El profesor Aliaga fue mi profesor de Arte de 1° a 4° de
primaria. Recuerdo sus clases en el aula de arte (un salón largo y oscuro), donde nos manchábamos de
pintura las manos y los mamelucos con los dibujos que hacíamos. Recuerdo mi
emoción cuando el profesor Aliaga, pequeñito, de pelo corto y anteojos, me
ponía un 18 y, a veces, un 20. Pasaron los años y ya en 5° de secundaria, me
volvió a enseñar el profesor Aliaga, un curso que no era Arte pero que estaba relacionado. Había pasado 7 años desde la última vez que llevé con él.
Ahora estaba más canoso, pero, sobre todo, y es lo que más recuerdo: se había
vuelto un hombre serio y que sonreía a cuentagotas. Su clase no me enganchó. A
veces, me preguntaba: ¿qué pasó con el profesor Aliaga, ese profesor sonriente
y bonachón, que nos enseño Arte en primaria? Nunca pude contestar esa pregunta…
Ahora que han pasado los años, y me dedico a enseñar, lo entiendo un poco más a él: seguramente, los problemas de la vida, laborales o familiares, lo agobiaban en ese momento; tal vez, la vida lo había endurecido; tal vez, había perdido la pasión inicial por enseñar…A muchos les pasa eso. ¿Nos pasará a mí o a ti?
Ahora que han pasado los años, y me dedico a enseñar, lo entiendo un poco más a él: seguramente, los problemas de la vida, laborales o familiares, lo agobiaban en ese momento; tal vez, la vida lo había endurecido; tal vez, había perdido la pasión inicial por enseñar…A muchos les pasa eso. ¿Nos pasará a mí o a ti?
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