martes, 30 de abril de 2019

Diario de un profesor (63)

A veces sales de la institución donde trabajas, y escuchas hablar a los estudiantes sobre sus profesores. Casi siempre escuchas comentarios negativos, pero también escuchas los positivos. El otro día, por ejemplo, le oí a un universitario decir: "Ese profe, es paja. Explica tranquilo". Lo sentí como una indirecta hacia mí y pensé que a mí me falta aún tranquilidad y debo trabajar muchísimo en eso. Recordé que el educador Constantino Carvallo, en su excelente Diario educar. Tribulaciones de un maestro desarmado, señalaba que la cualidad más importante en un profesor era su tranquilidad, es decir, su ecuanimidad en los momentos tensos que debe afrontar. 

Otro día escuché, en el bus, a unos estudiantes "rajando" de un profesor que, al enterarse de lo mal que lo habían evaluado en las encuestas, los había criticado fuertemente en clase. Una de las chicos del grupo dijo "Y todavía nos cuadra con su cara de sonso". Pensé en lo injustos que son los jóvenes y pensé en cómo yo también lo fui cuando tuve esa edad. Queríamos que los profesores sean perfectos, súper héroes, hasta que de adultos descubrimos lo difícil que es enseñar y lo lejos que estamos de ser perfectos. 

Finalmente, un día escuché a un profesor conversando amicalmente con un grupo de estudiantes. Se notaba que el profesor gozaba de admiración por parte de los alumnos. Uno de ellos le hizo una pregunta y el profesor le contestó: "Tienes que ser el profesor que te hubiera gustado tener". En ese momento, pensé que yo también tenía esa idea en mente cuando comencé a enseñar la primera vez trece años atrás. Sin embargo, pensé también que es una bonita utopía, que aunque sueñes con eso, muchas veces no lo logramos, que tenemos miedos y talones de aquiles que nos impiden aquel sueño. Y sin embargo, y a pesar de todo, debemos tener fe en lograr algún día, con mucho esfuerzo y pasión, ser ese profesor que nos hubiera gustado tener cuando fuimos adolescentes.