sábado, 27 de octubre de 2018

La casa no existe


La casa no existe (2017) es el tercer disco del dúo peruano Alejandro y María Laura, y en mi opinión es una obra maestra, un álbum que trascenderá el paso del tiempo y que quedará en la historia de la música peruana. Compuesto de doce temas, en principio no sé cómo clasificarlo en su estilo, pero siento que posee influencias del argentino Luis Alberto Spinetta. No obstante, el disco tiene su propia personalidad, está llena de detalles, matices, mezcla de diversos ritmos, que lo convierten en una auténtica joyita musical.

El primer tema “Película” es mágico tanto en su lírica como en su melodía. Contiene una frase que resume muy bien lo que es el tema y el disco “No te angusties, es un poco lenta, pero genial”. La voz de Alejandro y el coro de María Laura se mezclan de manera admirable y el piano te transporta a un lugar de ensueño. El segundo tema “Agüita del equilibrio” posee la influencia del huayno y la dulce voz de María Laura le otorga matices impensables a la canción. Hay también sonidos de música electrónica que acompañan junto con la percusión. Dan ganas de bailar.

“La corriente del niño”, que tiene también la participación de La Lá, tiene una letra bien trabajada, de aliento poético. Tiene un coro que se repite: “Se me va apagando el fuego”. Y el cajón acompaña. “Avión”, el cuarto tema, me parece una de las obras maestras del disco. La letra es poesía, poesía no explícita llena de imágenes potentes. Aquí la voz de Alejandro es secundada por la de María Laura y el piano es fundamental. El coro se queda grabado en la testa: “Quién vendrá por mí si todos están ocupados. Quién vendrá por mí, si hasta de mí yo ya me he olvidado”.

 “Saltando” es como un intro a la siguiente canción “Saltando de tronco en tronco” que es también de los temas más alegres. Dan ganas de mover el esqueleto e incluso zapatear cuando María Laura hace los coros y convierte la canción en una suerte de huaynito dulce y jovial: “solo mis pies en la arena, solo el calor de la tierra”. “Matrimonio”, el sétimo, es una de mis favoritas (el video es una delicia). Aquí se nota la batería, nuevamente la letra lírica sobre la vida de casados de esta joven y talentosa pareja de músicos peruanos. Y el coro poético: “Deja caer la copa, que se emborrache la alfombra”. Es la canción hit del disco, la más comercial del disco, pero no por eso menos hermosa.

“Una fiesta cualquiera” es otra joyita, de un gusto tan exquisito que asombra y encandila. Aquí el músico Paulinho Moska acompaña el tema junto con Alejandro. “Se van, se van, y aquí sigue sonando el mismo vals” es el coro. Aunque no sabemos exactamente qué quiere decirnos la letra, la sentimos y la disfrutamos. “Una casa vacía”, el noveno tema, está guiada por la voz de María Laura y es una canción más lenta (pero genial); pero luego cobra fuerza cuando llega al clímax. Se aprecia el riesgo en cada canción y esta no es la excepción. Después viene “La novia”, la cual posee un corito lúdico, infantil, que le otorga frescura a la canción. El undécimo tema, “Últimas luces del día”, ya en la voz de Alejandro, es uno de los mejores. Es la historia, al parecer, de una persona que se está muriendo y observa lo que sucede a su alrededor: “No quiero dejar de ver el paisaje, no quiero que se acabe el viaje”. Es, sin duda, un tema entrañable. Aquí, nuevamente, las voces de Alejandro y María Laura son una maravilla, el complemento ideal; hay como un aullido fantasmal de María Laura al final que es rematado por Alejandro.

Finalmente, “María flojera”, como lo indica su título, es un tema más lúdico, más juguetón que despierta una sonrisa. Aquí la protagonista es la voz de María Laura y la acompaña la guitarra de Alejandro.

En conclusión, La casa no existe es una obra maestra que hay que escuchar. Además, es una prueba palpable de que en estas épocas se sigue haciendo buena música, pero esta no se encuentra en las radios, sino en medios alternativos. Por último, es prueba de que en el Perú también se hace música de gran calidad que no tiene nada que envidiar a cualquier talento extranjero. Imperdible.

Link del disco en Youtube:


Video de la canción "Matrimonio" en Youtube



jueves, 18 de octubre de 2018

La invención de la soledad


La invención de la soledad (1982), del escritor norteamericano Paul Auster (1947), fue el libro que le abrió las puertas al éxito y reconocimiento mundial. Hasta antes, estuvo sobreviviendo con trabajos de traducción y muchos editores se rehusaron a publicar alguna de sus primeras novelas policiales. En 1979, fallece su padre, un hombre de personalidad hermética y carácter difícil, y esto afecta de sobremanera a Paul Auster, quien decide escribir acerca de su relación de amor y odio con este. Esta es la base de La invención de la soledad, que fue escrita entre 1980 y 1981.

Dividida en dos capítulos, la primera, titulada “Retrato de un hombre invisible”, es un excelente, brillante retrato sobre su padre y su compleja relación con este. Para el narrador, como el título lo indica, su padre era como un hombre ausente, que aunque estaba físicamente presente, parecía que no lo estuviera. Auster aquí describe los últimos años de relación de su padre con su madre, antes de que se divorciaran; las  marcadas y opuestas personalidades de ambos. Aquí el autor se pregunta por qué su padre era tan frío con él, tan inexpresivo en sus sentimientos, tan mezquino en sus elogios. La respuesta se nos da, cuando Auster nos revela, de manera sorpresiva (tan igual que para él), que su abuela (es decir, la madre de su padre) había matado de un balazo a su abuelo por celos y por maltrato físico. Este hecho, que sucedió cuando su padre tenía siete años (y que causó conmoción en el pueblo donde vivían), fue ocultado por la madre de este y su familia, quienes se mudaron por diversos pueblos de los Estados Unidos huyendo del escándalo. Además, se nos relata que la madre de su padre, una mujer de cabello rojizo, pequeña, era de carácter autoritario con sus once hijos. Finalmente, en el juicio que se hace a la abuela de Auster, a pesar de que sí se reconoce su culpa en el asesinato de su esposo, ella termina siendo absuelta.

Con respecto al segundo capítulo, titulado “El libro de la memoria”, es una suerte de ensayo, de reflexión sobre la memoria, sobre la relación del padre e hijo (el vínculo de Auster ahora con su pequeño hijo de tres años) y la soledad del escritor. Valiéndose de múltiples citas a filósofos, escritores, poetas, pensadores, novelas, pasajes bíblicos, Auster escudriña en esos temas, aunque ya no en forma de un relato, sino de manera más abstracta y general. Por eso, posiblemente, y pese a que hay reflexiones muy interesantes, es el capítulo más débil o el menos logrado, desde mi punto de vista.

Debo agregar, también, que la prosa de Auster -tal como nos la ofrece la traducción al español de Eugenia Ciocchini- no es tan buena. Es un lenguaje simple, sencillo, directo, aunque siempre inteligente, agudo, punzante y de ritmo ágil. Es decir, resalta más el fondo que la forma.

En suma, haciendo las sumas y las restas, La invención de la soledad, de Paul Auster, es un libro recomendable sobre todo y, básicamente, por su brillante primer capítulo.