miércoles, 24 de febrero de 2016

Diario de un profesor (25)

Hoy culminé un nuevo ciclo en el instituto donde laboro. Me desperté temprano (7 a.m.) y me puse a corregir los exámenes que me faltaban. Mientras lo hacía, pensaba en el tiempo transcurrido. Ya son casi 10 años de la primera vez que enseñé. Me recordé muerto de miedo ingresando a una aula para enseñar Oratoria a niños y adolescentes. ¡Cuánta agua ha corrido en estos años! ¡Cuántas experiencias y anécdotas! ¡Cuántas satisfacciones y momentos complicados he pasado! ¡Cuántas alegrías y penas! Y sin embargo, aquí sigo dando batalla, luchando conmigo mismo para que la llama de la pasión por enseñar no se apague, luchando para vencer mis miedos y llegar al corazón de esos muchachos a los cuales, las más de las veces, les resulto indiferente. Y es ahí, en esos momentos de debilidad, de querer bajar los puños y dejar de pelear, que me acuerdo de mis buenos profesores, de aquellos que me soltaron frases de elogio o aliento que aún persisten en mi mente y que me hicieron confiar un poquito más en mí. Entonces, decido seguir peleando y trato de imitar a mis queridos profesores, de hacer algo parecido a lo que hicieron ellos conmigo. Y lo intento, ¡vaya que lo intento!, y termino exhausto física y emocionalmente, pero contento al menos de haber dejado mi mejor esfuerzo. ¡Ahora es momento de descansar!          

No hay comentarios: