Este ciclo que terminó tuve 3 o 4 alumnos difíciles. No eran malos chicos, pero sí me costó saber llevarlos. Recuerdo que, a uno de ellos, en la primera clase, le dije educadamente para que leyera una diapositiva, y me miró con un gesto como si le hubiese insultado a su madrecita. Luego me percaté de que su semblante era así, serio, como si el mundo y la gente le disgustara, y entre ellos el profesor. En otra de las clases, a la que llegó tarde, me hizo un par de preguntas cuestionando los ejemplos que había dado. Tuve que tomar aire para no perder la compostura y responder de la manera más diplomática posible (total, es su derecho y es saludable que el estudiante cuestione lo que se le enseña). En otra ocasión, el estudiante no formó grupo para realizar ciertos trabajos y, en una par de evaluaciones en parejas, simplemente no quiso trabajar con algún compañero (al final, tuve que acceder a sus caprichos pero le desconté 3 puntos en sus notas). Para colmo, no cumplía con los cuestionarios que dejaba. Así vista las cosas, el alumno iba directo a repetir el curso.
Sin embargo, de inmediato, a través de sus preguntas, me di cuenta que el muchacho era hábil y en su primer examen salió con una nota aprobatoria (15) que demostraba que escribía y argumentaba bien. En la segunda parte del curso, pensé que su actitud cambiaría. Pese a esto, en una clase se la pasó mirando su celular y con sus audífonos. Pensé ignorarlo, pero en un momento no me contuve y le llamé la atención. "Joven, ¿va a escuchar la clase o va estar mirando su celular?". Recordé que la clase anterior, buena parte de esta, había estado durmiendo. El alumno no me respondió y me quedó mirando sorprendido. "Bueno, lo espero", agregué, esperando que guardara su celular y prestara atención. No obstante, el alumno se levantó de su pupitre y se retiró sin decir nada. Durante una semana se ausentó y pensé que ya no iba a volver a clases por la vergüenza. Mas se apareció la siguiente semana como si nada hubiese ocurrido e incluso me hizo un par de preguntas en clase, con un tono sosegado, que me dejó perplejo.
Lo que vino después fue mejor. Por algún motivo, el estudiante cambió de actitud al menos en parte. Por ejemplo, accedió en la segunda etapa del curso a trabajar en grupo con un compañero. Además, un par de veces, noté que trató de esbozarme una sonrisa al despedirse, lo cual contrastaba con el semblante adusto que llevaba siempre. También, en una ocasión, recuerdo que lo veía bostezar en clase de manera exagerada y constante, y le pedí que por favor se cubriera la boca al bostezar; y él me hizo caso.
Y pese a que nunca hizo sus cuestionarios y en alguna evaluación reconoció que no había leído las lecturas del curso, logró dar un excelente examen final (obtuvo 17 de nota) que le permitió aprobar el curso. Incluso, fue una de las mejores notas de la sección.
Quiero finalizar indicando que en una de las últimas evaluaciones, el alumno me llamó y me dijo: "Profe, siempre se lo ve serio.....como si estuviera estresado" y se rio como nunca lo había visto. Pensé en responderle que yo también lo veía serio siempre (como si el mundo y la gente le apestaran), pero terminé dibujando una leve sonrisa y diciéndole: "Seguramente es así, pero a veces uno no se da cuenta. Gracias por tu comentario"; luego le di una suave palmada en el hombro y me alejé. Y pensé: aquí tengo una anécdota para mi diario.

