domingo, 30 de diciembre de 2012

Luces de la ciudad


Luego de ver Luces de la ciudad (1931), de Charles Chaplin, confirmo la genialidad de este. La película es hermosa y tiene escenas memorables. El argumento es sencillo: Charlot, un vagabundo (Chaplin) se enamora de una vendedora de flores que es ciega (Virginia Cherrill). Además, salva la vida a un millonario que intenta suicidarse y a partir de ahí surge una relación de amistad entre ambos; sin embargo, cuando este rico está sobrio, desconoce a su salvador. Bajo estas dos líneas argumentales transcurre la historia y Chaplin se las ingenia nuevamente, como en sus demás películas, para hacernos transitar por todas las emociones posibles: la risa, la pena, la tristeza, el amor.

El conflicto surge cuando Charlot  busca ayudar a la florista a obtener dinero para pagar la renta de su casa, pues de lo contrario ella será desalojada. Con ese fin, Charlot tendrá que trabajar en varios oficios (barrendero, boxeador) y finalmente consigue su objetivo, cuando su amigo millonario le entrega 1000 dólares. Sin embargo, éste, producto de un golpe de un ladrón, desconoce el obsequio a su amigo y lo inculpa ante la policía. A pesar de esto, Charlot logra escapar y entregar el dinero a la florista ciega para que pague la renta y pueda operarse con el fin de recuperar la visión. No obstante, él es capturado por la policía y llevado a prisión. Cuando sale, un mes después, se encuentra en la calle con la florista que ahora sí puede ver. Ella lo imaginaba diferente, un hombre apuesto y de dinero, pero Charlot, por el contrario es pobre y nada simpático. ¿Lo rechazará o lo aceptará?...La escena final es memorable.      

Y las cuatro escenas memorables son las siguientes: cuando a Charlot le provoca bailar y saca a una mujer en la pista de baile; cuando se traga el pito o silbato; la pelea de box; y la escena final. En suma, la película es hermosa y merece la pena verse.

lunes, 24 de diciembre de 2012

Diario de un profesor (5)

Mis mejores profesores nunca me llamaron por mi nombre, ni siquiera tuvieron interés en aprenderlo, a lo más me reconocían por mi rostro y me saludaban. Sin embargo, me dieron palabras de aliento que aún guardo conmigo y que me motivan cuando, a veces, empiezo a desconfiar de mí mismo…Ahora que soy profesor, también trato de dar palabras de aliento a los estudiantes, de elogiarlos cuando hacen bien las cosas (yo sé, por mi experiencia de alumno, que esas palabras son más que valiosas) y ayudarlos a confiar en sí mismos. Pero, algo más, también trato de saber sus nombres y de grabarlos en mi mente. Sé que eso los hace sentir importantes, valiosos y apreciados. Sé que saber sus nombres crea un vínculo más estrecho entre profesor y alumno que dura no solo un par de bimestres o un ciclo, sino toda la vida.


                                                                         ***
Cuando comencé a enseñar, hace ya algunos años, lo hacía solo llevado por mi intuición y mi pasión. Mi metodología, ausente por supuesto, consistía solo en enseñar como me hubiera gustado que me enseñen.

martes, 18 de diciembre de 2012

Francisco Lombardi


Gracias a la promoción del diario La República, he podido ver en las últimas semanas dos películas del cineasta peruano Francisco Lombardi (1949): “La boca del lobo” (1988) y “Bajo la piel” (1996). Meses antes, y por mi cuenta, había visto “La ciudad y los perros” (1985), “Ojos que no ven” (2003) y “Mariposa negra” (2006), las dos últimas sobre la época del fujimorismo. Y años atrás, había contemplado “Cuentos inmorales” (1978), “Maruja en el infierno” (1983), “Caídos del cielo” (1990), "No se lo digas a nadie" (1998), “Pantaleón y las visitadoras” (1999) y “Tinta roja” (2000). Lombardi, y antes de dar mi opinión, ha filmado 16 películas, siendo la última “Ella” (2009). Además, Lombardi es considerado uno de los directores de cine peruano más importante, por no decir el mayor. Sin embargo, y según los críticos, en los últimos años su carrera estaba en declive, pues desde “Tinta roja” (2000) sus películas habían resultado fallidas o al menos no a la altura de las que hizo en su primera época. Su mejor película, según la crítica, es “Bajo la piel”.

Pues bien, luego de este preámbulo, puedo decir que tal vez sea posible que las últimas películas de Lombardi no estén a la altura de las cintas que hizo hasta el año 2000, sin embargo considero que cintas como “Ojos que no ven” y “Mariposa negra”, ambas críticas a la época del gobierno fujimorista, resultan de interés y son ambiciosas, sobre todo la primera. “Ojos que no ven” narra los últimos días del gobierno fujimorista y es un buen retrato de la podredumbre moral del gobierno de Alberto Fujimori. Asimismo, crea consciencia en el espectador sobre lo que pasó en aquella época.

Sobre su primeras cintas, destaco la buena versión que hace del libro de Mario Vargas Llosa, “La ciudad y los perros”. Sin lugar a dudas, una destacada película. Pero las que se llevan los elogios, al menos por lo que he visto, son, sin lugar a dudas, “La boca del lobo” y “Bajo la piel”. La primera es una magnífica película que retrata lo que ocurrió en la época del terrorismo. Y específicamente muestra los abusos que cometieron tanto los senderistas como el ejército peruano contra la población peruana en el interior del país. Y ojo que esas violaciones de derechos humanos ocurrieron entre 1980-1983, es decir durante el gobierno de Fernando Belaúnde…Creo que esta película debería ser pasada en colegios y universidades para dar idea a los estudiantes de lo que ocurrió en aquella sangrienta época y entender la complejidad del problema. Por cierto, las actuaciones, el guion y la dirección son dignos de elogio.

Por otro lado, “Bajo la piel”, y ahora sí le doy la razón a los críticos, es una muy buena película. Este es un filme ya no social, sino de ficción que muestra un thriller policial con reminiscencias filosóficas o metafísicas. Trata de un policía (José Luis Ruiz) que investiga los asesinatos cometidos en un pueblo del norte del Perú y dichas muertes tiene similitudes con los sacrificios que hacían en la cultura Mochica. Poco a poco, el policía se irá identificando o mimetizando con el asesino que persigue y sentirá las mismas pulsiones destructivas que posee el perseguido. El final es redondo.

En suma, Lombardi, más allá de que tal vez sus últimas cintas no tengan la intensidad de las primeras, tiene una carrera interesante y basta esas dos películas antes mencionadas para decir que tiene un prestigio bien ganado y una obra que merece la pena revisar y disfrutar.   

domingo, 16 de diciembre de 2012

Héroes (Chaplin y Billy Joel)

Este mes de diciembre que se va y con el cual llegan las fiestas; sí, esas fiestas en que la gente se siente más solitaria y vacía; esas fiestas, también, en que la gente sueña que el próximo año va  a ser mejor que el anterior (muchas veces, una mentira que se hacen a sí mismos, pero que les permite seguir viviendo); en fin, ese diciembre, que se pasa como un soplo, solo es llevadero y  soportable (e incluso, a veces, agradable)  gracias a esos héroes que nos permiten insistir en el anhelo de soñar. Y no me refiero a héroes sobrenaturales, sino héroes de carne y hueso. Artistas que con su arte nos iluminan la vida, nos despiertan emociones, nos enternecen y no hacen sentir vivos y con esperanza. Y mis héroes de este mes son Charles Chaplin y Billy Joel. Me quedo mudo ante la genialidad de Chaplin, el gran cineasta inglés. Obras geniales como “La quimera del oro”, “El circo”, “Tiempos modernos”, “Candilejas”, “El gran dictador” conmueven la fibra más íntima. Chaplin expresa mucho con poco. Nos produce mil y un emociones: nos lleva de la risa a la pena, de la ternura a la nostalgia, y de esta a la esperanza y nuevamente a la risa. Sin lugar a dudas, Chaplin fue un genio y uno de los mejores comediantes que ha existido en la tierra.

Billy Joel, por su parte, músico norteamericano nacido en 1949, es un gran músico, que con sus bellas melodías conmueven. Éxitos como “Pianoman”, “Honesty”, “Uptown girl”, “Just the way you are”, la excelente “My life”, “You may be right”, “Tell her about”, “You are my home”, “The longest time”, “We didn’t start the fire”, “Pressure” y otras más, impactan por su belleza y variedad en sus registros. Joel posee la capacidad de ser versátil y sus  canciones poseen diversos registros; es decir, éstas son muy distintas entre sí no solo en su melodía y temática, sino también en la interpretación. Por ejemplo, uno escucha “Honesty”, uno de sus más conocidos clásicos, y no puede creer que el mismo Joel es el autor de otro clásico como “Uptown girl”. Y lo mismo ocurre si se confrontan canciones como “Just the way you are” (otro hit) con el pegadizo “We didnt start the fire”. No cabe duda, Joel es un maestro que hay que escuchar y admirar. Su arte, al igual que el de Chaplin, conmueve y nos saca del vacío humano del mes de diciembre y nos hace ver con optimismo el año que se avecina. ¡Gracias a estos dos héroes!           


Vídeo de "Uptown girl":
http://www.youtube.com/watch?v=hCuMWrfXG4E

Video de "Just the way you are"
http://www.youtube.com/watch?v=QPiK_yGG8ag



    

sábado, 24 de noviembre de 2012

Diario de un profesor (4)

15/11/2012
Cuando ya llevas enseñando un curso varios ciclos, comienzas a repetir cosas que ya dijiste. Y es ahí, cuando te das cuenta, te percatas que enseñar se parece a una obra de teatro en la que representas la misma obra una y otra vez para diversos espectadores. Y al igual que el teatro, cada función es diferente, a pesar de que el texto es el mismo.

Por lo anterior, ahora me veo pronunciando frases que ya dije antes, y el truco, como en el arte, no es tanto lo que dices, sino cómo lo dices. Y al igual que el actor, me doy cuenta que llega el momento, en cierto instante de la clase o "función", de soltar esa frasecilla que hará sonreír o provocar una emoción en los alumnos o "espectadores". Además, y así como el actor va ganando aplomo o experiencia con el tiempo, el profesor también va ganando recursos, cierta sensación de dominio sobre el escenario; va conociendo ese espacio sobre el cual se desplaza, va haciendo suyo aquel lugar. Y por supuesto, hay funciones buenas, otras regulares y también malas. Y por supuesto, a veces te sientes indispuesto en salir al "escenario", pero como todo aquel que respeta a su "público" (que ha pagado su entrada), te persignas, escondes la tristeza, dibujas una sonrisa y sales al "escenario" a dar tu vida y tu corazón".


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Lo que más recuerdo de mi mejor profesor es que parecía dar su vida mientras dictaba su clase. Y así como él se emocionaba, yo también me contagié de esa emoción.



La balada del café triste



La balada del café triste es un libro de relatos de la norteamericana Carson McCullers (1917-1967) compuesto de 7 cuentos: “La balada del café triste”, “Wunderkind”, “El jockey”, “Madame Zilensky y el rey de Finlandia”, “El transeúnte”, “Dilema doméstico” y “Un árbol. Una roca. Una nube”. Si tuviera que dar mi opinión en un par de líneas diría que es el segundo mejor libro que he leído este año, luego de la estupenda novela La tregua, de Mario Benedetti. Los relatos de McCullers están estupendamente escritos, con una delicada prosa poética que no cae en barroquismos innecesarios, y con argumentos o historias que atrapan el interés del lector, además de reflexiones sobre el mundo interior de los personajes sobre las situaciones que viven.

Cada uno de estos cuentos narran pequeños sucesos, en apariencia cotidianos, pero la sensibilidad de McCullers los hace extraordinarios, captando las sutilezas y matices del alma humana y de la vida. Por ejemplo, "Wunderkind" (un cuento que podríamos denominar autobiográfico) cuenta la “tragedia” de una niña de doce años que fue catalogada, por su profesor, como una “niña genio” en el piano, pero que ya no puede repetir sus hazañas de antes. “Madame Zilensky…” cuenta la historia de una muy talentosa pianista que cuenta coloridas historias que no ha vivido como una forma de compensar su aburrida vida. “El transeúnte” trata de un hombre de 38 años, que se encuentra en Nueva York para el entierro de su padre, y que se vuelve a encontrar con su antigua mujer y los recuerdos del pasado y el paso del tiempo vienen a su mente como un lastre ominoso. “Dilema doméstico” es la historia de un hombre que un día descubre que su mujer es una alcohólica y que esto puede destruir su matrimonio, su vida y la de sus hijos. “Un árbol…” cuenta la conversación, en un café, de un niño con un hombre adulto, en la cual éste le cuenta a aquél el  gran dolor que sintió cuando su mujer lo abandonó hace 12 años y su búsqueda de paz y amor. Finalmente, el cuento “La balada del café triste”, que le da nombre al libro, es un cuento ambientado en un pueblo del sur de Estados Unidos, al estilo de Faulkner, que relata la relación de Miss Amelia con un jorobado y el regreso de un presidiario, que fue su esposo por algunos días, y que buscará vengarse de aquella mujer que lo trató mal en el pasado.

Todos esos cuentos están magistralmente escritos, en cuanto a su prosa, y tienen historias sencillas en apariencia pero potentes en sus conflictos, tanto así que no dejo, desde ayer que acabé de leer el libro, de pensar en cada uno de esos cuentos y que a mí me gustaría escribir un libro así…Por tanto, hay que leer a Carson McCullers, un gran descubrimiento para mí.

viernes, 9 de noviembre de 2012

El enano (Historia de una enemistad)


El enano (2001), libro del escritor peruano Fernando Ampuero (1949), relata la relación de odio entre Ampuero y el periodista César Hildebrandt, que en el libro es llamado Hache. A lo largo de poco menos de 200 páginas, el escritor nos relata de manera autobiográfica –aunque con algunos aderezos de ficción- la enemistad que se fue forjando entre ellos a partir de los años 70, cuando se conocieron en la revista Caretas. 

 Este libro, mientras lo leía, me hizo acordar también a la carta de Bayly, en su novela Los amigos que perdí, dirigida a Manuel (en la vida real, el periodista Jaime Bedoya), en la que cuenta la relación de amistad, envidia y rencor que hubo entre ellos. Al igual que la relación Ampuero-Hildelbrandt, Bayly y Bedoya eran dos jóvenes muy talentosos, con unos egos inmensos. Sin embargo, y a diferencia de estos, Ampuero y Hildebrandt desde el inicio no se “tragaban”. Y era lógico, los dos tenían egos desmesurados y formas opuestas de ver la vida: el chato Hildebrandt era gritón, prepotente y disforzado; y Ampuero, un dizque socialista que se daba la gran vida en los clubs de Miraflores, junto a chicas hermosas.

Debe ser cierto, como cuenta Ampuero, que Hache (como llama a Hildebrandt) era un tipo envidioso, envanecido de sí mismo y prepotente; pero también es cierto, y esto se refleja en la lectura, que Ampuero envidiaba a Hildebrant, pues no le cabía en la cabeza, inconscientemente, que un enano que no llegaba al metro 60 tuviera más poder y “carácter” que muchos. En El enano, aunque Ampuero muestra a Hache como un miserable que envidia a aquel y a cualquiera que quiera opacarlo, también se palpa la envidia de Ampuero, humana al fin y al cabo.

Finalmente, este libro, como señala su autor, es “un divertimento” que se lee de corrido y está escrito de manera correcta, pero no llega a  ser más que eso. Y su mérito está en mostrar, de manera sincera, una relación de odio a lo largo de los años. Y ojo, que hablo de Ampuero, que tiene dos cuentos excelentes como “Paren el mundo que acá me bajo” y “La zurda”. En todo caso, y comparado con estos dos relatos, El enano es una obra menor, pero, al fin y al cabo, sincera.    

viernes, 2 de noviembre de 2012

No se lo digas a nadie

No se lo digas a nadie (1994) fue la primera novela que publicó el escritor peruano Jaime Bayly. Recuerdo que la leí porque mi primo compró el libro, ya que Bayly era entonces famoso por sus excentricidades y por conducir un conocido programa de entrevistas en la TV. Recuerdo también, que yo aún adolescente, me devoré la novela en uno o dos días (igual me pasaría años después con La noche es virgen), pero cosa curiosa, así como la leí de rápido, así también me la olvidé. Sí recordaba, por supuesto, que  la historia giraba en torno a Joaquín Camino, un joven de clase alta, que es homosexual pero no se acepta en una sociedad limeña homofóbica.

Pues bien, he releído la novela 18 años después (¡cómo se pasa el tiempo!) y creo que es una novela más interesante de lo que pensé y, sin embargo, también una obra fallida. No cabe duda que se lee de corrido: el libro consta de poco más de 400 páginas y me lo he leído, solo en mis ratos libres, en 5 días. La novela es ambiciosa, al menos en extensión. La novela comienza intensa, con capítulos que van narrando cómo el personaje va descubriendo su homosexualidad y conforme va creciendo va despojándose de sus escrúpulos y empieza a ser él mismo. Así, vemos el recorrido de Joaquín por el colegio, por la universidad (de donde es expulsado), su periplo por  Nueva York, República Dominicana, Madrid y Miami.  Y esto va sazonado de las aventuras nocturnas que tiene el personaje y sus noches de sexo con hombres –y a veces con mujeres-  y el consumo de drogas: marihuana y coca.

Por otra parte, Bayly tiene facilidad para los diálogos y la narración de escenas; asimismo, el humor está siempre presente, quitándole drama a escenas que parecerían fuertes. Hay momentos en que el escritor se burla de sus personajes y los vuelve caricaturas: ejemplos son los de la madre beata y el padre machista, grosero y mujeriego. Sin embargo, en el tramo final de la novela, a partir del capítulo “La conquista de Madrid”, Bayly se aleja del eje de su historia: el conflicto interno de Joaquín Camino debido a su homosexualidad y el no poder aceptarse. Y ahí es donde falla la novela. Los dos últimos capítulos se van por la tangente y se alejan del conflicto central para terminar narrando las divertidas anécdotas que le pasan en Madrid, junto con su amigo Juan Ignacio, y en Miami, junto con sus padres. Solo en las dos últimas hojas, Bayly retoma, de nuevo,  el conflicto de Joaquín, quien llora en un puente pues sus padres no aceptan su condición homosexual. Sin embargo, resultan tan cómicas las escenas anteriores, que ese final dramático pierde peso.

En resumen, No se lo digas a nadie es un libro con cosas interesantes, que muestra a un autor con talento, pero que no se salva de ser una obra fallida.
         

viernes, 26 de octubre de 2012

Los amigos que perdí


Los amigos que perdí (2000) es la sexta novela del peruano Jaime Bayly (1965) y aquí se aprecia las virtudes y defectos de su autor. El libro está compuesto de cinco cartas a una amiga y cuatro amigos que perdió, básicamente porque contó secretos de ellos en sus novelas. Estas misivas, dirigidas a ellos, buscan pedirles perdón y decirles cosas que no pudo en su momento.
De las cinco cartas, las mejores son las dirigidas a Melanie (una chica con la cual tuvo más que una amistad), a Manuel (amigo con el cual tuvo una relación de admiración pero también de rivalidad y que en la vida real se trataría del periodista Jaime Bedoya), y a Sebastián (con quien tuvo una fuerte relación de deseo y amistad, y que se trataría del actor Diego Bertie). De las tres anteriores, para mi gusto, la más intensa es la relación con Melanie, porque Bayly muestra la complejidad de las relaciones humanas, esas relaciones de amistad, deseo y amor que terminan por quebrarse). L a segunda también resulta muy interesante, pues muestra como la amistad, inevitablemente, está también ligada al rencor, la envidia, la traición. La tercera, por su parte, cobra real y verdadero interés en la parte final, pues refleja que las relaciones homosexuales son igual de complejas y tensas como la relación entre hombre y mujer.
En cuanto a las virtudes de la novela y su autor, tenemos la capacidad de Bayly para engancharnos con sus historias. Ese es un gran mérito. Rápidamente uno se envuelve en la novela y no para de leer hasta terminar el libro. Y eso, personalmente, me pasa muy poco.
Otro punto a su favor es que su novela, al igual que otras, son divertidas, ágiles: te inspiran gracia, arrechura, a veces ternura.
En cuanto a su punto en contra, es que la novela no es pareja. Tiene puntos altos y bajos; incluso cada carta que escribe tiene también sus altos y bajos, momentos en que sientes que el autor escribe cosas buenas, muy interesantes; y otras en que  desentona, chirria, y te dan ganas de darle la razón a sus detractores. Partes en que la prosa es sencilla pero bien hecha y otras en que pareciera que escribiera lo primero que se le ocurre y ya no corrige, ni tacha, ni enmienda.

Sin embargo, y con todos sus defectos, yo creo que Bayly es un escritor interesante, que tiene, en su prolífica obra, cosas interesantes que valen la pena de ser leídas. Otra cosa que respeto en Bayly es que escribe con los huevos o con las entrañas, y eso se siente. Finalmente, Bayly, con sus limitaciones, ha sido perseverante en su oficio de escritor y parece que va a lograr lo que desea todo escritor: ser recordado después de su muerte con algunos de sus libros. Aquí la carta a Melanie fácilmente pasa la prueba del tiempo.

sábado, 20 de octubre de 2012

Charles Chaplin


Uno creció escuchando el nombre de Charles Chaplin: una leyenda del cine mudo, el mejor o uno de los mejores comediantes de todos los tiempos. Una leyenda a la altura de Pelé, Muhammad Alí, pero que nunca pudimos ver salvo en alguno que otro fragmento borroso que veíamos en la TV. Ahora gracias a la tecnología, podemos acceder a sus películas y apreciar su genio.

Pues bien, he tenido la oportunidad, en las últimas semanas, de ver dos películas de Chaplin: “La quimera del oro” (1925) y “El circo” (1928). Lo primero que llama la atención es que Chaplin, (nacido en Inglaterra en 1889) era el guionista, director, productor, compositor de la música, además de actor de las películas que dirigía.

Lo segundo, estas dos cintas, pertenecientes al cine mudo, son una delicia. La primera cuenta la historia de Charlot, un hombre humilde, que llega a Alaska atraído por la fiebre del oro y así poder salir de la pobreza. La segunda, la historia de un vagabundo que ingresa de casualidad a trabajar a un circo y se enamora de la hija del dueño. En ambas uno se ríe de las hermosas y simples escenas que trama Chaplin, nos devuelve a la infancia y nos hace reírnos como niños: es evidente, además, que personajes como Cantinflas o Chespirito han tenido como gran referencia al artista inglés, que hizo gran parte de sus películas en Estados Unidos. Pero Chaplin va más allá. Él se las ingenia no solo para divertir, sino también para causarnos ternura, pena, nostalgia…Las películas de Chaplin son un coctel de emociones y sensaciones. Las dos películas son pequeños dramas pero contados en tono de comedia o, a su vez, dos comedias que encierran el drama de sus personajes. Sin embargo, “La quimera de oro” tiene un final feliz; mientras que “El circo” tiene un final agridulce: por un lado, el personaje del vagabundo (Chaplin) logra que la hija del dueño del circo retorne con su padre; pero la deja ir y pierde su amor, pues comprende que con él no tiene futuro.
Otra cosa a destacar en estas dos cintas, que pertenecen a la época del cine mudo, es que transmiten más que una película llena o atiborrada de diálogos.  Chaplin, con sus gestos y escenas tan cómicas, tiernas, cotidianas y humanas, muestra la esencia del ser humano y de ahí su universalidad.  Muy recomendable.   

jueves, 18 de octubre de 2012

El camino del líder


Libro de David Fischman, Director de la Escuela de Empresa de la UPC, “El camino del líder” (2000) es interesante en el género llamado de Autoayuda.  Este libro vincula el lado empresarial con el lado humano, espiritual y nos brinda diversas pastillas, tips o fortalezas que debemos desarrollar si queremos liderar personas. Con este fin, Fischman divide su obra en 10 grandes fortalezas que caracterizan al líder: autoestima, visión, creatividad, equilibrio, aprendizaje, comunicación efectiva, entrega poder, trabajo en equipo, servicio e integridad. Y en cada fortaleza el autor brinda 3 o más artículos breves sobre cada una de estas fortalezas.

Este valioso conocimiento que brinda el autor se basa en su experiencia como gerente de una empresa y de historias milenarias de diversas culturas que destilan sabiduría. Además, como señala el mismo Fischman, todo surge cuando se da cuenta que su estilo gerencial no lo satisface ni a él ni a sus colaboradores. Él es el típico jefe gritón, loco, autoritario y sus subordinados le tienen miedo pero no confianza. A partir de reconocer ese gran defecto, comienza a desarrollar aspectos de la personalidad en los que él y todos debemos trabajar si queremos ser líderes empáticos. 

Contra lo que pueda pensarse, este libro clasificado, como ya dijimos, en el género de Autoayuda, es un buen libro en su tipo. Y esto porque su contenido es interesante y uno toma conciencia de aspectos en los que debemos trabajar para mejorar nuestro carácter (aunque a veces puede caer en el lugar común); y además, está bien escrito: Fischman tiene una prosa sobria pero bien elaborada y sintética. Por todo lo anterior, recomiendo este libro  y los demás del autor (me han hablado muy bien de “El secreto de las siete semillas”) y reconozco que dentro del mal llamado género de Autoayuda, existen cosas valiosas. Este libro es un claro ejemplo… Y ojo, no es solo una obra para futuros empresarios o líderes, sino para cualquier persona que quiere mejorar su carácter.

sábado, 29 de septiembre de 2012

La felicidad ja,ja


La felicidad ja, ja (1974) es el segundo libro de cuentos del peruano Alfredo Bryce Echenique, luego de Huerto cerrado (1968), su primer libro de relatos. La verdad es que este segundo libro es irregular. Por supuesto que se ve el talento del escritor en cuentos como “Eisenhower y su Tiqui-tiqui-tin”, “Baby Schiaffino”, “Muerte de Sevilla en Madrid” y, en menor medida, la interesante “Florence y Nós tres”; pero los demás relatos no están logrados. Más aún, “Muerte de Sevilla en Madrid”, que es un buen cuento, empieza muy bien y es comiquísimo, pero al final parece decaer en intensidad. Pareciera que Bryce hubiese necesitado de un editor que “meta tijera” a sus relatos. Me recuerda, pues, a esa consigna de los maestros del género que aconsejan que el cuento debe solo tener el número de palabras necesarias, ni una más ni una menos. Y yo siento que Bryce, en mi humilde opinión, abusa de palabras que podrían haber sido prescindibles. Como que se va por las ramas y nos desvía de la trama que nos va contando.

Sin embargo, y como ya señalé, los tres cuentos arriba mencionados son buenos cuentos, en los que el talento de Bryce resulta evidente, impregnando un estilo inconfundible: aquel que muestra la tristeza, la nostalgia, la desazón de una vida mediocre o frustrada mezclada con un humor entrañable. Eso de por sí ya es un gran logro. Además, encuentro una vinculación con los personajes de los cuentos de Julio Ramón Ribeyro, al menos en este libro. La razón es que los personajes de Bryce en La felicidad ja,ja, son también seres fracasados, anodinos, que son conscientes de su falta de valor, pero aun así resultan mágicos, atrayentes.  

viernes, 28 de septiembre de 2012

Diario de un profesor (3)


5/6/2012
A veces, una mala clase te enseña más que una buena, pues te ayuda a replantear tu método de enseñanza, a preguntarte qué estás haciendo mal o bien, a cuestionar si el problema eres tú o los alumnos. Normalmente, la respuesta está al medio.

10/6/2012
Un profesor es como un actor: no importa si tiene problemas, si está de mal humor, si está desmotivado, si está enfermo, porque, igual, cuando entra al salón de clases tiene que olvidarse de sus problemas y hacer “la mejor actuación” que pueda para cautivar al público espectador. No importa si no recibe aplausos, igual tiene que dejar lo mejor de sí en el “escenario”.

 
22/6/2012
Enseñar es impredecible. A veces, tu salón problema con el tiempo se vuelve en un buen salón, debido, tal vez, a tu empeño. Sin embargo, aquel aula que consideras tranquila o normal, de un día a otro, y sin motivo aparente, se vuelve en un salón problema que te hace sudar frío o te pone en aprietos impensables. Eso es lo que me ocurrió con un salón de colegio (4° de secundaria): las dos últimas clases, en especial la última media hora, el aula se vuelve un desbarajuste y tengo que estar callándolos a cada rato. Menos mal que ha acabado el bimestre y tengo dos semanas de respiro, de break; pero tengo que ir pensando en una estrategia para remediar el problema.

24/6/2012
Corregir exámenes, prácticas, he ahí el dilema. En mi corta experiencia docente (4 años), corregir exámenes ha sido una de las partes más laboriosas y complicadas, incluso, tal vez, más que enseñar. Te puedes pasar días enteros corrigiendo y corrigiendo. Claro, sería fácil, como he escuchado que hacen algunos colegas, corregir “al vuelo”, aprobar a todos y listo. Pero no. Prefiero ser tortuga, renegar un poquito, pero al menos tener la paz interior y la satisfacción de hacer bien mi trabajo…El día que ya no quiera corregir (me refiero a corregir bien), me dedicaré a otra cosa.

 
1/8/2012
Hasta los 13 años era un aplicado alumno ubicado entre los 5 primeros de mi salón). Sin embargo, cuando entré a la adolescencia, no sé por qué, se me desaparecieron las ganas de estudiar. Me convertí en un estudiante flojo, mediocre. Y esto me duró hasta los 22 años. Por tanto, jalé muchos cursos y aprobé muchos otros con notas mediocres. Recién a partir de los 23, no sé por qué, me volví un alumno estudioso y responsable, que buscaba recuperar el tiempo que había perdido. Ahora que enseño –vaya paradoja- y tengo que lidiar con chicos perezosos y desmotivados, siento empatía por ellos y trato de incentivarlos dentro de mis posibilidades. Sin embargo, soy consciente de que no soy quién para exigirles que sean responsables (pues no soy un buen modelo) y son ellos mismos quienes tienen que encontrar la motivación, tal como un día yo hice conmigo.

 
7/8/2012
He retomado la enseñanza hace un año y medio. Uno de mis defectos: Todavía no sé controlar mi energía. Me desbordo, “corro” con las palabras cuando veo que estoy perdiendo la atención de los alumnos. Y no me doy cuenta que, así como en una película, también tiene que haber momentos calmos, tranquilos. Los estudiantes necesitan dosis de “acción”, pero también momentos de “tranquilidad”. Por tanto, no debo “correr” solamente, sino, a veces, debo “caminar” para que el alumno “camine” conmigo. Así, él disfrutará más la clase y yo también.

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¿Puede un profesor disfrutar su clase? ¿Será esto un requisito indispensable para que el alumno también disfrute?


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Una de las cosas que más me gusta y, a la vez, menos me agrada de enseñar: el no saber qué va a pasar en la siguiente clase.

15/8/2012
Un día, un tío, que tenía su chacra, me dijo: “En la chacra, uno trabaja bastante, pero no se nota mucho el trabajo”. Igual yo podría decir del oficio de enseñar: “Uno como profesor trabaja bastante, pero no se nota mucho el trabajo”. Alguien que no conoce la profesión, pensaría que el profesor se la lleva fácil. Trabaja pocas horas y el resto del día está en su casa o en la calle vagando. No es así, al menos no en el caso del buen profesor. El trabajo visible, es cierto, está en las horas que uno dicta al día (que pueden ser de 4 a 6, más o menos), esas horas en las que uno está frente a los alumnos en un salón de clase.  Sin embargo, la mayor parte del trabajo –y a veces, el más difícil y sacrificado- está en el “trabajo invisible”, aquel que no se ve y que realiza el profesor en solitario: las horas que dedica a preparar su clase (que no es una o dos, sino muchas más) y las que dedica a corregir exámenes (uno se puede pasar días corrigiendo). En suma, no subestimemos el oficio del profesor, que éste chambea y se sacrifica al igual, y a veces más, que cualquier otra profesión.   

domingo, 16 de septiembre de 2012

Batman: comics y películas


Estas dos últimas semanas me he pasado viendo películas y comics de Batman. Comencé con las películas de Christopher Nolan, “Batman inicia” (2005) y “El caballero de la noche” (2008). Luego, me puse a leer los comics publicados por Perú 21, “Batman Año 1”, “Batman Año 2”, “Una muerte en la familia” y “Batman Husch”, todos estos pertenecientes a DC Comics. Finalmente, hoy domingo, vi la película “Batman returns” (1992), del director Tim Burton.

Pues bien, al respecto, debo comenzar diciendo que las películas de Nolan son muy buenas y más oscuras con respecto a la película de Burton. La de este, sin embargo, tiene otra sensibilidad y otro  tratamiento (no tan oscuro, y llevado al humor –excelentes Danny de Vito y Michelle Pfeiffer en los papeles del Pingüino y Gatubela-), pero también es una buena película.  
En cuanto a los comics, sobresale de lejos “Batman Año 1” (1987) que tiene como autores a Miller y Mazzucchelli. Este es un Batman más para adultos, más complejo, más rico y más emparentado por tanto con el trabajo que hace Christopher Nolan en el cine. Más aún, veo una relación directa entre el trabajo de Miller y el de Nolan. Sin embargo, los demás comics no tienen el mismo nivel y su tratamiento es más simplista. Por ejemplo, en “Batman Año 2”, que gira en torno al enfrentamiento de Batman y El Cegador, el desenlace es superficial, abrupto y carece de interés. Igual ocurre con “Una muerte en la familia”, en la que se cuenta las aventuras de Batman y Robin en busca de la madre de este y su lucha con el Joker. Digamos que estos dos comics parecen más orientados a un público adolescente, pero en el mal sentido de la palabra. Por último, “Batman Hush”, es más complejo, oscuro, más para adultos, pero no llega al nivel y el talento que sí aparece en el “Batman año 1” de Miller.

Claro, el mundo de Batman, creado por Bob Kane y de propiedad de DC Comics, es infinitamente superior y yo solo he abarcado un, digamos, 5 %, por ser generoso conmigo. Basta decir que Batman, como cómic, salió al mercado en 1939, y en 1941 se lanzó “la primera versión para televisión” (Wikipedia). Es decir, queda todo un mundo, en torno a Batman, por explorar. Continuaré con la primera película de Burton sobre el héroe encapuchado: “Batman” (1989).     

Posdata: ¿Por qué no emplear estos comics y películas de Batman en una clase de literatura para estudiantes de colegio? Sería una experiencia interesante y una forma de enganchar a los alumnos en la lectura y el arte.    

domingo, 9 de septiembre de 2012

Diario de un profesor (2)


El profesor Aliaga fue mi profesor de Arte de 1° a 4° de primaria. Recuerdo sus clases en el aula de arte (un salón largo y oscuro), donde nos manchábamos de pintura las manos y los mamelucos con los dibujos que hacíamos. Recuerdo mi emoción cuando el profesor Aliaga, pequeñito, de pelo corto y anteojos, me ponía un 18 y, a veces, un 20. Pasaron los años y ya en 5° de secundaria, me volvió a enseñar el profesor Aliaga, un curso que no era Arte pero que estaba relacionado. Había pasado 7 años desde la última vez que llevé con él. Ahora estaba más canoso, pero, sobre todo, y es lo que más recuerdo: se había vuelto un hombre serio y que sonreía a cuentagotas. Su clase no me enganchó. A veces, me preguntaba: ¿qué pasó con el profesor Aliaga, ese profesor sonriente y bonachón, que nos enseño Arte en primaria? Nunca pude contestar esa pregunta…

Ahora que han pasado los años, y me dedico a enseñar, lo entiendo un poco más a él: seguramente, los problemas de la vida, laborales o familiares, lo agobiaban en ese momento; tal vez, la vida lo había endurecido; tal vez, había perdido la pasión inicial por enseñar…A muchos les pasa eso. ¿Nos pasará a mí o a ti?

jueves, 30 de agosto de 2012

Andrés Calamaro


Normalmente, uno conoce a un artista, de manera superficial, a través de las 4 0 5 canciones que ha escuchado de este en la radio. Nuestros juicios de valor dependen de solo estás pocas canciones que las emisoras radiales se animan a pasar. Sin embargo, cuando uno profundiza en la carrera del artista, se da con la sorpresa que su mundo artístico es mucho más rico y complejo de lo que uno puede imaginar, ya sea para bien o para mal.

Eso es lo que ocurre con el músico argentino Andrés Calamaro (1961). De manera superficial, uno lo conoce por sus canciones “Mil horas”, “Mi enfermedad”, “Sin documentos”, “No se puede vivir del amor”, “Flaca”, “Cuando te conocí”, “Loco” y un par más. Y por estas uno concluye, de manera apresurada, que Calamaro es un músico regular que ha sacado un puñado de canciones buenas pero nada más. Sin embargo, nos equivocamos, al menos en parte. Porque es claro que el argentino no es Charly García o un genio mayor, pero sí es un músico más talentoso, creativo y arriesgado de lo que uno pudiera imaginar. Rastreando su larga carrera, se inició muy joven en los Abuelos de la Nada (a los 21 años), se percibe su evolución, su búsqueda  por experimentar otros sonidos, su etapa prolífica a fines de los 90 y su sequía artística en la última década.
Lo que más conmueve en Calamaro, luego de reinventarse con la banda Los Rodríguez (1991-1995), es su época solista a finales de los 90s. En ese lapso publica tres discos que lo consolidarían: Alta suciedad (1997), Honestidad brutal (1999), El Salmón (2000). El penúltimo es un disco doble y el último un disco quíntuple. Y en estos discos encontramos varios  temas que hoy son clásicos. Me imagino a Calamaro  en esa época, todavía no llegaba a los 40, y me imagino que ya se sentía envejecer y estaba creando de una manera loca y furiosa, como si el tiempo se le escapara de las manos, como si la vida se le fuera en el intento. Quería hacer canciones, hacer arte, crear, sin pensar en límites o si estuviese cometiendo excesos, había que crear sí o sí, dejar constancia de su paso por esta vida, dejar su huella, sus canciones, su voz ronca deslizándose en suaves o furiosas melodías, y que la gente, en unos años, recuerden y canten sus canciones, y repitan su nombre y su leyenda. Y así lo hizo y así lo recordamos. No es un genio, es cierto, pero es un buen músico que estará siempre presente.        
http://www.youtube.com/watch?v=zIWhzLN8e4E

lunes, 27 de agosto de 2012

Dios es peruano


Dios es peruano es un libro del periodista y escritor peruano Daniel Titinger, publicado en el 2005. Está compuesto de 6 crónicas divididas en dos bloques. La primera, llamada “Así en la tierra”, contiene tres crónicas sobre el ceviche, el pisco y la Inca Kola. El segundo bloque, “Como en el cielo”, también se compone de otras tres crónicas: Sixto Paz, el hombre que dice haber visto extraterrestres; Maju Mantilla, la Miss Mundo 2004; y un peruano, Manuel Cuba, que sueña con la construcción de un escalera eléctrica que lo lleve a la Luna.

De las seis crónicas, el primer bloque es el mejor. No solo porque están bien escritas, sino también por la hipótesis controversial que presentan: cuestionan la peruanidad en torno al ceviche y al pisco y logra convencernos, su autor, de que es un mito eso de creer que estos productos son de origen peruano. 

El último bloque ya se centra en personajes peculiares o  extravagantes del país y resaltan las crónicas de Maju Mantilla y Sixto Paz. Sin embargo, la última crónica, acerca de aquel hombre que sueña con la construcción de una escalera eléctrica a la Luna, es la más floja de todas y no llega a ser un buen final para el libro. 

En cuanto a la prosa, aquí se ve el esfuerzo de Titinger por hacer literatura, acompañado de un fuerte trabajo de investigación (desplazándose a diferentes ciudades y países con el fin de recabar información sobre sus temas o personajes). Mas hay que decir, que no se ve una prosa tan trabajada como en su segundo libro Cholos contra el mundo. Eso no quita, sin embargo, que uno no aprecie el trabajo con el lenguaje, que sí lo hay, por supuesto, pero digamos que está en menor medida.   

En suma, hay que leer este libro de crónicas que resulta muy interesante, entretenido e incluso controversial.

lunes, 13 de agosto de 2012

El libro que quiero escribir


Hace casi dos años terminé de escribir el único y primer libro que publiqué. Desde entonces, no he escrito casi nada, salvo un pequeño juguete teatral y los comentarios que muy de vez en cuando me animo a publicar en este blog. Lo que sí he mantenido intacto es mi gusto por la lectura y el objetivo de publicar otro libro. Siento ahora, casi dos años después de acabar mi primer libro de cuentos y a un año de que saliera publicado, que ya mi mente y mi corazón me están obligando a sentarme en el escritorio, frente a mi laptop, e intentar la hazaña, el sueño, la utopía, de escribir algo que valga la pena. En mi primer libro, puedo decir que hice el intento,  pero ahora que lo veo a la distancia, no logré el objetivo. Creo que escribí dos o tres cuentos decentes, un par regulares y el resto para el olvido. Pero ninguno alcanzó lo que sueño desde que leí, a los 12 o 13 años, esas hermosas antologías de cuentos peruanos y latinoamericanos: escribir al menos un cuento que valga la pena, uno que haga soñar a quien lo lea, que lo haga emocionarse, despertarle una sonrisa o un gesto de tristeza. Un cuento que, cuando ya no esté en este mundo, me permita seguir vivo. Y como aún no consigo esto, quiero seguir escribiendo hasta algún día, ojalá, alcanzarlo; y si no lo logro, pues al menos lo intenté.   

Tengo al menos unos tres libros en mi cabeza, pero hay dos que se pelean el protagonismo: un libro de crónicas y el otro, un libro de chotes amorosos (escritos con humor). Tal vez este último sea el que más me llama. Es un libro de cuentos, siete cuentos, cada uno lleva el nombre de una mujer. Dicho libro nace de mi lectura de Libro de mal amor (Fernando Iwasaki), Busco novia (Renato Cisneros), El libro de los amores ridículos (Milán Kundera), la película “El hombre que amaba a las mujeres”, etc. Por supuesto, yo le daría mi propia personalidad al libro, total el tema no es original, pero sí la manera en que uno lo aborda. Tengo claro como el agua que el primer cuento se titularía “Dana”. El segundo, “Elizabeth”… El quinto, “Vanessa”. Y así hasta el sexto. Pero me falta la séptima historia, que creo me falta vivirla. Allí se cerraría el círculo. Tal vez me falta eso para sentarme ya a escribir. Escribir con furia. Escribir con el corazón y los testículos.

Mientras tanto, comenzaré con el primer cuento. Ojalá    

 Posdata: Hoy lunes, en la tarde, y después de mucho tiempo, me fui al cine de la U. Lima y me vi, gratis, dos películas de 1953, en las que actuaba la guapa Marilyn Monroe: “¿Cómo casarse con un millonario?” y “Los hombres las prefieren rubias”.   Las dos son comedias y son excelente muestra de la gran industria cinematográfica de Hollywood. Uno pensaría que por el año (1953), se tratan de películas aburridas y que han envejecido con el tiempo. Pero no son nada de eso; por el contrario, se mantienen frescas y  son excelentes películas (sobre todo la primera), que muestran el talento, la destreza y la ambición de directores como Jean Negulesco y Howard Hawks; y actrices tan bellas y talentosas como Lauren Bacall, Jean Rusell y, por supuesto, Marilyn Monroe.  

sábado, 4 de agosto de 2012

Michael Phelps

Imagen: telegraph.co.uk

Cuando Phelps, el gran nadador estadounidense, perdió en su primera prueba en las Olimpiadas  Londres 2012 (400 metros combinado), muchos pensamos que era el fin del nadador, la inevitable caída y deterioro de quien fue el mejor del mundo (algo inevitable, por cierto). Luego obtuvo la medalla de plata en la posta 4x 100 libres y, para su mala suerte, quedó también segundo en los 200 metros mariposa (la manera en que perdió era como para ponerse a llorar). Todos pensamos, casi con certeza, que los dioses le habían bajado el dedo a su otrora favorito. Pero no. El destino y los dioses lo estaban poniendo a prueba. Querían ver si sabía perder y pasó la prueba: el hombre Michael Phelps, de 27 años, aquel ser casi sobrehumano, se portó a la altura de las circunstancias, demostró que era un gallardo guerrero que asumía la derrota con humildad y felicitaba a su rival de turno. Y entonces, el destino le guardó lo mejor para el final. A partir del miércoles, la historia comenzó a cambiar. Primero, Phelps, en la posta 4 x 200 libre, obtuvo su primera medalla de oro y dibujó su primera sonrisa. Al día siguiente, se coronó en los 200 metros combinado (en una excelente victoria ante su compatriota Ryan Lochte). El viernes, triunfó en los 100 metros mariposa, en la que se cobró la derrota infligida en los 200 mariposa ante el sudafricano, de 20 años, Le Clos. Hoy, en su último día de competición, fue partícipe de la medalla de oro estadounidense en la posta 4 x 100 combinado. Ver la sonrisa de Phelps luego de la victoria, el rostro de su madre, desde la tribuna, de alegría y alivio de observar a su hijo renacer de las cenizas, hizo que la magia volviera a surgir, a enseñar a los mortales que expectamos estas hazañas que el verdadero éxito de uno no está en alcanzar el triunfo, sino que cuando nos toque perder, voltear la hoja, pararnos e impulsarnos para nuevamente intentar la victoria. Michael Phelps, en Londres 2012, consiguió su mejor hazaña: pararse luego de la derrota y, cuando ya casi nadie confiaba en él, esforzarse como un león para triunfar una vez más. Gracias, Phelps, por la lección de vida.

domingo, 29 de julio de 2012

La tregua


Sin lugar a dudas, esta novela del uruguayo Mario Benedetti es uno de los libros más conmovedores e intensos que he leído en los últimos años. Lo he leído en unos cuantos días (en mis tiempos libres) y me faltan las palabras para expresar lo  excelente, formidable que es esta novela. Si tuviera que resumir, se trata de una historia de amor entre Martín Santomé, un hombre de casi 50 años y que está a poco menos de un año de jubilarse de su trabajo de oficinista, y Laura Avellaneda, una joven de 24 años que ingresa a trabajar en ese último año de Santomé y que trastoca su vida, pues él se termina enamorando de ella.

Escrito a manera de diario, los lectores vamos descubriendo la intimidad de Martín Santomé, su rutina, su familia (tiene 3 hijos y es viudo, pues perdió a su mujer hacía 20 años), sus meditaciones de la vida, sus anhelos, el repentino germinar de su amor por Avellaneda, el amor que se comienza a instalar en su vida dándole, como una tregua, una gran dosis de felicidad para su rutinaria vida. Conmueve la novela, porque, además de las excelentes y poéticas reflexiones del narrador-personaje sobre diversos temas (sobre todo, el amor, la mujer, la vida, el sexo, las relaciones filiales, la gente, los protocolos sociales, etc), nos habla de ese tema universal que es el amor, pero lo hace con una prosa tan pulcra y diáfana, que uno termina hechizado, sintiéndose identificado con ese tal Martín Santomé, y cruzando los dedos para que todo le salga bien    

Como dije al inicio, no tengo palabras para expresar lo hermosa que es esta novela, novela que no necesita de grandes recursos técnicos, pero que en esa aparente sencillez destila tal esencia de verdad, de humanidad, de ensoñación, que uno cae ante el arte hecho palabras de Benedetti. Publicada en 1960, cuando Benedetti bordeaba los 40, La Tregua, sin duda, es una obra maestra, una obra llena de fuerza, vitalidad, sensibilidad. Finalmente, mientras la leía, mis aburridos viajes en micro, fueron los más emocionantes y entretenidos que he tenido en mi vida; el día que la acabé de leer, ayer en el parque central de Miraflores, yo estaba sentado en una acera, con el libro en mi mano, con la gente alrededor, la noche, las luces de los faros, y yo arrobado devoraba las páginas conmovido, emocionado, como si esa historia fuese mía. Cuando terminé, lancé un suspiro y dije ¡guau! ¡guau! Es decir, sin palabras, solo hermoso.

  Ah, hay una frase que he subrayado y me encanta:

“Una de las cosas más agradables de la vida: ver cómo se filtra el sol entre las hojas”  

martes, 24 de julio de 2012

Kathy y el hipopótamo

“Kathy y el hipopótamo” (1983) es la segunda obra teatral de Mario Vargas Llosa, luego de “La señorita de Tacna” (1981). Posteriormente escribió, si no me falla la memoria, 4 obras más de este género, del cual el Nobel se declara admirador. Pues, bien, tengo que reconocer, luego de leer “Kathy y el hipopótamo” que el teatro no es el fuerte de nuestro gran escritor peruano. Y no por falta de ambición, pues si algo se rescata de esta obra es precisamente esto, sino porque el teatro tiene sus propios códigos y la obra no encaja en dicho género. Mientras leía la historia, entendía por qué las obras de Vargas Llosa no son escenificadas con frecuencia en los escenarios y la razón es porque son demasiado complejas y no tan teatrales, por decirlo de algún modo. Escenificar una obra de Vargas Llosa sería una labor ardua y compleja para un director, que ni siquiera tendría el éxito garantizado. Y ojo que la trama de “Kathy y el hipopótamo” es sencilla a primera vista (dos personajes que se reúnen en una buhardilla, dos horas al día, para elaborar un libro y dar rienda suelta a su imaginación y fantasía), pero se bifurca en tantos tiempos y momentos de las vidas de estos personajes (reales e inventados), que se llega a perder la perspectiva del tiempo y el espacio. Así, la técnica de alternancia de los tiempos, que maneja de maravilla Vargas Llosa en la novela; llevado al teatro se vuelve demasiado artificial o forzado. Y no queda más que darle la razón a Alonso Alegría cuando señala que los mejores dramaturgos han sido siempre gente de teatro, gente que ha hecho y hace teatro.

Sin embargo, todo lo anterior no quita que la obra sea de interés, para quienes somos admiradores del escritor. Aquí aparece nuevamente Santiago Zavala, el personaje principal de la maravillosa novela Conversación en la Catedral. Y aparecen algunos de los temas recurrentes en su obra: la verdad de las mentiras, la ficción como una manera de hacer la vida más llevadera y que nos enriquece. Además, entendemos el por qué el autor es fan de los hipopótamos: estos animales son unos grandes amantes con sus parejas, representan el poder sexual.   

domingo, 15 de julio de 2012

La palabra del mudo

He vuelto a releer a Julio Ramón Ribeyro (Perú, 1929-1994) y su colección de cuentos recopilados en La palabra del mudo (bueno, he leído una antología hecha por El Comercio en el 2002) y no me ha defraudado. Más aún, me he percatado que Ribeyro es mejor cuentista de lo que creía y que, sin ninguna duda, se codea con los mejores cuentistas de lengua española, pues no tiene nada que envidiar a Horacio Quiroga, Cortázar, García Márquez, Juan Rulfo y otros.

He releído a Ribeyro, pero me he topado con cuentos que no había prestado antes atención o simplemente no había leído. Y son cuentos maravillosos. Y no son todos realistas, sino que abarcan diversos estilos (aunque la mayoría son realistas) y temáticas y lugares diferentes (hay cuentos también experimentales donde la técnica está presente). Por si fuera poco, la prosa de Ribeyro, como dijo alguna vez Desiderio Blanco, es exquisita, no necesita de tanto ornamento, no es barroca, pero en su aparente simplicidad es bella y profunda. La prosa de Ribeyro es excelente y pronto te atrapa en la historia que el escritor nos quiere narrar. Asimismo, Ribeyro sabe que una buena prosa no sirve de nada si no hay de por medio una buena historia y eso se palpa en sus cuentos: son la conjugación perfecta de buenas historias y una deliciosa prosa.

Sin embargo, hay que decir que no todos los cuentos de Ribeyro son obras maestras, hay unos que sí lo son, otros se acercan y son muy interesantes y otros, los pocos, son solo regulares. Pero incluso es sus cuentos regulares, se ve la calidad de Ribeyro: su prosa envolvente, su penetración psicológica en sus personajes, las hermosas descripciones, las situaciones que se engarzan una con otra. Entre los grandes relatos me quedo con los clásicos “La insignia”, “El banquete”, “La botella de chicha”, “Solo para fumadores”, “La piel de un indio no cuesta caro”, “Por las azoteas”, “Al pie del acantilado”, “Alienación”. En esta relectura también redescubro los excelentes “Fénix”, “Silvio en El Rosedal”, “Los jacarandás”, “Tristes querellas en la vieja quinta”; y los interesantes “Interior L”, “El libro en blanco”, “Rider y el pisapapeles”, “Los cautivos”, “Papeles pintados”, la experimental “El carrusel” y otros más. Ribeyro es un capo y hay que leerlo y releerlo. Sin duda, nuestro mejor cuentista y uno de los mejores en letras españolas. Se debería hablar más de él afuera.


  

domingo, 8 de julio de 2012

Otra vez Federer

Fuente de la foto: http://www.telegraph.co.uk/sport/tennis/wimbledon/

Hoy domingo 8 de julio, Roger Federer ganó por 7ma. vez el Wimbledon y recuperó el primer puesto en el ranking mundial de tenis. El derrotado fue el británico Andy Murray, quien peleó inútilmente 4 sets (solo ganó el primero). Federer, a poco de cumplir 31 años, logró su 17 Grand Slam cuando ya muchos pensaban que no lo volvería a hacer (hace casi dos años que no ganaba uno de los torneos grandes) y su carrera estaba cuesta abajo. Sin embargo, el suizo nos demostró una vez más su grandeza, uno, tal vez, de sus últimos chispazos de genio, talento y temple. Al principio nervioso (algo infrecuente en él) perdió el primer set (4-6) y estuvo a punto de perder también el segundo. Sin embargo, logró recuperarse y mantuvo su servicio y rompió el de su rival, llevándose el segundo set (7-5). En el tercer set y con el marcador 1-1, la naturaleza jugó su papel y comenzó una fuerte lluvia que cayó sobre el césped de Wimbledon. Como la lluvia proseguía ya media hora, los jueces decidieron colocar el techo artificial y se reinició el partido, lo cual favoreció a Federer pues se le veía más decidido, tranquilo y con mejor físico que su rival. Así, y casi sin despeinarse, pero con momentos de gran emoción, ganó el tercer set (6-3) y el cuarto (6-4). Murray luchó, pero no bastó.

Federer parecía predestinado para ganar. Parecía como si tratándose de la mitología griega, un dios o un grupo de dioses ya hubiesen decidido de antemano que Roger, su favorito, su preferido, fuera el afortunado. Y así sucedió. Y nosotros, yo, tú, simples mortales, detrás de nuestros televisores, veíamos como ese “semidios” suizo, el cual estaba acompañado de su esposa fiel y sus dos hermosas hijas, lo acompañaban en el logro de una nueva hazaña.

No cabe duda que en unos 50 años, cuando muchos seamos polvo, los mortales del futuro seguirán hablando de las proezas del gran Federer.

domingo, 1 de julio de 2012

Voy a 200 km por hora


Mi auto es un Toyota Corona del 82, color rojo. Se lo compré a mi hermano a un precio cómodo, pero tiene un valor sentimental mayor pues perteneció antes a mi papá, quien dejó de manejar porque renegaba mucho. En mi época de niño el Toyota paraba guardado en el garaje y mi padre solo usaba el Volkswagen blanco del 80, que un día desapareció o no fue devuelto por una persona que se hacía llamar su amigo. El Toyota solo era usado para cosas importantes, entre ellas cuando viajábamos a la tierra de mi padre (Caravelí, Arequipa). Crecí, pues, mirando a estos dos autos y soñaba con un día manejar el Volkswagen blanco, hasta que un día éste no regresó. Hace tres años estuve a punto de comprarme un escarabajo de segunda mano, pero perdí mi empleo y tuve que posponer mi deseo.

A comienzos de año adquirí el Toyota (ya que mi hermano se había comprado un auto nuevo) y fue una manera de suplir la fallida compra del Volkswagen. Hace poco más de un mes obtuve mi brevete de conducir. Obtener el bendito brevete me demandó casi dos meses y fue como una pequeña Odisea: jalé repetidas veces hasta que al final lo conseguí. La última vez que fui al local del Touring (en la Panamericana Sur) hasta los jueces me conocían y uno me dio su teléfono en caso saliera jalado una vez más. ¡Por supuesto, jefe. Yo lo llamo!, le dije con una sonrisa.

Ahora manejo ese toyotita rojo y me siento como un niño con su juguete nuevo, me siento como un Schumacher, un Ayrton Senna que va a 50 Km por hora. Me siento un piloto de fórmula uno en mi imaginación, pero la realidad es que manejo como una viejita miedosa que llega a las justas a 50 km. Hace un mes cruce por primera vez el Ovalo de Higuereta y para mí fue un suceso mundial, un hecho trascendental en mi vida; por supuesto que lo crucé un domingo a las 7 a.m., hora en la que hay poquísimos carros y el riesgo es casi inexistente. Hoy me arriesgué hasta el Ovalo de Miraflores y así, espero, ir avanzando en mi recorrido por Lima.

El otro día, en una entrevista televisiva, escuché decir al piloto peruano Nicolás Fuchs que la máxima velocidad que ha alcanzado es 266 km por hora. Cuando escuché esto, no me quedó más que reírme para mí mismo. ¡Yo te gano!, imaginé decirle, a manera de bromita. También me acordé de esa hermosa canción de Roberto Carlos en la que señala: “Voy a 200 km por hora. Voy a parar de pensar en ti y prestaré atención al camino”. Yo haría mía esta frase, pero solo cambiaría el 200 por 50.  

http://www.youtube.com/watch?v=KxPKtzrolqw

domingo, 24 de junio de 2012

Siempre corriendo

Si recuerdo mi niñez, me veo corriendo, corriendo con el aire a mi favor, con mis piernas pisando el cemento, el pasto o la superficie que correspondiese. Me veo corriendo con el sudor en mi rostro, con la respiración lenta pero segura, con mis brazos de arriba hacia abajo de manera acompasada, como las manijas de un reloj. Me veo corriendo en mi colegio, en las olimpiadas, junto con otros compañeros, con el sonido del partidor que eran unas tablas de madera que sonaban al unísono. Me recuerdo corriendo con los nervios de no querer perder y sí ganar. Me recuerdo corriendo 100 metros planos, 400 metros y sobre todo la maratón, esa carrera que, la primera vez, en cuarto de primaria, quedé sexto y luego fui mejorando hasta que, en tercero de media,  me ubiqué  primero: es una de las alegrías más bonitas de mi adolescencia. Me recuerdo, pues, corriendo, porque era lo mejor que sabía hacer (ante mi falta de pericia para el fútbol y la natación y otros deportes). Recuerdo, hasta el día de hoy, esa final de 400 metros planos en 6to de primaria en la quedé 3er. puesto y para mí significó casi como si hubiese ganado.

También me recuerdo corriendo junto con mi papá y mi hermano los domingos, cuando íbamos trotando al parque zonal de San Juan de Miraflores o al depósito de mi papá. Me recuerdo corriendo y perdiendo aquella maratón de segundo de media, que fue la vez en la que me preparé mejor pero que perdí por mis excesivos nervios, por mis deficientes zapatillas y así, en mitad de la carrera, luego que se me desamarraran las zapatillas, me detuve y me puse a llorar, hasta que mi papá me animó a seguir y pude culminar en un puesto que no quiero recordar. Pero esa derrota, significó el mejor aprendizaje, porque al siguiente año me desquité conmigo mismo e hice la mejor carrera de mi vida.

Hoy, casi veinte años después, sigo corriendo, y corro bien, ya no con la agilidad de la adolescencia, pero sí con esa experiencia que te dan los años. Y salgo a correr cuando el cuerpo y el corazón me lo piden. Corro también cuando me siento estresado o triste y, valgan verdades, me siento mucho mejor después de hacerlo. El otro día, un martes, en la noche, acababa de preparar mis clases para el día siguiente, y tal como Forrest Gump, salí a la calle y me puse a correr sin razón alguna, solo por el gusto de querer hacerlo. Mientras corría recordaba todo lo que acabo de escribir (siempre que corro las imágenes de mi vida se me aparecen y conversan entre ellas) y al llegar a mi casa regresé con una sonrisa en el rostro, la misma que aparece en mí en el momento en que culmino esta reflexión.

lunes, 18 de junio de 2012

Diario de un profesor (1)


¿De dónde me nació las ganas de enseñar?
No lo sé exactamente. Tal vez de algunos profesores que influenciaron en mí: Óscar Luna Victoria, Eduardo Rada, Reynaldo D´Amore, Grégor Díaz, el profe Ojeda y muchos otros que ahora, injustamente, no recuerdo. Ellos tuvieron algo en común: me hicieron confiar más en mí. Tal vez, yo también quiero lograr eso con mis alumnos. Las palabras de un profesor pueden ayudar en la vida de una persona.


***

¿En qué reside el éxito de un profesor?
No lo sé. Pero me animo a lanzar una teoría: la pasión. Si no hay pasión, no es posible el éxito pedagógico.



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Me gusta enseñar. Pero siento que he entrado a una rutina –producto del enseñar todos los días- que hace que sienta que he perdido algo de la pasión inicial. ¿Cómo mantener la misma pasión? ¿Será posible que algún día pierda la pasión y enseñe por inercia o en automático? Todo esto me recuerda a un bonito cuento del uruguayo Horacio Quiroga: “El potro salvaje”. Este potro de joven corría por el campo con pasión y atraía a la gente que venía a verlo. Sin embargo, el potro ya adulto, ya maduro, sigue corriendo pero ya no con la misma pasión. Y aunque la gente lo sigue admirando, algunos de ellos, los más observadores, se percatan que ya no corre como antes… Tal vez, a muchos profesores, les ocurre algo parecido y tal vez me pase a mí. Ojalá no sea así.



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Cada vez que entro a clase lo hago con nervios. Hasta el día de hoy enseñar me produce nervios, miedo y adrenalina. Sin embargo, son nervios positivos, pues nacen del querer hacer las cosas bien…Uno siente miedo cuando lo que va a hacer le resulta importante, le resulta de vida o muerte. Por eso, rescato de manera positiva esos nervios y los uso a mi favor.



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Enseñar se parece mucho a la vida de los deportistas. Hay triunfos, empates, muchas derrotas. Y el profesor es como un tenista, como un futbolista, etc. Debe estar preparado para tardes buenas y malas…Y si los mejores tenistas han tenido partidos malos, ¿imagínense un tenista promedio o un profesor promedio como yo?



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Este oficio de enseñar es todo un mundo. Cada día le tengo más respeto y temor. Y me pregunto: ¿en cuántos años me sentiré un profesor de verdad y no alguien que está aprendiendo a enseñar?

domingo, 17 de junio de 2012

Mar de copas


Recuerdo que en la universidad muchos amigos o compañeros eran fans del grupo peruano Mar de Copas. Yo solo había escuchado 3 o 4 canciones y decía que el grupo no me gustaba, pues hacía música para niños. Su canción himno, o una de las pocas que se escuchaba en la radio, “Mujer noche” no me parecía la gran cosa y, en suma, el grupo me parecía sobrevalorado. Reconozco, eso sí, que “Suna”, otro de sus éxitos en radio, sí me gustó.
Han pasado diez años de eso y hace poco me compré un disco con los éxitos de Mar de copas. Lo escuché una y otra vez y me di cuenta que había cometido un gran error años atrás. Mar de copas, y no me cabe la menor duda, es un gran grupo y posiblemente la mejor banda de rock peruano en su historia. Fundado en 1992, ha editado 5 discos y tiene, además de un sonido particular, una sensibilidad especial (reflejada en sus letras y melodías) y varias canciones que pueden romper la barrera del tiempo y denominarse clásicos. Sus letras, en las que abundan las referencias a princesas, brujas, flores, hechizo, ángeles, sol, estrellas, etc., han creado un mundo particular, como sucede en cualquier obra de arte.

Entre sus éxitos me gustan sobre todo “Balada de un encuentro fugaz”, “Entre los árboles”, “La máquina del tiempo”, “LB”, “Adiós amor”, “Enloqueciendo”, “Ramera”, “Suna”, “Sol soberano”, y otras más.  Por todo lo anterior, hay que escuchar a Mar de copas y difundir más su obra (que ellos no se han preocupado mucho en difundirla –casi no tienen videos oficiales, salvo un DVD-), pues es de verdadera calidad.        

Aquí dejo el enlace de la canción "Entre los árboles".
http://www.youtube.com/watch?v=-UcmNPyaJDc

sábado, 26 de mayo de 2012

Solo para fumadores

Relato del escritor peruano Julio Ramón Ribeyro, “Solo para fumadores” es una joyita literaria. Aquí el narrador, el álter ego de Ribeyro, nos relata su relación con el cigarro a partir de la adolescencia. Luego trascurre la historia por los distintos tipos de cigarrillos que consume a lo largo de su vida (Inca, Chesterfield, Marlboro, Derby, Lucky, Bisonte, Gauloises, Gitanes, Pall Mall, etc.)y que se vinculan con los diferentes lugares donde vive (Lima, España, Francia, Alemania, Huamanga, etc.) y las diferentes etapas de su existencia. Así, el cigarrillo es para el protagonista como una parte indesligable de su existencia, una necesidad básica como comer o hacer el amor. Además, necesita de su vicio para poder escribir, pues si no se siente intranquilo, desconcentrado, vacío.

Sin embargo, pasados los años, la salud se le deteriora producto  de su afición al bendito tabaco. Y pronto es huésped cotidiano de los hospitales y del doctor Dupont, quien le exige dejar de fumar si no quiere morir temprano. Y aunque en un principio el protagonista se propone dejar el cigarro, su vicio regresa tarde o temprano y se ve escapando del ojo avizor de su mujer para coger el pitillo y darle un par de piteadas que le devuelvan la calma a su cuerpo y su alma.

“Solo para fumadores” no es, como lo señala el mismo narrador, ni una oda ni una crítica al vicio del cigarro, sino la historia de un fumador que ama su vicio y todo el rito que aquello implica, pero también el de una persona que reconoce que aquel vicio le está quitando la vida de a pocos. Y lo curioso y hermoso, es que Ribeyro lo cuenta todo con humor, con una agudeza de artista consumado, con una prosa admirable y sabiendo, que aunque dicha dependencia lo llevará a la muerte (como lo hizo años más tarde), es también la  materia prima de uno de sus cuentos más brillantes e inmortales.  

domingo, 20 de mayo de 2012

Cholos contra el mundo



Cholos contra el mundo es el segundo libro del periodista y escritor peruano Daniel Titinger (1977). Es un libro compuesto por seis crónicas que tienen como vínculo el país o el ser peruano. Los temas son los siguientes: la historia de la muerte de los camellos que fueron donados por el gobierno de Marruecos en el 2005; la boxeadora Kina Malpartida (una de las mejores crónicas del libro, si no la mejor); el monitor Huáscar, símbolo patrio y ahora convertido en una suerte de museo o trofeo de guerra en Chile (la crónica más floja, pero no  por eso carente de interés); la batalla de Tocto, que se da tres veces al año, como parte de una tradición, entre los pueblos de Canas y Chumbivilcas (en el Cusco); el motivo del aislamiento y la locura del poeta Martín Adán; y, finalmente, la historia del niño predicador Nezareth Casti Rey.

Titinger, quien antes publicó otro libro de crónicas Dios es peruano, y que  fue director de la revista Etiqueta negra y actualmente dirige el diario deportivo Depor, demuestra en Cholos contra el mundo su oficio como escritor. Este es buen libro que se lee de un tirón y con interés. Su autor demuestra, una vez más, que el género de la crónica es rico en posibilidades y que sí se puede hacer literatura. Se ve pues un buen trabajo en la prosa, un buen trabajo de reportero, de sabueso que sigue a sus personajes en busca de huellas o pistas que permitan entenderlos para capturar su esencia. Se ve, pues, trabajo, chamba, esfuerzo, en las crónicas, y de las seis, las más interesantes son las de Kina, Martín Adán, la batalla de Tocto (aunque hubiera sido bueno una descripción de la batalla).

Finalmente, este libro demuestra que nuestro país goza de buena salud en cuanto al periodismo literario. Ha salido, en los últimos años, una camada importante de escritores jóvenes que se esfuerzan por escribir buenas historias y este libro es un claro ejemplo. Titinger no es un tipo genial, pero escribe bien y su esfuerzo se nota. Y eso se percibe en el libro…Lo que sí no percibo mucho es ese pesimismo del que se habla en el prólogo o en las declaraciones del autor, salvo en la primera historia de los camellos. Lo que sí observo es que a Titinger le gustan los temas o personajes con conflictos, aquellos que no son modelos a seguir, sino que generan duda, controversia, sentimientos encontrados.

sábado, 12 de mayo de 2012

Azul profundo

Azul profundo (1988) fue una de las primeras películas del director francés Luc Besson (1959), que estrenó a fines de los 80s y que lo hicieron conocido a nivel mundial. Años después, consolidaría su fama con la gran cinta Nikita (1991) y posteriormente, en 1994, con la excelente El profesional. Sin embargo, en Azul profundo, y a diferencia de las dos mencionadas, lo único que comparten es el talento y la ambición de su director, pero no la temática ni el tratamiento narrativo. Azul profundo, al menos la versión extendida que vi (que dura 2 horas y 40 minutos), es una oda al mar, un himno al mar y a su belleza y misterio. Su trama es la siguiente: dos hombres, rivales y amigos a la vez, se enfrentan por llegar a lo más profundo del océano y batir el récord mundial. Pero esa rivalidad no es tan sencilla. Los dos aman al mar, han crecido desde niños en ella y para ellos llegar a lo más profundo del mar es como conocer o revelar el gran misterio de la vida. Para ellos el mar, y su belleza, ejercen un gran poder de seducción, una pasión que guía sus vidas. Y ahí entra la poesía visual que consigue con sus imágenes el director, además de la hermosa música de Eric Serra.

La historia, la parte final, al menos, es dramática y bella, pero buena parte de la cinta juega también con la comedia y el lirismo, aunque suene una contradicción. Las actuaciones de los protagonistas, Jean Reno, Jean Marc Barc y Rosanna Arquette, son buenas y le dan fuerza a la historia. Es cierto que esta versión extendida (habría que ver la versión acortada) tiene escenas que podrían haberse omitido, pero la película aún con sus excesos, es buena y ambiciosa. Azul profundo es el claro ejemplo de un joven creador o artista que arriesga y no teme cometer excesos con fin de alcanzar la belleza. Y Luc Besson, el gran director francés, lo consigue: hay escenas memorables (como aquella donde la pareja de Jaques se arroja al mar para llamar su atención y decirle que lo ama y que espera un hijo de él, pero ni aun así lo consigue) que permanecen en la memoria. Además, logra crear, al igual que en sus otras películas, un mundo propio, con sus propias leyes. En conclusión, con esta cinta, con inevitables defectos pero bella, Luc Besson demuestra que es un artista de raza.