sábado, 24 de septiembre de 2011
Medianoche en París
"Medianoche en París" (2011) del famoso director Woody Allen es una buena película que vale la pena ver. En esta, Allen retoma ese aire que caracteriza a la mayoría de sus cintas y que, por ejemplo, no se ve en la excelente pero atípica "Match Point". “Midnight en Paris” comienza con el sonido de una canción de los años 20 aproximadamente, mientras hay una secuencias de tomas actuales sobre la ciudad de París y sus habitantes: reflejando la belleza de las calles, de la lluvia que cae, de las edificaciones, del cielo, de la personas caminando, del río Sena, etc. Luego se inicia la historia que empieza realista, pero, luego, típico en Allen, entra el elemento fantástico que le da colorido y riqueza al relato: el escritor Gil Pender (representado por el actor Owen Wilson) se encuentra escribiendo una novela acerca de una tienda de recuerdos y sueña o añora con vivir en la Francia de los años 20, pues considera que la época actual en la que vive no le satisface. De un momento a otro, caminando solo por las calles de Paris, se sienta en unas escaleras y escucha el sonido de la campana de una Iglesia que anuncia la llegada de la medianoche en la ciudad. Inmediatamente aparece un carro antiguo por la calle y algunos de los pasajeros del vehículo lo invitan a pasar. Es ahí donde comienza el viaje imaginario, que se intercala con la realidad por las mañanas, en donde el escritor Gil Pender ve sus sueños hechos realidad y conoce a artistas y personajes famosos de los años 20 (Ernest Hemingway, Scott Fitzgerarld, Picasso, Luis Buñuel, Cole Porter, Salvador Dali y otros más). Pronto entenderá, en lo maravilloso de este viaje, una gran lección de vida: los seres humanos, sean de la época que sean, siempre estamos insatisfechos con la vida que tenemos y siempre deseamos vivir en otras épocas. Por tanto, no nos queda más que valorar nuestro presente, nuestro tiempo y disfrutar de la vida. El gran Woody Allen, artista nato y que con los años no ha perdido la vitalidad y la creatividad, transmite muy bien esto, sin caer en sermones y, por el contrario, desperdigando belleza por doquier.
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