sábado, 8 de octubre de 2016

Diario de un profesor (33)

En el último mes y medio, con el fin de controlar mejor mis nervios y mejorar como profesor (siento que me he convertido o me estoy convirtiendo en un docente acartonado, formal, solemne, aburrido), he llevado talleres de clown y de narración oral. A pesar que tuve un incoveniente con el docente del primer taller, aprendí algunas cosas interesantes. El clown es como un taller de aprender a fracasar, de reirte de tus torpezas y miedos, de desnudarte frente a la gente y hacer el ridículo. El problema es que, al estar totalmente "desnudo" frente al público, te encuentras en un estado tal de vulneralidad que me resulta complicado. Eso de desnudarte abruptamente, sin un previo proceso, puede ser, en vez de liberador o catártico, un proceso de sufrimiento, pues ahondas en tus miedos y debilidades, en vez de apuntalar tus fortalezas. Y si no estás guiado por la persona correcta, el clown en vez de ser liberador puede resultar contraproducente.

Más allá de eso, ambos talleres me han servido y pienso seguir llevando talleres de este tipo -la impro, el stand up comedy, el canto, la expresión oral, el teatro, la oratoria, el dibujo, etc., pueden ser otras alternativas- que me permitan llegar mejor a mis alumnos, y así  transladar ese aspecto lúdico -que solo tiene el arte- a las aulas de clase. Y de esta manera, ir renovando mis clases y mi vocación.
 

No hay comentarios: