sábado, 12 de mayo de 2012

Azul profundo

Azul profundo (1988) fue una de las primeras películas del director francés Luc Besson (1959), que estrenó a fines de los 80s y que lo hicieron conocido a nivel mundial. Años después, consolidaría su fama con la gran cinta Nikita (1991) y posteriormente, en 1994, con la excelente El profesional. Sin embargo, en Azul profundo, y a diferencia de las dos mencionadas, lo único que comparten es el talento y la ambición de su director, pero no la temática ni el tratamiento narrativo. Azul profundo, al menos la versión extendida que vi (que dura 2 horas y 40 minutos), es una oda al mar, un himno al mar y a su belleza y misterio. Su trama es la siguiente: dos hombres, rivales y amigos a la vez, se enfrentan por llegar a lo más profundo del océano y batir el récord mundial. Pero esa rivalidad no es tan sencilla. Los dos aman al mar, han crecido desde niños en ella y para ellos llegar a lo más profundo del mar es como conocer o revelar el gran misterio de la vida. Para ellos el mar, y su belleza, ejercen un gran poder de seducción, una pasión que guía sus vidas. Y ahí entra la poesía visual que consigue con sus imágenes el director, además de la hermosa música de Eric Serra.

La historia, la parte final, al menos, es dramática y bella, pero buena parte de la cinta juega también con la comedia y el lirismo, aunque suene una contradicción. Las actuaciones de los protagonistas, Jean Reno, Jean Marc Barc y Rosanna Arquette, son buenas y le dan fuerza a la historia. Es cierto que esta versión extendida (habría que ver la versión acortada) tiene escenas que podrían haberse omitido, pero la película aún con sus excesos, es buena y ambiciosa. Azul profundo es el claro ejemplo de un joven creador o artista que arriesga y no teme cometer excesos con fin de alcanzar la belleza. Y Luc Besson, el gran director francés, lo consigue: hay escenas memorables (como aquella donde la pareja de Jaques se arroja al mar para llamar su atención y decirle que lo ama y que espera un hijo de él, pero ni aun así lo consigue) que permanecen en la memoria. Además, logra crear, al igual que en sus otras películas, un mundo propio, con sus propias leyes. En conclusión, con esta cinta, con inevitables defectos pero bella, Luc Besson demuestra que es un artista de raza.    

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