayer 1993, cuando cantaba "Si tú no vuelves"? Hago matemáticas, entonces él tenía 37 años y han transcurrido veinticinco años desde entonces. Pareciera que fuera ayer... Me percato también de que los artistas juveniles de mi niñez ya son hombres y mujeres acercándose a los 50. Luis Miguel, el galán de las adolescentes a inicios de los 90s, ya es un hombre de 48 años; la bella Thalía tiene 47; Ricky Martin, 47; Shakira, 41 y así un largo etcétera. Igual ocurre con nuestros artistas locales. El actor Diego Bertie, que era el hombre que hacía suspirar a las chicas, ha cumplido 51 años y su pelo ya es blanco; Christian Meier, tiene 48 años; la guapa periodista Denis Arregui, 45 años; Gianella Neyra, que era una adolescente cuando apareció en las novelas de Iguana, 41 añitos; la misma edad Gian Piero Díaz y Renzo Schuler; el periodista Beto Ortiz, 50 años; Gisela Valcárcel, 55 años. Nadie se salva del paso del tiempo. 

Lo mismo sucede en nuestro entorno más cercano, con nuestros padres, familiares y amigos. Por ejemplo, mis mejores amigos del barrio, ya son hombres de 42 años. ¿No era ayer, en 1994, cuando cumplieron 18 añitos y me mostraron orgullosos sus libretas electorales? ¿No era ayer, en 1992, que estaban en quinto de media y aún no sabían qué iban a estudiar? Y ahora eso lo veo con mis propios compañeros de colegio; estos meses, a partir de julio, han comenzado a cumplir, muchos de ellos, 40 años. Sí, cuarenta. Es increíble. ¿No fue ayer que culminamos el bendito colegio? ¿No fue ayer, en 1998, que teníamos 19 o 20 años? ¿No fue ayer que eramos unos mocosos malcriados y con barros?

Es cierto, a los 20, a los 25, a los 30, ya sabíamos que el tiempo corría de prisa, ya sabíamos que un día íbamos a comenzar a envejecer, pero lo que no sabíamos era que todo iba a ocurrir tan pronto y más rápido de lo esperado. No sabíamos que, en un abrir y cerrar de ojos,  como un pestañeo, íbamos a notar que, de pronto, habían transcurrido más de veinte años y el final de la juventud había llegado.

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