Luego de 12 años, he vuelto a releer Conversación en La
Catedral (1969), de Mario Vargas Llosa, y no me queda duda que es una obra
maestra y en mi humilde criterio la mejor novela peruana escrita hasta el día
de hoy, no solo por su calidad literaria sino también por su ambición. ¿Cómo
pudo Vargas Llosa con poco más de 30 años escribir semejante novela? ¿Cómo pudo Vargas
Llosa escribir un libro tan logrado y con un dominio de la técnica que
impresiona? Porque luego de leer Conversación en La Catedral quedas abrumado y
emocionado por el talento y ambición que demuestra Mario. Haciendo el símil, es
la misma sensación que experimentas cuando terminas de ver El Padrino (filmada
por Coppola también a los 31 años) y te preguntas, abrumado, cómo lo hizo… Pues
lo mismo ocurre con esta novela.
Conocida por la frase: “¿En qué momento se había jodido el
Perú?”, que se hace Zavalita, el personaje principal de la novela, Conversación
en La Catedral es una crítica furibunda de Vargas Llosa a nuestro país. Con ese
fin, sitúa la trama de la novela en la época del gobierno dictatorial de Odría
(1948-1956), y cómo ese gobierno autoritario corrompió todo lo que lo rodeaba,
incluyendo a las autoridades y ciudadanos.
Así, Vargas Llosa desarrollas varias historias a la vez que se
entrecruzan y tienen como telón de fondo el gobierno de Odría. Por ejemplo, tenemos
la historia de Cayo Bermúdez (Cayo Mierda) quien es el encargado del trabajo
sucio en el gobierno de Odría; la de Santiago Zavala, joven de clase alta y que
tiene a su padre, señor Fermín, como colaborador del gobierno; Amalia y
Ambrosio, empleados de don Fermín; La Musa, amante de Cayo Bermúdez. Pero,
claro, Vargas Llosa no cuenta esta historia de manera lineal, sino que,
utilizando la técnica de manera magistral, va narrando escenas que van
reconstruyendo lo que sucedió, con constantes saltos en el tiempo y el espacio,
que en vez de entorpecer el relato lo enriquecen. Y todo esto a partir de la
conversación que sostienen Santiago Zavala (ya de 30 años) con Ambrosio, quien
fue el chofer de su padre y su familia, cuando él era un adolescente. A partir
de ese reencuentro y conversación en el bar La Catedral, ambos van
reconstruyendo lo sucedido en el pasado y los recuerdos y traumas (personales y
sociales) afloran.
Por otro lado, llama poderosamente la atención cómo Vargas
Llosa cuenta de manera verosímil y crea adecuadas atmósferas para lo que nos va
narrando: por ejemplo, resulta magistral como narra el contexto en el cual se
desenvuelve Cayo Bermúdez y su relación con las esferas del poder (generales,
ministros, medios de comunicación); la vida llena de lujos y el posterior ocaso de Hortensia (La Musa), quien
es la amante de Cayo Bermúdez; los pesares de Amalia y Ambrosio, empleados de
don Fermín; la vida del empresario Fermín Zavala y su familia, etc. Pareciera
que Vargas Llosa, antes de escribir su novela, hubiese hecho un detallado
estudio de campo para recabar información y así construir de manera verosímil
su novela. Solo así se puede explicar haber conseguido retratar magistralmente
a cada uno de estos personajes tan disímiles y que representan un fresco de la
sociedad peruana de entonces y de no hace mucho (me refiero a la época del
gobierno de Alberto Fujimori)
Sin lugar a dudas, hay que leer y sobre todo deleitarse con esta maravillosa novela que habla muy bien del talento y genio de nuestro Premio Nóbel.
Sin lugar a dudas, hay que leer y sobre todo deleitarse con esta maravillosa novela que habla muy bien del talento y genio de nuestro Premio Nóbel.
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