miércoles, 25 de septiembre de 2019

Mandela y el general

Mandela y el general es un libro gráfico, del periodista John Carlín y el ilustrador Oriol Malet, sobre cómo el líder sudafricano negro Nelson Mandela logró la paz en su país al convencer de esta al ex general Constand Viljoen, entonces líder de un movimiento de extrema derecha (los afrikáners). Publicado originalmente en 2018 en un sello francés, el libro fue editado en el 2019 por la editorial Penguin Random House. Gracias a las ingeniosas y originales ilustraciones del español Oriol Malet, el periodista John Carlín se las ingenia, a partir de una entrevista que le hizo al general Viljoen muchos años después de los hechos, para narrar sobre la gesta heroica del líder Mandela a inicios de los 90s, y que permitió, en 1994, las primeras elecciones democráticas en Sudáfrica (en las que participó gente negra y blanca), y su elección como presidente del país ese mismo año. Todo esto sin llegar a una guerra civil que hubiese desencadenado la muerte de miles de inocentes. 

Esta historia gráfica está contada con agilidad y se lee con rapidez y atención. Exenta de matices y con un afán didáctico (sería una lectura excelente para estudiantes de últimos años de secundaria), nos cuenta las injusticias del Apartheid instalado en Sudáfrica en 1948, y que normalizó que la gente de raza negra estuviese sojuzgada por la blanca. Ya a fines de los 80s, la situación se hizo insostenible y las protestas de la gente de raza negra llevó a que el presidente de entonces liberara al líder Nelson Mandela (condenado en un inicio a cadena perpetua y quien llevaba ya 27 años en prisión). Luego de su salida, la extrema derecha pensó que con Mandela libre, los blancos serían expulsados de Sudáfrica y estaban ya preparados para un cruenta guerra civil; sin embargo, no esperaban que el líder negro Mandela aspiraba a la paz y a la convivencia pacífica de negros y blancos en una sociedad democrática. Precisamente, este simpática historia gráfica muestra cómo Mandela y el líder de la extrema derecha, el ex general Constand Viljoen, dejaron de lado sus intereses y pensaron en lo mejor para su país: la búsqueda de la paz. 

En la época actual, en que la que se atizan los enfrentamientos y las venganzas políticas, resulta aleccionador que dos líderes hayan actuado de manera idealista y madura, y no pragmática y mezquina, como lo es la mayoría de veces.   

jueves, 19 de septiembre de 2019

K.O. P.P.K.

 
K.O. P.P.K. (2019) es un libro del periodista peruano Marco Sifuentes (1979) que narra el ascenso y la caída del ex presidente peruano Pedro Pablo Kuczynski, quien tuvo que renunciar a su cargo en marzo del 2018, luego de 1 año y 8 meses en el poder. 
 
Dividida en 20 capítulos y un epílogo, el libro -tal como señala Santiago Roncagliolo en la contratapa- “desnuda las rencillas, las envidias y las mezquindades que determinan la política en un país sin instituciones fuertes”. Y así se palpa durante la lectura de K.O. P.P.K. Gracias a un amplio trabajo de investigación (con la ayuda del periodista Jonathan Castro), Sifuentes accede al testimonio de numerosas fuentes implicadas en los tejes y manejes del poder, algunas con nombre propio y otras off the record. Así, nos enteramos de lo que ocurrió tras bastidores durante la campaña que llevó al poder a PPK, sus enfrentamientos con la oposición fujimorista, el frustrado primer pedido de vacancia gracias a su vínculo con Kenji Fujimori, el indulto a Alberto Fujimori, los Mamani videos y la posterior renuncia de PPK ante una segunda e inevitable vacancia. Asimismo, se reconstruye el pasado político de PPK y su faceta de exitoso director y asesor de prestigiosas empresas en el mundo.  
 
Como indicó Roncagliolo, resulta desesperanzador el mundo de la política que se muestra en el libro. Casi todos hablan mal del otro. El oponente, el adversario, casi siempre es visto como un “tarado”, como un ser inferior, limitado en sus capacidades, perezoso, “que no la ve”, demasiado débil, falto de carácter, que se viste mal, ingenuo, y otros epítetos despectivos más.  
 
Narrado en estilo ágil y sencillo, Marco Sifuentes logra capturar la atención del lector y nos sumerge en este mundo sórdido de la política lleno de intrigas. También demuestra que PPK era un hombre corrupto, ya que benefició a Odebrecht en la obtención de millonarias licitaciones (por ejemplo, la carretera Interoceánica) a cambio de jugosos contratos de asesoría con sus empresas Westfield y First Capital. Lo curioso es que Sifuentes señala que pareciera que para Kuczynski estos delitos no ocurrieron, es decir, estaba convencido de su inocencia y que su proceder era algo normal. Personalmente, creo que PPK nos agarró de ingenuos a nosotros, quienes votamos por él en el 2011 y el 2016, creyendo crédulamente que era un político diferente al resto y que deseaba servir al Perú. Sí, pecamos de ingenuidad.       

domingo, 1 de septiembre de 2019

Diario de un profesor (65)

Me acerco a asesorar, en un aula de clase, a un par de alumnos de unos veinticinco años. Uno de ellos le dice al otro: "Huevón, tienes que resolver el ejercicio". El otro en tono de broma le llama la atención: "Oye, cómo vas a decir eso delante del profesor". Yo le digo al que soltó la lisura, que tiene razón su compañero, que tiene que guardar los modales en clase, que no es el contexto para hablar así. De pronto, el otro compañero, aquel que le llamó la atención, señala burlón: "Ves, cojudo, te dije". Yo ignoro sus palabras, como dejando pasar su comentario, pero su amigo sonríe y dice: "Ve, profesor, cómo él también habla como quiere". Yo solo llegó a sentirme descolocado y digo: "Uds. saben que no es correcto" y me alejo con rostro serio. Sin embargo, en mi interior, luego de la clase, pensé que estas situaciones suceden frecuentemente. Entonces, me pregunto, cómo corregir de manera inteligente, cómo corregir sin necesidad de gritar, cómo corregir siendo firme pero empático. Tal vez, diciéndoles: "Muchachos, ustedes son chicos inteligentes y bien educados. ¿Qué les pasa?". Lo ensayaré la próxima vez y veré que resultados me trae... Lo único que sé es que el grito represor no conduce a nada, al menos a largo plazo.