martes, 24 de septiembre de 2013

Conversación en La Catedral


Luego de 12 años, he vuelto a releer Conversación en La Catedral (1969), de Mario Vargas Llosa, y no me queda duda que es una obra maestra y en mi humilde criterio la mejor novela peruana escrita hasta el día de hoy, no solo por su calidad literaria sino también por su ambición. ¿Cómo pudo Vargas Llosa con poco más de 30 años  escribir semejante novela? ¿Cómo pudo Vargas Llosa escribir un libro tan logrado y con un dominio de la técnica que impresiona? Porque luego de leer Conversación en La Catedral quedas abrumado y emocionado por el talento y ambición que demuestra Mario. Haciendo el símil, es la misma sensación que experimentas cuando terminas de ver El Padrino (filmada por Coppola también a los 31 años) y te preguntas, abrumado, cómo lo hizo… Pues lo mismo ocurre con esta novela.  

Conocida por la frase: “¿En qué momento se había jodido el Perú?”, que se hace Zavalita, el personaje principal de la novela, Conversación en La Catedral es una crítica furibunda de Vargas Llosa a nuestro país. Con ese fin, sitúa la trama de la novela en la época del gobierno dictatorial de Odría (1948-1956), y cómo ese gobierno autoritario corrompió todo lo que lo rodeaba, incluyendo a las autoridades y ciudadanos.  Así, Vargas Llosa desarrollas varias historias a la vez que se entrecruzan y tienen como telón de fondo el gobierno de Odría. Por ejemplo, tenemos la historia de Cayo Bermúdez (Cayo Mierda) quien es el encargado del trabajo sucio en el gobierno de Odría; la de Santiago Zavala, joven de clase alta y que tiene a su padre, señor Fermín, como colaborador del gobierno; Amalia y Ambrosio, empleados de don Fermín; La Musa, amante de Cayo Bermúdez. Pero, claro, Vargas Llosa no cuenta esta historia de manera lineal, sino que, utilizando la técnica de manera magistral, va narrando escenas que van reconstruyendo lo que sucedió, con constantes saltos en el tiempo y el espacio, que en vez de entorpecer el relato lo enriquecen. Y todo esto a partir de la conversación que sostienen Santiago Zavala (ya de 30 años) con Ambrosio, quien fue el chofer de su padre y su familia, cuando él era un adolescente. A partir de ese reencuentro y conversación en el bar La Catedral, ambos van reconstruyendo lo sucedido en el pasado y los recuerdos y traumas (personales y sociales) afloran.

Por otro lado, llama poderosamente la atención cómo Vargas Llosa cuenta de manera verosímil y crea adecuadas atmósferas para lo que nos va narrando: por ejemplo, resulta magistral como narra el contexto en el cual se desenvuelve Cayo Bermúdez y su relación con las esferas del poder (generales, ministros, medios de comunicación); la vida llena de lujos y  el posterior ocaso de Hortensia (La Musa), quien es la amante de Cayo Bermúdez; los pesares de Amalia y Ambrosio, empleados de don Fermín; la vida del empresario Fermín Zavala y su familia, etc. Pareciera que Vargas Llosa, antes de escribir su novela, hubiese hecho un detallado estudio de campo para recabar información y así construir de manera verosímil su novela. Solo así se puede explicar haber conseguido retratar magistralmente a cada uno de estos personajes tan disímiles y que representan un fresco de la sociedad peruana de entonces y de no hace mucho (me refiero a la época del gobierno de Alberto Fujimori)

Sin lugar a dudas, hay que leer y sobre todo deleitarse con esta maravillosa novela que habla muy bien del talento y genio de nuestro Premio Nóbel.

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