martes, 11 de octubre de 2016

Diario de un profesor (34)

Fragmento de la la novela El profesor, de Frank McCourt (2005)
"Toda clase tiene su química. Hay clases que se disfrutan y se esperan con interés. Ellos saben que los aprecias y, a cambio, te aprecian a ti. A veces te dicen que la lección ha estado muy bien, y tú te sientes el rey del mundo. Esas cosas, de alguna manera, te dan energía y ganas de pasarte el camino de vuelta a casa cantando.
   Hay otras clases que te gustaría que [los alumnos] se subieran al transbordador de Manhattan y no volvieran jamás. En su manera de entrar y salir del aula hay un algo de hostilidad que te da a entender lo que piensan de ti. Pueden ser imaginaciones tuyas, e intentas  encontrar la manera de ganártelos. Pruebas a impartirles lecciones que dieron resultado con otras clases, pero ni siquiera eso sirve, y todo por esa química.
   Saben cuándo te tienen asustado. Tienen instinto para detectar tus desilusiones. Había días en que me daban ganas de quedarme sentado a mi mesa y dejarles hacer lo que quisieran. Sencillamente, no era capaz de llegar a ellos. En 1962, tras cuatro años en el oficio, aquello ya no me importaba..."

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