El domingo fui al teatro Británico, en Miraflores, a ver
“Todos eran mis hijos”, del dramaturgo estadounidense Arthur Miller y adaptada
por Claudio Tolcachir. La obra es dirigida por Carlos Tolentino y está
protagonizada por el argentino Víctor Hugo Vieyra y los peruanos Attilia
Boschetti, Sebastián Reátegui, Natalia Cárdenas, Francisco Cabrera, Claudia
Bérninzon, entre otros.
La obra se ambienta luego de la 2da Guerra Mundial y el
conflicto se centra en la responsabilidad del señor Joe Keller por haber
vendido armas defectuosas al ejército estadounidense y que provocó la muerte de 21 pilotos. Uno de esos pilotos
es su hijo (Larry Keller). El Sr. Keller es absuelto en un juicio, pero su
socio es encerrado en la cárcel. La historia, sin embargo, inicia cuando Chris
Keller (el hijo) anuncia la llegada de Ann (hija del antiguo socio del Sr.
Keller) a quien pedirá en matrimonio. Y esto provoca que el pasado turbio del Sr.
Keller aflore de nuevo para él y su familia.
Dividida en tres actos, la obra va alcanzando intensidad
conforme transcurre. El primer acto culmina con el anuncio de la llegada a la
casa de los Keller del hermano de Ann, George Deever, hijo del antiguo socio
del Sr. Keller. El segundo acto culmina, por su parte, cuando el Sr. Keller y
su hijo se entrampan en una discusión, sobre la responsabilidad de aquel en la
muerte de los 21 pilotos. El Sr. Keller termina aceptando su responsabilidad,
pero escudándose de que fue un error involuntario y además tenía que sacar
adelante a su familia. Finalmente, en el último acto, la verdad oculta por
tanto tiempo (la responsabilidad del Sr. Keller en la muerte de su hijo), sale
a la luz y desencadena una tragedia.
Como público, uno va a presenciando esa verdad que
personifican los actores en el escenario. Y se va envolviendo en la historia y
el conflicto que viven. Gracias a las brillantes actuaciones de Víctor Vieyra y
Atilia Boschetti y las destacadas del resto del elenco, la historia de Miller y
la puesta de Tolentino cobran vuelo y alcanzan tal grado de verdad, que uno
como público termina cautivado y emocionado con el clímax y el desenlace de la
obra. Al final, cuando el elenco sale a saludar a la gente, no le queda a uno
más que pararse de su butaca y aplaudir porque sabe que ese grupo de actores ha
dado su vida en el escenario. En suma, ¡no hay que perderse esta obra que va
hasta la mitad de junio, de jueves a lunes, a las 8 pm., en el Británico: “Todos eran mis hijos!”