Falta un mes para que acabe
el ciclo en el instituto donde enseño y me siento cansado no solo físicamente,
sino también sicológicamente. Desgasta enseñar. Das tu vida y a veces recibes atención y
en otras (la mayoría), indiferencia. El despliegue de energías que se hace en el aula es comparable a
la que hace un deportista en la cancha o el artista sobre el escenario. La
diferencia radica en que en el caso de estos, la gente va a verlos por
admiración o por pasión; en cambio, la mayoría de ocasiones, el profesor es un
intruso, un desconocido, un tipejo que tiene que ganarse el respeto de los
alumnos, quienes muchas veces son casi obligados a asistir. Ahí surge el conflicto
o el reto, como quiera verse la figura. Y ahí radica el dilema y el desgaste
del profesor.
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