lunes, 13 de enero de 2020

Diario de un profesor (68)

En toda aula de clase, a veces, te toca ese alumno diferente que te reta. Ese estudiante risueño que hace una broma, aparentemente inofensiva, y logra que todo el salón estalle en carcajadas. Ese estudiante que parece querer llamar la atención y te hace sudar la gota gorda. Ese estudiante de hablar fácil que parece poner a prueba tu paciencia y tu vocación. Lo más fácil es reprimirlo, acallarlo con voz severa y autoritaria. El francés Daniel Pennac trata de eso en su libro Mal de escuela. Él fue en el colegio un pésimo estudiante y no le quedó otra que volverse un rebelde en el aula, era su forma de llamar la atención ante su fracaso en los estudios, de vengarse de esos profesores que no confiaban en su capacidad intelectual (en la que él tampoco creía). Sin embargo, unos pocos profesores lo terminaron salvando. Le tuvieron paciencia, le hicieron confiar nuevamente en él, y poco a poco, se reencontró o se encontró a sí mismo. Luego se convirtió en un exitoso docente de Lenguaje y un famoso escritor. Eso también me recuerda al tenista Andre Agassi, quien es sus memorias Open, señala que de adolescente fue un rebelde sin causa e indica respecto a los adultos: "Cuando entré en el mundo del tenis, era como la mayoría de los críos: no sabía quién era y me rebelaba cuando los mayores me decían quién era. Creo que los mayores cometen constantemente ese error con los jóvenes: los tratan como productos acabados cuando, de hecho, están en proceso. Es como juzgar un partido antes de que acabe, y yo, demasiadas veces, he remontado". Y ahí creo está la clave: el profesor debe saber que ese alumno diferente, díscolo, está recién en formación, en búsqueda de sí mismo, y debemos tenerle fe y paciencia. Es la única forma.

1 comentario:

Unknown dijo...
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