Sin lugar a dudas, esta novela del uruguayo Mario Benedetti es uno de los libros más conmovedores e intensos que he leído en los últimos años. Lo he leído en unos cuantos días (en mis tiempos libres) y me faltan las palabras para expresar lo excelente, formidable que es esta novela. Si tuviera que resumir, se trata de una historia de amor entre Martín Santomé, un hombre de casi 50 años y que está a poco menos de un año de jubilarse de su trabajo de oficinista, y Laura Avellaneda, una joven de 24 años que ingresa a trabajar en ese último año de Santomé y que trastoca su vida, pues él se termina enamorando de ella.
Escrito a manera de diario, los lectores vamos descubriendo
la intimidad de Martín Santomé, su rutina, su familia (tiene 3 hijos y es viudo,
pues perdió a su mujer hacía 20 años), sus meditaciones de la vida, sus
anhelos, el repentino germinar de su amor por Avellaneda, el amor que se
comienza a instalar en su vida dándole, como una tregua, una gran dosis de
felicidad para su rutinaria vida. Conmueve la novela, porque, además de las
excelentes y poéticas reflexiones del narrador-personaje sobre diversos temas
(sobre todo, el amor, la mujer, la vida, el sexo, las relaciones filiales, la
gente, los protocolos sociales, etc), nos habla de ese tema universal que es el
amor, pero lo hace con una prosa tan pulcra y diáfana, que uno termina
hechizado, sintiéndose identificado con ese tal Martín Santomé, y cruzando los
dedos para que todo le salga bien
Como dije al inicio, no tengo palabras para expresar lo
hermosa que es esta novela, novela que no necesita de grandes recursos
técnicos, pero que en esa aparente sencillez destila tal esencia de verdad, de
humanidad, de ensoñación, que uno cae ante el arte hecho palabras de Benedetti.
Publicada en 1960, cuando Benedetti bordeaba los 40, La Tregua, sin duda, es
una obra maestra, una obra llena de fuerza, vitalidad, sensibilidad.
Finalmente, mientras la leía, mis aburridos viajes en micro, fueron los más
emocionantes y entretenidos que he tenido en mi vida; el día que la acabé de
leer, ayer en el parque central de Miraflores, yo estaba sentado en una acera,
con el libro en mi mano, con la gente alrededor, la noche, las luces de los
faros, y yo arrobado devoraba las páginas conmovido, emocionado, como si esa
historia fuese mía. Cuando terminé, lancé un suspiro y dije ¡guau! ¡guau! Es
decir, sin palabras, solo hermoso.
Ah, hay una frase que he subrayado y me
encanta:
“Una de las cosas más agradables de la vida: ver cómo se
filtra el sol entre las hojas”
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