domingo, 9 de abril de 2017

Viajes y autos

El miércoles pasado, una amiga me jaló en su flamante auto: un pequeño pero bonito y espacioso Honda mecánico de color blanco. Mi amiga, 33 años, me contó que había pagado la mitad por adelantado (6 mil dólares) y en los próximos dos años tendría que pagar, mensualmente, cuotas de 700 soles. Es decir, el auto le iba a costar un poco más de 11 mil dólares (aunque ella me indicó que eran 12 mil). Mientras me contaba eso, ella me hizo recordar que 3 o 4 años atras yo la jalé el mi carrito: un toyota corona, antiguo, pero bien conservado. Yo recordé de inmediato las veces que pensé en venderlo, pero al final el cariño me lo impidió.

En estos cuatro años, a partir de marzo del 2013 (que viajé a Arequipa), he gastado un poquito más de 6 mil dólares en mis viajes. Es decir, tal como mi amiga, con ese dinero pude haber pagado el 50% de un flamante y moderno auto. Sin embargo, si me dieran a escoger entre viajar por el Perú y el mundo y comprarme un auto nuevo, preferiría lo primero. No me arrepiento, por tanto, en estos 4 años, de haber gastado mi dinero en conocer ciudades de mi lindo Perú (Arequipa, Iquitos y nuevamente Cuzco y Apurimac) y capitales y ciudades del exterior (Buenos Aires, Río de Janeiro, Madrid, Roma, Florencia, París). Creo, personalmente, que ha sido una gran inversión y ha sido una forma de recuperar el tiempo perdido en cuestión de viajes...Y es que entre los 27 y 34 años no viajé a ningún lugar, porque atravesé una época de vacas flacas y mis prioridades eran otras.

Si mañana muriera, creo que me podría morir tranquilo en cuestiones de viaje (aunque claro, tengo aún mis deudas pendientes). Me gustaría antes de los cuarenta conocer, en el Perú, Chiclayo y Cajamarca. Y en el exterior, visitar Miami y Nueva York (mi padre estuvo por Nueva York en los 70s). Ojalá las cosas se den. Ojalá dios confabule para lograr esto. Hace un mes conocí Europa. Conocí especificamente 4 ciudades: Madrid, Roma, Florencia y París (y estuve en el aeropuerto de Barcelona). Gasté poco menos de 3 mil dólares. Sabía que si no viajaba ahora, no lo iba a hacer nunca. La verdad que no me arrepiento. Fue la plata mejor gastada, aunque ahora mis ahorros son escasos. Agradezco también a mi amiga A que me brindó hospedaje en Madrid durante 5 días (sin ella este viaje no hubiera sido posible). También agradezco a mis amigas B y C que me sirvieron de guías en Florencia y París. Y claro, otros amigos que me brindaron sus recomendaciones a través del Facebook.

Europa es hermosa, quedé maravillado con muchas cosas: la historia, la belleza de los paisajes y las ciudades, las mujeres (las romanas son hermosísimas), la comida, etc. Pero sobre todo, tal como el título de una obra del peruano Sebastián Salazar Bondy, descubrí o entendí lo que mi intuición ya me decía: "No hay isla feliz". Es cierto, pues, que dichas ciudades están mucho más avanzadas que mi Perú, en muchos aspectos; sin embargo, mientras viajaba en los metros subterráneos, comprobé o palpé la soledad, la frustración, el desasosiego, la falta de comunicación entre las personas. Allá no son más felices que acá, al contrario, varias veces noté que la gente de Europa -no toda por supuesto- es más fría y está encerrada como en su burbuja. Es decir, en los metros, las personas eran como fantasmas que no cruzaban miradas y parecían no existir el uno para el otro (cosa que aún no sucede en el Perú). Además, noté que la gente allá es como en todos lados: existen personas muy atentas, educadas y serviciales con el extranjero; y otras que te ven como un extraño y te tratan de manera despectiva. En suma, allí, a la distancia, entendí que mi destino estaba en el país en que me tocó nacer. Y que con sus miles de problemas, el Perú es un país que tiene también muchos aspectos positivos y que debemos valorar!!! 












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