martes, 31 de octubre de 2017

Diario de un profesor (53)

Hace más de seis años, cuando comencé a trabajar de profesor de redacción en un instituto, era el más joven de la plana docente. Tenía poco más de 30 años, pero parecía de menos. La mayoría de docentes eran de 40 años para adelante y vestían de terno o traje sastre. Con los años, comenzaron a llegar profesores de mi edad, pero aún así eran los pocos e, incluso, a veces me confundían como alumno.

Sin embargo, hace un año cambié de trabajo y ahí la plana docente y los tutures de Lenguaje son bien jóvenes. Por ejemplo, ahora encuentro profesores de cinco a doce años menores que yo. Claro, han pasado más de diez años de que empecé a trabajar y el tiempo no pasa en vano. Más aun, los tutores (asistentes de los profesores) son todavía más jovencitos: sus edades promedio fluctúan entre los 24 y los 30 años. Es decir, al costado de ellos, pertenezco a los más "viejos" del grupo. Solo hay unos tres o cuatro tutores mayores que yo. Es así, es la ley de la vida. Solo queda adaptarse y mantener el espíritu joven intacto. En otras palabras, que el cuerpo envejezca, pero no el corazón.

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