martes, 31 de mayo de 2016

Diario de un profesor (28)

Observar cómo enseñan otros docentes es una buena manera de observar cómo enseñas tú. Claro, sin caer en el estéril ejercicio de compararse y ver quién es mejor. Por ejemplo, ahora que asisto profesores -que a veces resulta complicado- me percató que cada docente tiene virtudes particulares y, por supuesto, cosas en las que podría mejorar. Por ejemplo, uno sobresale por el respeto y la disciplina que impone en clase, sin necesidad de subir o elevar la voz; otro sobresale por su frescura y su empatía con los estudiantes; otro, por su dominio del tema y porque explica en sencillo aquello que resulta ambiguo y tedioso; otro, destaca por su serenidad. Sin embargo, también hay aspectos por mejorar. A veces, por ejemplo, el que inspira respeto es demasiado serio y puede producir temor o falta de confianza en los alumnos; aquel que es sereno podría caer en falta de dinamismo, etc. Y uno viendo todo esto, toma consciencia sobre nuestras propias virtudes y defectos (y los aspectos en los que debemos mejorar). Y entiende que no existe el profesor perfecto. Finalmente, y sobre todo, entiende que hay que seguir trabajando con humildad y constancia tratando de llegar -aunque parezca una utopía- al corazón de nuestros alumnos. 

Diario de un profesor (27)

Ahora que me he tomado una pausa en la docencia, con el fin de realizar un proyecto personal, y solo me dedico a asistir a profesores y dar clases a grupos reducidos de alumnos (de 1 a 3), siento que me encuentro fuera de ritmo. Es decir, si ahora tuviera que pararme frente a un grupo de 30 alumnos o más, durante dos horas, seguramente -me temo- me cansaría más rápido, me sentiría con falta de reflejos para enfrentar cualquier situación problemática en clase, e incluso me sentiría más inseguro y nervioso de poder liderar a un grupo de estudiantes. Y es que el oficio del docente es muy parecido al deportista. Si no entrenas diariamente, si no sudas y pones a prueba tus condiciones, si no pules tus virtudes y defectos, el "dia del partido", seguramente, no realizarás una buena performance. Por tanto, me da miedo que al retomar las clases, en un par de meses, haya perdido mis cualidades. Sin embargo, viendo el lado positivo, esta pausa me está permitiendo reponer energías, observar en qué debo mejorar, renovar la pasión por la enseñanza y recordar -porque a veces se nos olvida- que la docencia es "un acto de amor" y de servicio al prójimo. Ahí radica el éxito de un docente y eso no lo debemos olvidar.

sábado, 14 de mayo de 2016

Duque

Escrita entre 1928 y 1929, pero publicada recién en 1934, Duque del escritor peruano José Diez Canseco (1904-1949) es, en mi opinión, una de las novelas más brillantes de la literatura peruana. Conocido por su cuento "El trompo" (sí, la historia del negrito Chupitos) y por su relato juvenil "El Gaviota" (el cual recomienda con pasión el escritor y educador Jorge Eslava), José Diez Canseco destacó por retratar tanto a la gente de clase humilde (su libro Estampas mulatas, que agrupa sus relatos, es un claro ejemplo) como a la alta clase limeña. Precisamente, Duque es un magnífico retrato de la aristocracia limeña a principios del siglo XX. Su protagonista, Teddy Crownchield, es un joven de veinticinco años que regresa a Lima junto con su madre (viuda de un millonario), luego de un largo viaje a Europa, y es "atrapado en el vértigo de la ciudad". Así, vemos su recorrido por grandes fiestas y cenas (en el Palais Concert, el Club Nacional, etc.), por campos de golf y de polo, por prostibulos y fumaderos de opio; somos testigos también de sus flirts y su relación con la bella Beatriz, además de su aventura homosexual con el padre de ella (Carlos Astorga). Sin embargo, Diez Canseco, con su hermosa prosa, que combina la coloquialidad con términos extranjeros, es un diestro narrador y hace que en vez de juzgar al joven Teddy, le agarremos simpatía, más cuando quiere dejar atrás esa vida licenciosa y "sórdida" y le propone matrimonio a Beatriz.

Duque, además de su bellísima prosa y su atrayente trama, es también un homenaje a la Lima de principios del siglo pasado. A través de sus páginas, recorremos maravillados el Jirón de la Unión, la Plaza de Armas, el Palais Concert, el Club Nacional, los pantanos de Villa, etc. Asimismo, penetramos en el modo de vida de esa elegante, refinada, culta y frívola aristocracia limeña, a través de magníficos personajes secundarios como la madre de Crownchield, Carlos Suárez del Valle, Rigolleto, etc.

Finalmente, uno se pregunta, por qué no se habla mucho de esta novela que es brillante. Tal vez sea por su temática sórdida, ya que se habla de drogas, de sodomía, de prostitución en el mundo de la alta clase limeña. Y de repente, en esa época que Lima era más pacata, una historia tan subversiva e innovadora, no encajaba dentro del canon de la literatura. Sin embargo, es momento de reivindicarla. Duque es una novela superior que sorprende por el gran talento de su autor, reflejado en su magistral uso del lenguaje y en el poder de una historia que muestra personajes difíciles de olvidar. Sin  duda, Duque es mil veces superior a cualquier novela de Jaime Bayly o Beto Ortiz, por citar algunos autores polémicos.