jueves, 20 de febrero de 2020

Guerras del interior


Guerras del interior (2018) es un libro de crónicas del periodista y escritor peruano Joseph Zárate (2016), ganador de numerosos reconocimientos, como el Premio Gabriel García Márquez 2018 en la categoría Texto, o el Premio Ortega y Gasset 2016 a mejor historia o investigación periodística. Este libro se compone de tres crónicas o reportajes periodísticos. Se titulan “Madera”, “Oro” y “Petróleo” y realmente son dignas de encomio: no solo poseen un fuerte mensaje de denuncia social, sino que revelan un Perú desconocido para la capital y, además, están escritos con gran rigor periodístico y aliento literario. Joseph Zárate, por ende, se suma a la talentosa y numerosa camada de cronistas peruanos de los últimos 15 años, entre los que destacan Daniel Titinger, Juan Manuel Robles, Gabriela Wiener, Marco Avilés y el mismo Zarate. Este joven autor ha pergeñado un libro de crónicas breve pero compacto y rotundo, que no deja al lector indiferente. En la línea De dónde venimos los cholos, de Avilés, Joseph Zárate también indaga, como un perspicaz y agudo antropólogo (con dotes de literato y comunicador), en ese Perú profundo y alejado de la capital.

En “Madera” se cuenta, a partir del asesinato del agricultor Edwin Chota, el problema de la tala ilegal de árboles en Pucallpa (Ucayali). Chota fue jefe de la comunidad de Saweto, en la Amazonía, quien se enfrentó a las mafias de la tala ilegal que explotaban a los asháninkas saqueando sus bosques. En “Oro”, se narra la aventura de Máxima Acuña Atalaya, una campesina que vive en la zona de Tragadero Grande (Cajamarca) y que se ha negado a abandonar su terreno, junto a la Laguna Azul, pese a que la gran minera Yanacocha desea instalar ahí su proyecto minero Conga. Debajo de las tierras de Máxima Acuña se haya una de las más grandes reservas de oro del país, la cual generaría gran progreso económico para la zona, sin embargo, también el fin de Laguna azul y otras dos lagunas más, además de los terrenos de cultivo de la zona. Finalmente, en “Petróleo”, se relata la historia del niño awajun Osman Cuñachi, de pueblito de Nazareth (Amazonas) y cómo, en junio del 2016, una rotura del Oleoducto Norperuano  produjo el derramamiento de unos 500 mi litros de petróleo y contaminó el río Chiriaco. Osman Cuñachi fue uno de los numerosos niños que fueron contratados, junto con pobladores adultos de la zona, por ingenieros de Petroperú (la empresa petrolera estatal peruana) para recoger, en baldes, y sin ninguna protección, el combustible del río, a cambio de una regular suma de dinero. Esto llevaría a que muchos niños, entre ellos Osman Cuñachi, terminen contaminados con cadmio, plomo, arsénico y mercurio en sus organismos. Esta crónica de Zarate -al igual que en “Madera” y “Oro”- muestra y confronta las perspectivas opuestas del discurso modernista que alienta el “progreso” con el discurso ecologista que defiende, a veces también con radicalidad, al medio ambiente. Aunque Zarate tiene una visión más ecologista, no realiza un discurso sesgado en sus reportajes periodístico-literarios, sino que lo contrasta, lo coteja y lo matiza con las opiniones contrarias.

En conclusión, Guerras del interior es un excelente libro de crónicas periodísticas de aliento literario que refleja la buena salud de este género en nuestro país. Además, muestra a un muy talentoso y joven autor, que emplea la crónica para hacer denuncia social y -como señala su epílogo- encontrar o redescubrir sus raíces (amazónicas).    

domingo, 9 de febrero de 2020

La aventura de Miguel Littín clandestino en Chile


Este libro es un reportaje periodístico-literario sobre la aventura del cineasta chileno Miguel Littín, quien, en 1985, filmó un documental sobre la realidad de su país tras doce años de dictadura de derecha del general Augusto Pinochet. Con ese fin, Littín -tras 12 años de destierro- ingreso a su país infiltrado como un turista uruguayo totalmente diferente en apariencia y gestos. Durante seis semanas, apoyado por diversos equipos de filmación de países europeos (que habían obtenido la aprobación legal a través de sus embajadas), pudo captar la situación de su país en aquel momento, tanto en Santiago como en las provincias más alejadas. 

El premio Nobel García Márquez al escuchar en boca de Littín las peripecias que tuvo que pasar para grabar su película Acta general de Chile (1985) [en youtube la pueden encontrar como Clandestino en Chile], decidió escribir una crónica de esto, lo cual se tradujo en el libro que reseño y que se publicó en 1986 con bastante éxito.  

García Márquez, como un riguroso periodista, interrogó durante casi una semana a Littin y contó su historia en primera persona para mantener el tono confesional y personal del cineasta chileno. Salvo algunos cambios en los nombres de algunos personajes y “muchas circunstancias alteradas” para preservar la seguridad de estos-, la historia es fidedigna. El escritor colombiano le otorga al relato la fluidez y calidez de su prosa lírica, envuelve al lector en las aventuras de este cineasta chileno que parece no temerle a la temible y sangrienta represión del dictador Pinochet y, como en una novela de aventuras o de acción, el suspenso está presente. Hay que indicar que Littin es un hombre de izquierda y trabajó para el gobierno del derrocado presidente Salvador Allende. El inicio del libro es llamativo porque lo primero que le impacta al cineasta al recorrer las calles de Santiago es su modernidad, limpieza, orden; sin embargo, poco a poco va descubriendo las grietas de los efectos de la dictadura: la gente con miedo a expresarse, la pobreza escondida, la represión silenciosa y acechante. Hubiera sido interesante profundizar en esos contrastes a lo largo del libro y no solo al inicio, ya que conforme transcurre el relato, se pierde la fuerza inicial y se torna en un mero recuento de anécdotas vividas por Littín para grabar su película y no ser descubierto por la policía.   
      
En conclusión, La aventura de Miguel Littín clandestino en Chile es un libro de sumo interés que muestra a García Márquez como un excelente cronista. Sin embargo, faltó profundizar más en la situación que vivía el país del sur en 1985 -con sus diversos contrastes-, tras doce años de dictadura del general Pinochet.

lunes, 3 de febrero de 2020

El gran Apu

Llegó a nuestra casa hace 9 años y ayer partió al cielo. Mi hermano lo trajo, recuerdo como si fuese ayer. Era pequeño, el hocico prominente, las orejas enhiestas, los ojitos negros, las patas cortas, el lomo color negro, el pecho blanco, motas de color caramelo salpicando su rostro, sus orejas y sus patitas, y la cola erguida. Desde los primeros días mostró personalidad -es un bull terrier decía mi hermano- y se hacía respetar. Con los meses fue sacando cuerpo, no creció mucho de altura, pero caminaba saltando y con actitud. 

Sus dos primeros años fue el mimado de mi hermano y su enamorada. Tenía un adiestrador particular y lo hacían participar en concursos de cachorros, en los cuales obtuvo varios primeros puestos (la casa se llenó de diplomas de Apu). Para su santo o alguna celebración, lo vestían de manera especial y hasta le compraban su torta. Apu tenía carácter fuerte y cuando alguien quería recriminarle o pegarle por alguna travesura que hizo, te sacaba los colmillos y te miraba desafiante. Pronto aprendí que con Apu no servía el mal trato, sino que había que ganárselo con cariño. Es cierto, Apu nunca fue muy efusivo conmigo (cosa que sí era con mi hermano), pero con los años entablé un vínculo y capté que en su mirada había un cierto aprecio hacia mi persona, y viceversa.

Todo cambió cuando mi hermano tuvo su primera hijita y al poco tiempo se mudó a vivir con su nueva familia. No es que se olvidara de Apu, pero -por obvias razones- él dejó de ser el mimado y quedó relegado a un segundo plano. A veces, lo veía echado en su casita del patio de mi casa y parecía pensar en aquellos buenos tiempos que no volverían. Cuando lo sacaba al parque, aún de joven, como era tosco, muchos perritos le tenían miedo a la hora de jugar. Al ver que a veces se originaban pequeños conatos de gresca, dejé de soltar a Apu y solo lo llevaba con correa. No era un perro malo, pero cuando se veía atacado o agredido, respondía con violencia que debíamos evitar. Entre sus dos y tres años, se cruzó con un par de hembras y fue padre de varios cachorros que continuarán su estirpe. 

Es cierto que en la casa mi padre renegaba con el Apu y pedía que lo regalaran, ya que tenía que limpiar sus excrementos del patio todos los días. Sin embargo, a veces escuchaba que le decía con cariño: "¿Cómo estás, Apu?". Yo también recuerdo que de joven me mordió levemente un par de veces y lo maldije, pero al rato entendía que se sentía amenazado y no lo hacía de malo.

Los últimos años, trataba de sacarlo al parque en las mañanas antes de ir al trabajo. Sobre todo, los últimos dos años, cuando comencé a notar sus primeros achaques, lo sacaba con mayor regularidad. Comenzó a notarse una alergia en su hocico con mayor claridad, sus ojitos se llenaban de legañas y una sustancia acuosa empañaba sus ojos. Le limpiaba, por eso, con un pañito antes de salir y le decía: "Apu, para que estés más churro y las perritas se fijen en ti". A veces, en el parque, al verse contemplado por alguna persona o algún perrito, se ponía a rampear como recordando aquellos tiempos en que era el rey de la casa y competía en concursos para mostrar su pedigrí. Teníamos ya un lenguaje en común, y cuando su correa se introducía en una de sus patitas, él levantaba la patita para que yo pudiera sacar la correa. Con el tiempo también se volvió más cauto o miedoso: cada vez que un perro le ladraba o le buscaba el enfrentamiento, Apu ya no se ponía bravo, sino que le daba la espalda y me miraba como pidiendo marcharse. Varias veces, sobre todo en los últimos años, llegábamos al parque y -a diferencia de años anteriores en que no quería regresar a casa- al cabo de pocos minutos, él saltaba, cogía un extremo de la cuerda con su hocico y jalaba, solo, en dirección a la casa. Es decir, él me llevaba.

Apu era amante del pan, le gustaba comer pedazos de pan mezclados con esas pastillas desabridas que le dábamos. También le daba, a veces, trozos de plátano, y muy de vez en cuando, algún pedazo de pollo o un hueso. Apu comía de todo, no era eticoso.  Recuerdo también saludarlo al llegar del trabajo en la noche y, en ocasiones, ante su mirada serena y reflexiva, rascarle el lomo o la pancita y él agitar estremecido una de sus patitas. O sobarle su cabecita o levantarle las dos patitas delanteras y hacerlo avanzar como jugando. Varias veces lo observé oliendo las plantitas de la casa o del parque y quedarse durante un par de minutos embriagado con el perfume de la vegetación.

Hace tres días amaneció mal. Había vomitado en todo el patio del jardín. Pensé que le habían dado algo de comer y le había caído mal. Acostumbraba a purgarse comiendo hojas y pronto se le pasaba. El segundo día volvió a vomitar, pero ya menos. Quise sacarlo al parque, como todas las mañanas, pero se quedó echadito en su casita y sin probar bocado. Le acerqué un poquito de agua, pero no quiso. El sábado me levanté en la mañana, limpié sus ojitos con un pañito y barrí su patio. Quise sacarlo, pero no quiso, así que lo dejé descansar. A la media hora, tocaron el timbre: era el veterinario (mandado por mi hermano). Normalmente, cuando tocan el intercomunicador, Apu ya sabe que lo vienen a bañar y se pone loco de alegría. Pero como estaba malito, le dije al veterinario -que venía a recogerlo en su vehículo- que pasara a la casa. Para mi sorpresa, cuando me acerqué al patio, Apu estaba de pie y miraba curioso quién era. Al ver al señor, su semblante cambió y comenzó a mover alegre su colita. Incluso caminó ágil hasta la salida y parecía ya recuperado. "Trátelo bien, señor", le dije al hombre, mientras este colocaba a Apu en un canil. "Chau, Apu", pronuncié sin saber que era la última vez en mi vida que iba a volver a verlo. Hoy, mi hermano me informó que el gran Apu había fallecido, que le habían encontrado plástico en el intestino, que lo habían operado, y no había aguantado el post operatorio. Se me hizo un nudo en la garganta, no me lo esperaba. 

Nunca me tomé una foto con Apu (aunque varias veces lo pensé). Por eso, con este humilde texto, quería agradecerte, perrito lindo, por todo lo que nos enseñaste. Esperamos que te hayas sentido querido por nosotros al menos un poco, creo que hicimos el intento. Que te vaya bien en este nuevo viaje a la eternidad. Cuídate mucho, querido APU. Siempre te recordaremos. 

domingo, 2 de febrero de 2020

Vizcarra. Una historia de traición y lealtad

En el 2019, el periodista peruano Martin Riepl publicó el libro Vizcarra. Una historia de traición y lealtad que gira sobre el actual mandatario peruano quien, como vicepresidente, llegó al poder en marzo del 2018 tras suceder en el cargo al renunciante Pedro Pablo Kuczynski (PPK), acusado de delitos de corrupción en el caso Odebrecht  y luego de la propalación de videos y audios que implicaban a funcionarios de PPK en la compra de congresistas fujimoristas para evitar su vacancia.

En este libro, muy bien escrito y que cuenta con una gran variedad de fuentes, se inicia con la renuncia de PPK y la llegada al poder de Martín Vizcarra, quien tiene que retornar de Canadá donde estaba como embajador, luego de su accidentado paso como ministro de Transportes y Comunicaciones. En los siguientes capítulos, se irá reconstruyendo cómo Vizcarra llegó a integrar la plancha presidencial de PPK, viendo que había tenido un exitoso paso como presidente regional de Moquegua  y cumplía con el perfil de provinciano trabajador y honrado que necesitaba el partido Peruanos por el Kambio. En el tercer capítulo, se cuenta el día en que Vizcarra es investido como presidente y la población moqueguana, en la plaza de Armas, contempló orgullosa la escena. El autor Riepl da un salto al pasado para contar la infancia, la juventud y la vida política de Vizcarra en Moquegua. Su padre, por ejemplo, había pertenecido al partido aprista y fue el primer alcalde electo de Moquegua y miembro de la Asamble Constituyente en 1978. En los posteriores capítulos, ya de manera cronológica, se irá narrando la breve amistad que entablaron Vizcarra con Mercedes Aráoz, la segunda vicepresidente del partido de PPK, durante la campaña presidencial del 2016 que culminó con la victoria de su líder; el papel de Vizcarra como ministro de Transportes y Comunicaciones y su renuncia por el caso del aeropuerto de Chinchero (Cuzco); su posterior exilio a Canadá como embajador; la aparente conspiración del fujimorismo, César Villanueva y Martín Vizcarra para vacar a PPK tras el indulto a Alberto Fujimori en diciembre del 2017. Martín Riepl da sólidas pruebas de que esto se dio así, ya que el congresista César Villanueva, quien promovió la segunda vacancia de PPK luego del indulto, mantuvo sólido contacto con el fujimorismo y con el mismo Vizcarra. Riepl cita fuentes de inteligencia que confirma llamadas de Vizcarra, desde su exilio en Canadá, con quienes promovían la vacancia; además, se indica que el periodista Philiph Butters le señaló a Riepl que Vizcarra se comunicó con él para ayudarlo a contactarse con el fujimorismo, y el aún entonces fujimorista Daniel Salaverry confirma esto; asimismo, una vez en el poder, Vizcarra, como retribución, le dio la presidencia del Consejo de Ministros al mismo César Villanueva. En los demás capítulos, se cuenta su primer año en el poder, el núcleo de asesores que lo rodea (en su mayoría moqueguanos), su inicial alianza con el partido de Keiko Fujimori y su posterior declaratoria de guerra a partir de la difusión de los audios sobre la corrupción en el poder judicial y su vínculo con políticos; además del uso de apoyo popular para poder gobernar y arrinconar a sus adversarios. El libro culmina con el pedido de Vizcarra, el 28 de julio del 2019, de adelantar las elecciones presidenciales y congresales para el 2020, y el inminente cierre del Congreso ante la negatoria de su pedido. 

Debo señalar que además del riguroso valor periodístico de este libro de crónica política, se debe destacar que Riepl ha realizado un valioso trabajo con el lenguaje y se ha valido de estrategias literarias. Por ejemplo, el inicio del libro, en el que se cuenta el ingreso del señor Grados a Palacio de Gobierno, con el fin de tomar las medidas para confeccionar la banda presidencial del nuevo mandatario, parece el comienzo de una novela. Además, el libro está adornado con pequeñas anécdotas divertidas y curiosas, que le brindan un aire fresco al ambiente cargado de la política.

En suma, Vizcarra. Una historia de traición y lealtad es un excelente perfil político del actual presidente del Perú, Martín Vizcarra; y muestra el innegable talento del periodista y escritor peruano Martin Riepl.