miércoles, 27 de febrero de 2019

Diario de un profesor (62)

Acababa de terminar un nuevo ciclo en la universidad y me sentía desgastado física y emocionalmente: no había sido un buen ciclo para mí ya que tuve a cargo grupos complicados. Con las pocas fuerzas que me quedaban, pude sacar adelante mis clases. Todo esto me hizo dudar de mi vocación y de mi capacidad de aguante. Me preguntaba si no era momento de tomar un nuevo rumbo, de buscar nuevas cosas. Fue en esos días, que revisando una cuenta de facebook que casi no uso y la empleaba en mi época de profesor de instituto, encontré un mensaje privado que me había enviado un antiguo alumno cuatro o cinco meses atrás. En ese mensaje, me saludaba y me agradecía encarecidamente por lo que le enseñé años atrás en el curso de redacción. Me señaló que gracias a mí se había interesado en los libros y la lectura y me pedía recomendaciones de escritores. Yo, conmovido, respondí más agradecido que él, pues este mensaje tan motivador me había llegado en el momento perfecto: ese momento en que uno empieza o vuelve a dudar de sí mismo y de su vocación. Fue ahí que entendí que las palabras de agradecimiento de un alumno hacia su profesor son tan valiosas como las palabras de un docente a su alumno expresándole que confía en sus capacidades. Esas palabras quedarán grabadas de manera indeleble en la mente y en el corazón de ambos, y los hará más fuertes en el futuro.

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