domingo, 3 de noviembre de 2013

¡Venus y Marte! (Juguete teatral)

       ¡Venus y Marte!
Pequeña comedia en un acto

Escena I

-Él.- ¡Sofía, me gustas!

-ELLA.- ¡¿Qué?! (Sorprendida)

-ÉL.- ¡Que me gustas! ¡Y mucho!

-ELLA.- (Algo molesta) Pero si nos conocemos recién. ¿Cómo me puedes decir eso?

-ÉL.- Porque me pareces bonita y eres una buena chica.

-ELLA.- (Pausa) Miguel, te voy a decir la verdad…Yo acabó de salir de una relación, pero aún sigo enamorada… Disculpa mi sinceridad, pero no quiero darte falsas esperanzas.

-ÉL.- Entonces, ¿por qué has aceptado mis invitaciones?

-ELLA.- Porque tengo la mala costumbre de decir siempre que sí. No sé negarme.

-ÉL.- No entiendo, Sofía. Yo recuerdo que la primera vez que te invité a salir, aceptaste de inmediato. Incluso, te noté contenta.

-ELLA.- Bueno, no sé, ya no me acuerdo. Pero, ahora, te digo, Miguel, que no quiero nada contigo. (Tajante) Solo podemos ser amigos.

-ÉL.- (Tras una pausa) ¿Y ese chico te quiere?

(Ella permanece en silencio).

-ÉL.- ¿Al menos te llama? …Porque si no te llama, es porque ya no le interesas. Así de simple.

(Ella lo mira y baja la mirada).

-ELLA.- Solo sé que no me lo puedo sacar de la cabeza. Y que no quiero nada con otra persona. Menos algo ocasional.

 -ÉL.- Pero, Sofía, yo quiero algo serio contigo. No estoy buscando una aventura.

-ELLA.- Ya te dije que no quiero nada por ahora, Miguel. ¡No insistas!

-ÉL.- ¡Está bien!...Si eso es lo que quieres.

(Los dos se quedan en silencio durante largos segundos. Están sentados en la banca de un parque. Hay mucha gente paseando. El sol brilla. Es sábado, tres de la tarde).

-ÉL.- Bueno, ¿y ahora qué hacemos?

-ELLA.- (Mira su reloj) Yo me tengo que ir en quince minutos. He quedado en encontrarme con unas amigas en mi casa.

-ÉL.- ¿Van a salir a algún lado?

-ELLA.- Sí.

-ÉL.- ¿A bailar?

-ELLA.- No, vamos a ir a algún local a conversar y tomar algo.

-ÉL.- (Luego de una pausa) Estuvo bien la pizza, ¿no es cierto?

-ELLA.- Sí, estuvo rica. Gracias, nuevamente.

-ÉL.- De nada…Hasta la cebollita estaba buena.

-ELLA.- Porque era como un aderezo.

(Ella mira nuevamente su reloj. Su rostro refleja apuro y cierta preocupación)

-ELLA.- Miguel, ¿me acompañas al paradero?

-ÉL.- ¿Pero no dijiste que te ibas en quince minutos? Todavía no han pasado ni cinco.

-ELLA.- ¡Sí, pero mi casa está lejos y el bus que tomo demora en pasar!

-ÉL.- Espérate unos minutos más y nos vamos, ¿te parece?

-ELLA.- (Como si estuviese ordenando) ¡No, Miguel, ya me quiero ir! ¡Quiero llegar puntual!

-ÉL.- (Lanza un suspiro de resignación) Está bien, señorita. ¡Vamos! (se para de la banca)

(Sofía también se levanta. Ambos empiezan a caminar rumbo al paradero. En el trayecto no conversan. Se nota incomodidad, molestia. Luego, llegan al paradero y esperan el bus parados).

-ÉL.- (En tono de compromiso) ¿Qué línea tomas, Sofía?

-ELLA.- La “S”. Pasa por el Jockey Plaza y me deja en la avenida La Molina.

(Luego de una larga pausa, ella se anima a hablar)

-ELLA.- ¿Y a dónde vas tú?

-ÉL.- A la casa de unos amigos. Saldremos a bailar y a tomar unas cervezas.

(Sofía lo mira y se queda en silencio).

-ELLA.-…Miguel, me avisas para ir a la obra que están dando en el Club.

-ÉL.- Pero ya para qué. ¿No me acabas de decir que no quieres nada conmigo?

-ELLA.-…Sí, pero podemos seguir siendo amigos, ¿no?

-ÉL.- La verdad, no creo en eso de ser amigos. Es puro floro.

-ELLA.- Yo pensé que la amistad la podíamos mantener.

-ÉL.-…Sofía, prefiero que nos dejemos de ver. Si tú has puesto las cosas tan claras, mejor es mantener nuestra distancia.

-ELLA.- Bueno, no sé. Yo decía.

(Él la mira, pero ella le esquiva la mirada. Se le ve pensativa y seria)

-ÉL.- …¿Me parece o ahora estás amarga por lo que acabo de decirte?

-ELLA.- No, no estoy amarga. ¿Por qué voy a estarlo?

-ÉL.- Entonces, me pareció por tu rostro.

-ELLA.- No, nada que ver.

(Él la mira por unos breves segundos. Luego dirige su vista hacia los carros que vienen. Ve acercarse el bus de ella).

-ÉL.- Ese es tu micro, ¿no?

-ELLA.- Sí, me parece que sí. Bueno, entonces chau, Miguel. Nos vemos.

Sofía hace señas al bus para que se detenga. El vehículo así lo hace. Ella está a punto de subir

 -ÉL.- (Dudando)…¡No, no, espera, Sofía! ¡Este carro también me deja cerca de donde voy!

-ELLA.- (Alegre) ¡Perfecto! ¡Entonces, vamos!

(Ambos suben y el bus retoma la marcha)

 
Escena II

(Miguel y Sofía están sentados en unos de los asientos del bus. Este está casi vacío. En la radio, se escuchan baladas románticas en español).

Los dos están callados. Ninguno atina a hablar. Miguel parece arrepentido de haber subido. Sofía está ensimismada. Hasta que suena una canción de Ricardo Arjona, “Dime que no”, y el rostro de ella parece serenarse e incluso alegrarse.  

-ELLA.- Bonita canción, ¿no?

-Él.- ¿Bonita? Insufrible, será… No sé cómo a la gente le puede gustar Arjona si es recontra huachafo. 

-ELLA.- ¿Por qué huachafo?

(Miguel mira a Sofía con cierta lástima y responde)

-ÉL.- ¿No te has fijado en sus letras cursis? Esa canción, por ejemplo, “Señora de las cuatro décadas” es un adefesio. (En tono sentencioso) Arjona es música es para secretarias huachafas o gente sin cultura. 

 -ELLA.- (Completamente amarga)…¿Qué tienes, imbécil? ¿me estás diciendo huachafa?

-ÉL.- (Totalmente sorprendido) ¿Qué te pasa, Sofía? ¡Cálmate! Solo te estoy dando mi opinión.

-ELLA.- No me estás dando tu opinión, Miguel. Me estás diciendo que las que escuchamos a Arjona somos secretarias huachafas. ¿Estás loco o qué?

-Él.- No es una alusión personal. Me estoy refiriendo a la gente en general.  

-ELLA.- …Ese es el problema de gente como tú. Porque han leído unos cuantos libros, se creen superiores a los demás. ¿Y tú que escuchas, genio? ¿Bethoven, Mozart…Beatles, seguro?

-Él.- Sofía, yo no me creo superior a los demás. Te equivocas. Solo te estaba dando mi opinión. Y disculpa si te sentiste aludida. No fue mi intención.

-ELLA.-Pues ten más cuidado con lo que dices.

-ÉL.- De acuerdo, pero tú también mide tus palabras: me has dicho “imbécil”

-ELLA.- ¿Te lo dije?

-ÉL.-Sí, claro. ¿Ya no te acuerdas?

-ELLA.- Discúlpame, entonces.

(Larga pausa)

 -ÉL.- ¿Te das cuenta, Sofía, que no nos llevamos? No somos nada y ya nos estamos peleando.

 (Ella lo mira y se queda callada)

-ÉL.-Creo que fue mejor que me dijeras que solo seamos amigos. Como ves, no tenemos nada en común

-ELLA.- (Seria) Estoy de acuerdo, Miguel. No tenemos nada en común.

-ÉL.-…¡Al menos coincidimos en eso!

(En la radio ahora se escucha “El problema” de Arjona. Ella se pone a cantar en voz baja).

-Él.- (Luego de una pausa) ¿Me estás sacando “cachita”?  

-ELLA.- ¿Vas a empezar de nuevo?

-Él.- Solo te estoy haciendo una pregunta.

-ELLA.- No, pues. No te estoy sacando “cachita”, Miguel. Canto porque me gusta la canción. Además, no tengo que pedirte permiso.

-ÉL.-  Pero si sabes que “me fascina” Arjona, ¿por qué lo haces?

-ELLA.- Bueno, lo siento, aprende a ser tolerante. Además, esta canción es muy buena.

-ÉL.- Si tú lo dices.

-ELLA.- Escucha la letra, escucha la música. No te cierres solo porque es Arjona…Acepto que tiene canciones medio huachafas…

-ÉL.- ¿Medio?

-ELLA.-Déjame acabar…reconozco que tiene canciones algo huachafas,  pero también tiene buenas. Un ejemplo, es esta.

-ÉL.- Está bien, Sofía. No quiero seguir discutiendo.

-ELLA.- …Ahí esta tú problema, pues. ¡Eres machista! Quieres una mujer que te diga sí a todo. Te equivocas si crees que yo soy así.

-ÉL.- Yo no soy machista. Pero tampoco me gusta discutir por las puras.  

-ELLA.- (Murmurando para sí misma) ¡De la que me salve. Estuve a punto de decirle que sí!

-ÉL.- ¿Qué dijiste?

-ELLA.- Nada.

-ÉL.- (Pausa) (Murmurando para sí mismo) ¡Menos mal que no somos enamorados. Con ese carácter…!  

-ELLA.- ¿Qué cosa?

-ÉL.- Nada, nada.

(Sofía lo mira por un momento extrañada. Luego, vuelve la mirada y sigue cantando la canción de Arjona. Miguel pone cara  de “cuándo acabará esto” y queda en silencio. El bus sigue avanzando).

(El volumen de la canción aumenta y la luz de la escena se apaga lentamente).


                                                                    Escena III

(Miguel y Sofía caminan en silencio por la calle. Hasta que ella, movida por un impulso, decide hablarle).

-ELLA.- (Irónica) Miguel, ¿por qué estás tan hablador?

-ÉL.- (Irónico) Porque me encanta discutir contigo, Sofía.

-ELLA.- (Se ríe) ¡Qué gracioso!

-ÉL.- (Serio) No sé donde está lo gracioso.

-ELLA.- …¡Hombres, quién los entiende!

-ÉL.- ¿No será al revés? ¡Mujeres, quién las entiende!

-ELLA.- … ¿Y si no me entiendes porque me acompañas a mi casa?

(Miguel se detiene. Hace una pausa).

 -ÉL.- (En tono tranquilo) Tienes razón. Soy un “monse” por tratarte como una dama. Me olvidaba que ya pasó de moda ser caballero. Ahora las mujeres prefieren a los patanes.

-ELLA.- Eso es mentira. ¿De dónde sacas eso?

-ÉL.- De mi experiencia. Las mujeres, de la boca para afuera, dicen que buscan un chico caballero, noble, que las respete. Pero a la hora de la hora, prefieren a los idiotas que las tratan mal… A los caballeros, ustedes los ven como imbéciles.

-ELLA.- Yo no tengo la culpa que hayas tenido malas experiencias, Miguel. Además, yo no soy así.

-ÉL.- (Sereno) Eso es lo que dices, Sofía. Pero eres igual…Sigues enamorada de ese tipo que, seguro, te hizo sufrir, ¿si o no? …y que ni siquiera te llama (Ella se queda callada)  En cambio, yo, que te trato como una dama, ni caso. ¿Y por qué? Simple: porque a las mujeres, en el fondo, les gusta los hombres que las tratan mal.

(Sofía se detiene)

-ELLA.- (Amarga) Miguel, si eso es lo que piensas, aléjate de mi vista.

-ÉL.- La típica. Ahora te haces la víctima.

-ELLA.-  ¡Cállate, deja de hablar estupideces!

-ÉL.- (Burlón) Sofía, me dices que por qué no hablo, y ahora me mandas a callar con insultos. ¡Quién entiende a las mujeres! ¡Que alguien en el mundo me explique por qué las mujeres son tan extrañas, porque yo me rindo! ¡Mientras más las conozco, menos las entiendo!

-ELLA.-  ¡Y yo tampoco te entiendo! Me dijiste, en el paradero, que no me querías ver más porque no crees en la amistad, y sin embargo, me acompañas hasta mi casa. ¡Quién  entiende a los hombres! ¡Yo también me rindo!

-ÉL.- …Está bien, tienes razón. Reconozco que me contradije. Pero sabes por qué

-ELLA.- ¿Por qué, Miguel?

(Él suspira y se queda mudo)

-ELLA.- Vamos, ¿por qué?

-ÉL.- …Ya de qué sirve, Sofía…Total, ¿no me has dicho que me ves solo como un amigo?

-ELLA.- (Retándolo) Pero dímelo.

-ÉL.-…Ya te lo dije en el parque. ¿Ya te olvidaste?

-ELLA.- ¿Qué me dijiste?

-ÉL.-…¿Qué gano repitiéndote lo que ya te dije? ¿Alimentar tu ego?

-ELLA.- Pero, vamos, dímelo de nuevo.

(Miguel se acerca a Sofía. La mira a los ojos profundamente. Ella también lo mira)

-ÉL.- ¡Que no te entiendo! ¡que no sé qué quieres! ¡que soy un bobo por seguirte hasta acá! ¡pero que, a pesar de todo eso, me gustas, (él se va acercando a ella y está a punto de cogerle la cintura) me encantas, me fascinas!

-ELLA.- ¿Solo eso?

-ÉL.- ¡No!  (la coge de la cintura). ¡Que me muero también por abrazarte, por besarte, por…! (Él tiene sus labios casi pegados a los suyos).

-ELLA.-  ¿Y me vas a aguantar?

(Él afirma con la cabeza)

-ÉL.- ¿Y tú a mí?

(Sofía afirma con la cabeza. Miguel la besa apasionadamente. Ella también. De pronto, él aparta el rostro)

-ELLA.- ¿Y ahora qué pasa, Miguel?

-ÉL.- Me he acordado de algo.

-ELLA.- ¿De qué?

-ÉL.-  De que tienes razón, Sofía… Arjona, a pesar de que tiene canciones huachafas, tiene algunas buenas… “Historia de un taxi” siempre me gustó. 

-ELLA.- (Se ríe) ¡Vaya, hasta que reconociste! (Se abrazan y retoman la marcha).

-ÉL.- Me daba vergüenza aceptar, sabes…De adolescente, me gustaba Arjona. Había una que se llamaba “Concierto de Aranjuez” creo, que también me gusta.

 -ELLA.- Ah, te refieres a “Mi primera vez”. Sí, es bonita y tierna (Ella se pone a cantar la letra) “Despacio comienzo en tu boca// Despacio y sin quitarte la ropa// Mi cama no merece tu cuerpo//Virgen como el Amazonas//Mucho para un lobo cazador//Ideal para el amor. //Despacio voy por tu corazón//Despacio y me detiene un botón…”. 

 -ÉL.- (Se ríe) Pero eso sí, la canción “Mujeres” es horrible.

 -ELLA.- (Se detiene) ¿Horrible? Horrible serás tú     

-ÉL.-  Sofía, ¿ya comenzamos de nuevo?

(Los dos se miran y se ríen estrepitosamente. Luego caminan abrazados y desaparecen detrás del escenario. Las luces se apagan).


-Fin de la obra-

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