viernes, 29 de abril de 2016

Escribir

Cuando escribes estás hurgando dentro ti, dentro de tu alma, de tu ser, de tus recuerdos, y, a veces, resulta placentero, pero, las más de la veces, duele. Cuando escribes estás luchando contra tus limitaciones, contra tu mediocridad, contra tus miedos. Cuando escribes, inevitablemente, te comparas con aquellos escritores que admiras y la desesperanza te colma y sientes que lo que escribes es una porquería. Pero al rato, ves la luz en esos mismos autores que admiras, pues sabes que escribir es una carrera de largo aliento, de soledad, de concentración, que implica dar todo de ti y, como en una maratón, llegar a la meta. No importa, por tanto, que llegues primero, sino que llegues dando todo lo mejor de ti y saber que te has superado. La competencia no es con los demás, es contigo. Por eso, sabes que este dolor , este cansancio físico y mental que te invade por momentos, y te invita a abandonar la "carrera", será momentáneo. Porque cuando llegues al final del camino, el placer será inmenso.

Cuando escribes  te sientes también frágil, vulnerable emocionalmente, ya que estás trabajando con tus emociones. Desentierras momentos de tu vida de repente no tan agradables, y te cuestionas y te preguntas si de repente no te faltó valentía en tal o cual situación. Y desconfías de ti y de lo que has avanzado en estos años. Sin embargo, ese ser imperfecto, con acciones valientes y cobardes, eres tú y no queda más que aceptarte e incluso reírte o burlarte de ti mismo. Aceptar a ese personaje del cual escribes, y agarrarle cariño, darle tu apoyo, entenderlo, hacerlo entrañable.

Finalmente, cuando escribes piensas en el tiempo, en la velocidad del tiempo. Sabes que este momento es único e irrepetible y que tu juventud (aquella que hace unos años creías eterna) se está agotando poco a poco. Cuando escribes, sabes que en el fondo lo haces para revelarte contra la tiranía del tiempo, contra la erosión de los años, y buscas que al menos algo de lo que escribas pueda detener su inexorable paso. Tener la ingenua ilusión de que tu vida no fue en vano y  que pervive en las páginas de un libro tuyo que emociona  a un futuro lector.
  

sábado, 16 de abril de 2016

Maldita ternura



Maldita ternura  es la primera y única novela, hasta el momento, del periodista y escritor peruano Beto Ortiz (1968). Aunque publicada en el 2004, salió en el 2014 -bajo el sello Planeta- una segunda edición abreviada (conformada por 13 de los 18 capítulos originales) con el fin de que, en palabras del autor, "la estructura del libro sea menos caótica". No sé que tan válido sea modificar el contenido original luego de diez años, pero en todo caso, por lo que leo en la contratapa, en esta segunda edición se han omitido capítulos relacionados con personajes de la farándula como la Chola Chabuca o Magaly Medina, ya que -en palabras de Ortiz en el prólogo- han envejecido y se desviaban de la trama central: el triángulo amoroso real-ficticio entre Beto Ortiz-protagonista y un joven pirañita, de 19 años, apodado El General, y Lucy Borgia, una mujer cincuentona que dirige una institución de rehabilitación para jóvenes y que tiene a su cargo a El General, quien al parecer es uno de sus jóvenes amantes.

Debo confesar que en las primeras 60 páginas del libro, la novela me causó una gran impresión. La prosa coloquial de Ortiz me parecía lograda y rozaba la poesía. Además, había nervio, bronca, en cada una de sus palabras. Además, mostraba dominio de la jerga, del humor criollo del periodista y del niño de la calle (los pirañitas). Asimismo, el capítulo dedicado a su amigo reportero Bruno (De Olazabal) es excelente, sobrecogedor, a pesar que no tiene nada que ver con la trama y podría formar parte de una crónica aparte. Pero a partir del capítulo "Huanchaco hostal" la novela comenzó a decaer ostensiblemente. De su historia de amor con El General pasa a contarnos una historia con un tal Charly (que resulta luego ser otro de sus amantes en Trujillo y al cual conoció años antes). Luego retoma su historia con El General, para después hacer saltos al pasado para contar, por ejemplo, su primera vez, a los 17 años, con un tal Rony; o saltos al futuro, para hablar desde su exilio en Miami. Es ahí cuando Ortiz, que -es cierto- busca jugar con el tiempo y no contar la típica historia lineal, hace caótico su relato. Juega con los tiempos, pero no lo hace de manera eficaz y hace que la trama luzca desordenada. Además, la prosa baja en calidad y comienza a recurrir o abusar del humor fácil y el doble sentido chabacano. Por otro lado, recurre a un humor que hace que el conflicto sentimental del personaje se diluya y pierda intensidad. Eso sí, debo reconocer que en los capítulos finales Ortiz (en "Cicatrices" y "Reo ausente", por ejemplo) vuelve a arriesgar y a lucir algo inspirado, pero aun así eso no salva a la novela. Personalmente, creo que Ortiz es un buen cronista (un claro ejemplo, es el capítulo dedicado a Bruno de Olazabal), pero el género de la novela, al menos en este caso, le quedó grande debido a su falta de pericia.  




martes, 5 de abril de 2016

Cinco esquinas

Cinco esquinas (2016) es la última novela de nuestro Premio Nobel Mario Vargas Llosa. Publicada hace un mes, antes de que el autor cumpla 80 años, ha recibido críticas diversas: algunos alabándola, otros censurándola. Personalmente, creo que es una novela menor de Vargas Llosa, pero a pesar de eso está por encima del promedio y resulta de interés.

La novela relata -tomando como telón de fondo la época del gobierno autoritario de Alberto Fujimori, en la década de los 90s-  el chantaje (¿real? ¿ficticio? ¿real-ficticio?) que sufre el acaudalado ingeniero minero Enrique Cárdenas por parte de Rolando Garro, el inescrupuloso director de un semanario amarillo, Destapes, quien le exige dinero a cambio de no ventilar las fotos de aquel en una orgía. Cárdenas se niega a pagarle a Garro y éste se venga publicando las imágenes en su semanario. La novela cobra un giro radical con la inesperada muerte de Garro y el encierro en la cárcel del ingeniero Cárdenas. A partir de ahí, el peso de la novela consiste en saber quién mató a Garro y por qué.

Como muchos indican, incluso el mismo Vargas Llosa, el tema que "impregna toda la historia, es el periodismo, el periodismo amarillo". Y agrega el Nobel: "La dictadura de Fujimori utilizó el periodismo de escándalo como una arma política para desprestigiar y aniquilar moralmente a todos sus adversarios. Al mismo tiempo, también está la otra cara, cómo el periodismo, que puede ser algo vil y sucio, puede convertirse de pronto en un instrumento de liberación, de defensa moral y cívica de la sociedad. Esas dos caras del periodismo son uno de los temas centrales de Cinco esquinas". Y es cierto, estas dos facetas se reflejan bien en esta novela.

Cinco esquinas es una novela de poco más de 300 páginas compuesta de 22 pequeños capítulos, salvo el capítulo 20 (que es más extenso). Cada capítulo lleva un pequeño título. Personalmente, opino que este libro está relacionado o emparentado con la novela anterior: El héroe discreto. En ambas, Vargas Llosa renuncia a los grandes tecnicismos formales de la mayoría de sus novelas (salvo uno que otro momento) y se dedica a escribir historias sencillas y bien contadas sobre la sociedad peruana, con una prosa bien cuidada, pero que se vale de los diferentes registros del lenguaje. Es cierto, también, que es una novela menos ambiciosa, pero en su "simplicidad" esta novela está bien estructurada y bien escrita. Eso sí, la crítica al regimen de Fujimori y a su asesor Vladimiro Montesinos (el "Doctor") pierde peso y carece de la profundidad que adquiere en la brillante Conversación en la Catedral.  Además, el otro tema de la historia (el erotismo), tiene momentos que están mejor logrados que otros, y la relación lésbica entre los personajes de Marisa y Chabela no llega a cuajar del todo; sin embargo, reconocemos, el riesgo asumido por Vargas Llosa en plantear una relación lésbica y cómo se adentra en el tema del deseo, de la carne (¡nadie pudiera pensar que el escribe sobre esos temas libidinosos apelando a la jerga y a las lisuras más fuertes, es un hombre de 80 años!).

Otro mérito de Vargas Llosa es que, a pesar de radicar hace muchos años en el extranjero, hace una buena radiografía de la sociedad peruana (en este caso, la limeña) y de sus diferente tipos de ciudadanos. Aquí representa de manera verosímil a personajes de clase alta (el ingeniero Enrique Cárdenas, el abogado Luciano Casasbellas y las esposas de ambos), como de la clase baja (la periodista Julieta Leguizamón "La Retaquita", Juan Peineta, etc.); además de describir muy bien aquel Centro de Lima donde se ubica el emblemático barrio de Cinco esquinas.

En síntesis, Cinco esquinas, a pesar de ser una novela menor de Vargas Llosa, es un libro de lectura amena, que está bien escrito y estructurado, y que refleja una época de nuestra historia que no debemos volver a repetir.