viernes, 29 de enero de 2016

Diario de un profesor (24)

Acabo de terminar una clase. No estoy de tan buen humor porque la últimos minutos un par de estudiantes estuvieron entretenidos. De pronto, ya a punto de marcharme, un alumno, que acaba de llegar, ingresa al salón y pide su examen. Lo miro y le digo que lo coja, que está encima de el pupitre. Ve su nota. Tiene 12 y dos puntos en contra. Es decir, 10. "Profe, ¿por qué me ha bajado puntos?", me señala. "Porque no cumpliste con ninguna de las 3 tareas que dejé", le contesto serio. "¡Pero, profesor, a mis otros compañeros no les ha bajado puntaje!". "¡Si no han hecho, sí les he bajado!", respondo. "Profesor, me parece injusto", me señala molesto. "Pero si no has cumplido con ninguna de las 3 tareas. Qué puedo hacer". Él me mira desafiante y me señala enervado: "¡Profesor, el examen es el examen. Ningún profesor hace lo que usted. No estoy de acuerdo con que me baje puntaje!". Yo pierdo la paciencia y le respondo también irritado: "¡Joven, las tareas no son jueguitos, son tareas que hay que hacer!". Los pocos alumnos que quedan en clase observan la escena. Salgo de aula, con el rostro desencajado. Fastidiado por la actitud del alumno y también con la mía, de haber pisado el palito y haber perdido la compostura...Han pasado algunos días de esto y pienso que debí mantener la serenidad. Una cualidad fundamental que debe poseer el profesor, como bien señala Constantino Carvallao, es la serenidad. ¡Hay que trabajar más en esto!

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